A los pies del Obelisco de los Constituyentes, una marea de personas corrió como un río. Luego de diez años de dictadura, más de 400.000 personas se reunieron bajo la misma idea: la vuelta de la democracia. Así lo inmortalizó hace 38 años la mítica foto de José Plá, y a ella le debe el nombre uno de los actos más importantes de la historia de Uruguay: “Río de libertad”. En diálogo con la diaria, el historiador Álvaro Rico afirmó que el acto “fue un hito fundamental dentro del proceso de transición de dictadura a democracia”.
Lo impactante de la cifra de personas que se manifestaron en 1983 se explica por un proceso que comenzó varios años antes. La historiadora Vania Markarian señaló como primer antecedente el plebiscito de 1980, que marcó la victoria del No e impidió que se aplicara el proyecto presentado por el gobierno de facto. “El resultado fue bastante sorpresivo. Era un escenario muy difícil que triunfara el No en un plebiscito en dictadura, donde la oposición estaba muy reprimida y muy dispersa. Eso generó un momento de esperanza e incertidumbre”, dijo.
A partir de ahí, empezó un período de negociación entre los partidos políticos que no estaban ilegalizados: el Partido Nacional (PN), el Partido Colorado (PC) y la Unión Cívica (UC). Es importante aclarar que, aunque fueran legales, muchas de sus figuras estaban proscriptas, como el caso de Wilson Ferreira Aldunate, del PN. “La proscripción de Wilson no le permitió ser candidato en las siguientes elecciones. Había sido el líder político individualmente más votado en las últimas elecciones en democracia del año 71, y fue una figura emblemática de denuncia a la dictadura en el exilio”, planteó Rico. Lo mismo le sucedió a Jorge Batlle, que entre todos los políticos colorados fue el que mejor representó la oposición a la dictadura y el que “recibió los mayores castigos”.
El historiador destacó las elecciones internas de los partidos autorizados por el régimen, en 1982, como el segundo punto histórico que sirve de antecedente al “Río de libertad”. El libro El Uruguay de la dictadura, en su tercer capítulo –autoría de Gerardo Caetano y José Rilla–, explica que esas elecciones tuvieron una doble dimensión. En ella se afirmaron liderazgos y candidaturas para la siguiente instancia y significaron un nuevo examen para la dictadura luego del plebiscito de 1980. “De esta forma, los sectores políticos se situaron para la campaña en una polaridad muy similar a la del 80, definiendo su perfil en función de su postura frente al autoritarismo militar”.
“En resumen, las opciones más relevantes para la ciudadanía en las elecciones del 28 de noviembre podían ordenarse sobre la base de tres vertientes: las entonces fuertemente opositoras (Movimientos por la Patria y de Rocha, Libertad y Cambio, Unión Batllista Radical –Flores Mora–, Corriente Batllista Independiente y voto en blanco); las moderadamente opositoras (Unidad y Reforma, Consejo Nacional Herrerista y Unión Cívica) y las vinculadas y proclives al oficialismo (Unión Colorada y Batllista –pachequismo– y Libertad y Servicio de Alberto Gallinal)”, indican los autores en el libro citado.
En esa instancia triunfaron los sectores más opositores a la dictadura dentro de cada partido, y ese fue otro golpe importante para el régimen. Además, según Markarian, las elecciones tuvieron la particularidad del voto en blanco convocado por una parte de la izquierda, específicamente por el general Liber Seregni, líder del Frente Amplio, desde la cárcel. Eso marcó la presencia de una fuerza de oposición que no estaba representada en los intentos de negociación entre políticos y militares.
Hasta ahí, las derrotas de la dictadura fueron “por razones puramente políticas”, afirmó Markarian, pero en 1982 se sumó “un momento de crisis social y económica”. Esto tuvo su desencadenante a causa de “la ruptura de la tablita”, episodio en que la regulación del dólar que llevaba el Banco Central se descontroló y se disparó el costo de la moneda extranjera.
Las consecuencias se vieron en 1983. La historiadora lo definió como “el año de la oposición en la calle, de los movimientos sociales de trabajadores, de estudiantes, de cooperativistas”. Rico marcó la importancia del 1º de mayo de ese año, que fue el primero celebrado en dictadura: “Se logró luego de que 37 asociaciones sindicales solicitaran la posibilidad de poder organizarlo”.
