Tras pasar varios días en estado crítico en el Hospital Reina Sofía de la ciudad andaluza de Córdoba, falleció este sábado a los 78 años Julio Anguita, uno de los grandes referentes de la izquierda política española en los últimos 40 años.
Nacido en noviembre de 1941 en Fuengirola, una pequeña ciudad costera situada en la provincia de Málaga, desde niño Anguita se trasladó junto a su familia hacia Córdoba, donde viviría la mayor parte de su vida y a la que estuvo fuertemente ligada su paso no menor por la política española.
A contrapelo de la tradición familiar, Julio Anguita no eligió ser militar sino maestro y posteriormente se formó en Historia en la Universidad de Barcelona. Siempre inquieto por las cuestiones sociales y por las inequidades que veía, un día sí y otro también, comenzó a acercarse a la izquierda y así fue que en pleno período franquista se afilió al entonces clandestino Partido Comunista de España (PCE), llegando a ser parte del Comité Central de la sección andaluza del partido en 1977.
Pero dos años más tarde se daría su gran paso dentro de la política, en las elecciones regionales de 1979, en las que fue elegido como alcalde de Córdoba, pasando a ser, pocos años después de la vuelta de la democracia a España, el primer alcalde comunista de una capital provincial de la era post franquista.
Su llegada al cargo cuando aún no tenía 40 años de edad fue fruto de su enorme capacidad persuasiva, aliada a su enorme don de orador, uno de sus rasgos distintivos. Si bien el Partido Comunista había obtenido en las elecciones 8 de los 27 escaños en el ayuntamiento cordobés, Anguita logró aliarse con el Partido Socialista Obrero Español, con el Partido Andalucista y con la Unión de Centro Democrático y se afianzó como líder de la ciudad, permaneciendo en el cargo hasta 1986.
Su barba renegrida, su firmeza en sus convicciones y su don de mando le valieron que por aquellos años la prensa lo apodara como “El califa rojo”, haciendo alusión a su filiación ideológica y a los gobernantes árabes que rigieron desde la ciudad de Córdoba el estado musulmán que dominó buena parte de la península ibérica entre los años 929 y 1031, dando lugar a uno de los períodos más florecientes de la historia española remota.
Tras su paso por la alcaldía cordobesa, Anguita fue elegido en 1988 como secretario general del PCE, que desde 1986 formaba parte de la coalición Izquierda Unida (IU). En 1989 además de pasar a ser secretario general de IU fue nominado como candidato presidencial del bloque que finalizó en las elecciones de ese año en tercer lugar detrás del triunfante Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y del Partido Popular. El grupo siguió creciendo y sumó más de 2.200.000 votos en las elecciones de 1993, aunque el pico de popularidad de Anguita y de IU se daría en las elecciones generales de 1996, cuando la coalición izquierdista logró su mayor récord electoral, al obtener más de 2.650.000 votos, lo que significó tener 21 diputados en el Congreso.
Por aquellos años, a Anguita, a quien ya no lo decían El califa rojo, comenzó a manifestar las dolencias cardíacas que lo acompañarían el resto de su vida. En mayo de 1993 tuvo su primer infarto y en agosto de 1998 el segundo, lo que lo llevó a alejarse de la política partidaria activa, aunque siguió vinculado a ella hasta el final de sus días. En aquellos momentos, a fines del siglo pasado, Anguita dejó todos sus cargos políticos y volvió a su actividad como docente en el Instituto Blas Infante de Córdoba, hasta su jubilación en agosto de 2002. Un detalle no menor es que en el momento de dejar de trabajar, Anguita renunció a su jubilación como diputado y optó por la de maestro, con la que siguió viviendo el resto de su vida.
Choque de trenes
Poco tiempo después de su salida formal del ámbito político, Anguita padeció la pérdida de su hijo mayor, el periodista Julio Anguita Parrado, que falleció en abril de 2003 cuando se encontraba en Bagdad como enviado del diario español El Mundo cubriendo la guerra que Estados Unidos le había declarado a Irak, que por aquellos años gobernaba Saddam Hussein. Un misil iraquí impactó en el centro de prensa en el que se encontraba el hijo de Anguita, quien falleció junto a otros periodistas que estaban presentes en el lugar.
Anguita recibió la noticia de la muerte de su hijo minutos antes de dar una charla en la ciudad de Getafe, muy cerca de Madrid. El evento no se suspendió. Anguita subió al escenario y visiblemente conmovido, dijo respecto a la muerte de su hijo: “Ha sido un misil iraquí, pero es igual, lo único que puedo decir es que vendré en otra ocasión y seguiré combatiendo por la Tercera República”, agregando luego una de sus frases más célebres, expresando todo su odio por las guerras y la violencia en general: “Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”.
Aún alejado de la política, Anguita siempre se mantuvo ligado a ella y era una permanente referencia a la hora de hablar sobre los temas de la actualidad de su país. En los inicios del conflicto político en Cataluña definió a la situación como un “choque de trenes” protagonizado por dos “insensatos”, haciendo referencia al entonces presidente del gobierno español, Mariano Rajoy y al president de la Generalitat de Catalunya, Carles Puigdemont.
Acusó de la situación a la cúpula económica catalana, “que siempre terminó pactando con Madrid”, pero más allá de eso ubicó a la situación como una de las cuestiones inconclusas y mal resueltas que quedaron de la, a su juicio, fallida transición española.
Anguita también tuvo que ver en la formación de Unidas Podemos, dándole luz verde al proyecto de unidad de izquierda que lidera uno de los actuales vicepresidentes del gobierno español, Pablo Iglesias, quien solía visitar Córdoba para escuchar al viejo Califa rojo y volver a Madrid con algunas ideas más claras.
Hoy, poco después de conocer la noticia de su muerte, Iglesias lo despidió así desde su cuenta de Twitter: “Julio Anguita se atrevió siempre a señalar al poder. Dijo las más crudas e incorrectas verdades con todo en contra y, hasta el final, nos indicó el camino que algunos quisimos seguir. No solo se nos va un referente ético, se nos va nuestro mejor referente político. Hasta siempre”.