Posterior a ese acto, empezaron las negociaciones en el Parque Hotel, una serie de encuentros que jerarcas militares mantuvieron con interlocutores que seleccionaron del PN, el PC y la UC, y en los que no se llegó a un acuerdo. En esas instancias “los militares intentaron meter por la ventana lo que no habían ganado en la cancha, más o menos la misma propuesta que fue rechazada en el plebiscito del 80”, dijo a la diaria el doctor en Ciencias Sociales Álvaro de Giorgi. Las negociaciones no avanzaron y el bloque opositor a la dictadura comenzó a moverse en búsqueda de ganarle la pulseada.
También, “parte del clima de movilización social fueron los estudiantes con la nueva Asceep (Asociación Social y Cultural de Estudiantes de la Enseñanza Pública) y el pico de movilización de la Semana del Estudiante en setiembre”, agregó Markarian. Todos estos sucesos fueron “allanando el camino y colocando grandes piedras en dirección al acto del 27 de noviembre”, explicó Rico.
El significado del acto
“La concentración popular del 27 de noviembre en las inmediaciones del Obelisco marcó el punto de máxima confluencia entre la movilización social y el consenso partidario detrás de un programa intransigentemente democrático. De allí en más, la izquierda política quedó definitivamente integrada y acreditada en el frente opositor, para disgusto y preocupación de muchos (que no sólo alistaban en las filas del gobierno)”, destacan Caetano y Rilla.
Ante la impresionante multitud, Alberto Candeau, actor de la Comedia Nacional, leyó la proclama que elaboraron Enrique Tarigo (PC) y Gonzalo Aguirre (PN). Bajo la consigna “Por un Uruguay democrático sin exclusiones”, el acto materializó la conjunción de la oposición política por el lado de los partidos y organizaciones sociales. Entre las últimas se encontraban “los sindicatos, estudiantes, cooperativas, las expresiones religiosas, barriales, y distintos tipos de asociaciones que en ese entonces generaron resistencias al régimen”, apuntó Rico. La resistencia clandestina fue otro actor a destacar: “Tanto el plebiscito como las elecciones de noviembre y, sobre todo, el evento del 27 permitieron que las formas clandestinas de resistencia a la dictadura, que se habían expresado en forma no pública, pudieran ir avanzando en un proceso de legalización”.
De Giorgi destacó a los políticos como los grandes actores de la escena: “Se muestran como los representantes más fidedignos del pueblo, a los que no se deja ser porque la dictadura insiste en su proyecto de tutela y amparo”. Por otra parte, hizo énfasis en que “la política sin simbolismos es difícil de palpar. El acto tuvo dimensiones sin precedentes y a su vez tuvo otros medios de amplificación, como la famosa foto que le da el nombre”. Otro ejemplo fue la forma en que se representó a los políticos más importantes que no estuvieron presentes: en lugar de Zelmar Michelini, asesinado por la dictadura, fue su viuda. Por el exiliado Wilson Ferreira fue su hija. En representación de los encarcelados Liber Seregni y el dirigente del Partido Comunista, José Luis Massera, concurrieron sus esposas.
Además, De Giorgi agregó que el acto tuvo mucho de performance, de impactar a través de la visualidad y de la música. Se eligió la canción “Libertad sin ira”, del grupo musical español Jarcha: “La canción no estaba identificada sectorialmente, era transversal a todo ese espectro opositor que se articulaba como un bloque”. El otro gran protagonista fue Candeau, que reafirmó lo performativo: “Esa característica se trasladó en el modo de pronunciar el discurso, que también tuvo mucho de teatralidad. No en un mal sentido, sino como una puesta escénica y con solemnidad”, explicó De Giorgi.
El acto del obelisco es un hito importante para la democratización y liberalización del régimen, pero para Rico “no hay que olvidar que se seguía reprimiendo, seguíamos en dictadura”. Recordó la represión que se llevó adelante contra la Unión de Juventudes Comunistas, entre el 3 y el 20 de junio de 1983, por la cual 25 jóvenes fueron procesados con prisión y sometidos a torturas y violaciones. Incluso, la represión se extendió con el asesinato de Vladimir Roslik en abril de 1984. “La transición costó, no fue un regalo. El régimen no se descompuso ni quedó inerte en las posibilidades de hacer política. Hizo política y reprimió a los efectos de seguir en el poder”.
Como consecuencia, para Markarian el acto generó la percepción de que había que abrir una instancia de negociación. “Fue una demostración de la fuerza de la oposición, que se mostró masiva y unida. Este es su momento de mayor visibilidad y el de la idea de que la democracia sea sin excluir. Representa un espíritu cívico y republicano”, afirmó. Desde una lectura más crítica con respecto al proceso de transición, Rico apuntó que “teniendo en cuenta lo que sucedió años después, ya recuperada la democracia, permitió crear la idea de un consenso democrático antidictatorial en el que todos eran demócratas de toda la vida y antidictadura”. Afirmó que el consenso fue tal que “contribuyó a no distinguir las posturas que distintos actores políticos tuvieron en este país desde el 27 de junio de 1973 y en el período precedente de ascenso del autoritarismo”.
“Presidentes de facto, miembros del Consejo de Estado, ministros del gobierno de facto, interventores de la Universidad, integrantes de directorios de entes, intendentes departamentales, mandos y personal jerárquico de las Fuerzas Armadas, diplomáticos al frente de embajadas y en organismos internacionales, diarios autorizados por la dictadura para la propaganda del régimen, el pachequismo. Esos son algunos de los casos donde el discurso del ‘demócrata de toda la vida y el opositor a la dictadura desde siempre’ no cierra”, señaló.
La propuesta de homenaje
En búsqueda de homenajear a Enrique Tarigo y Gonzalo Aguirre, autores de la proclama que se leyó en el acto, en mayo de este año se presentó un proyecto de fotogalería que tiene a ambos exvicepresidentes como protagonistas. La intención es que la exposición se ubique en las inmediaciones del Obelisco. El proyecto fue impulsado por Mariana Blengio, directora de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo, y la Comisión Nacional Honoraria de Sitios de Memoria ve con buenos ojos la iniciativa, de acuerdo a información publicada en el diario El País.
La exposición estaría integrada por la histórica foto de José Plá, la inclusión de la proclama y una placa en homenaje a sus autores. Sin embargo, dentro de los destacados no se encuentra ninguna de las personalidades de izquierda o de los movimientos sociales que participaron en el histórico evento.
De Giorgi señaló que “el proyecto de memoriales de la resistencia está muy identificado con la izquierda; el homenaje puede ser un intento de disputa, sería como marcar ‘nosotros también tuvimos nuestros resistentes’”. Además, explicó que es un acto del que nadie puede estar en contra porque “tiene esa condición de uno de los hitos de la lucha por la recuperación de la democracia”.
“Si uno tiene la concepción de que la dictadura cayó por el accionar de los partidos políticos autorizados por el régimen y a causa de la acción que se realizó entre el 82 y el 84, se acota mucho el universo de las personas a homenajear”, afirmó Rico. Consideró que si se ve el proceso de caída de la dictadura como algo que “llevó muchos más años, muchos más sacrificios, mucho más dolor y muchas más víctimas, entonces el arco de homenajeados es mucho más plural y justo con la verdad histórica”.
Además, planteó que la idea de un proyecto de transición que se recupera a partir de los partidos políticos es parcialmente cierta. “Los partidos políticos autorizados por el régimen, es decir, los partidos tradicionales, prácticamente no tuvieron un funcionamiento durante todo el período de manera activa y combativa, aunque dentro de ellos había sectores sancionados por la dictadura”, argumentó.
Varias investigaciones que se han hecho sobre ese período histórico colocan el foco de la resistencia de la dictadura y su debilitamiento en las organizaciones sindicales, estudiantiles y los partidos ilegalizados, afirmó Rico. “Desde la clandestinidad, a través de diferentes tipos de acciones, algunas de mayor alcance y otras más de sobrevivencia política, mantuvieron esa oposición a la dictadura durante 12 años. La prueba contrafáctica de este papel está en la represión. Uno de los objetivos fundamentales de la dictadura era eliminar a la izquierda del escenario político. No lo logró”.