El tema de conversación son las elecciones a la presidencia del Frente Amplio (FA) del 5 de diciembre, el balance de lo realizado por la izquierda y las cuentas pendientes, pero las alusiones al referéndum contra la ley de urgente consideración (LUC) son permanentes e inevitables. Al frente del PIT-CNT, Fernando Pereira fue uno de los referentes de la recolección de firmas contra la principal ley del gobierno. Dice que este muestra “temor” y “arrebatos de impaciencia” porque el Sí tiene chances “muy altas” de ganar.
Su candidatura a la presidencia del FA cuenta con el apoyo de sectores importantes y diversos dentro de la fuerza política, y se muestra confiado en que ese consenso allanará el camino de las transformaciones.
¿Cómo se dio tu decisión de pasar a la actividad político-partidaria?
Surgió una propuesta que tenía consensos muy amplios de los sectores más importantes del FA: el Movimiento de Participación Popular, el Partido Comunista, la barra de Fuerza Renovadora, la propia Vertiente [Artiguista]. Hablé con gente de las bases y lo veían con buenos ojos, y en ese momento fue que dije: “Sí, es posible ser presidente de todo el FA. Este consenso permite conducir al FA colectivamente pero al mismo tiempo transformarlo”. En ese momento hice el clic. Obviamente las transformaciones sociales son hijas de la política, y la política de izquierda en Uruguay se llama Frente Amplio.
¿Qué podrías aportarle al FA como presidente?
Fomentar la renovación generacional es la prioridad número uno. No hay ningún partido de izquierda en el mundo que transforme, que se transforme, que en el medio no tenga la incorporación de miles de jóvenes con sus propias ideas. La transformación de las ideas es hija de la renovación generacional, y, al revés, la renovación generacional es la que trae las nuevas ideas. Los jóvenes no abandonan ni los principios ni las ideas del FA, pero toman banderas que son sumamente valiosas para el movimiento popular, y si los jóvenes no vienen al FA, el FA tiene que ir a donde están los jóvenes. Nosotros terminamos muy enamorados de toda nuestra orgánica cuando en realidad nuestra orgánica depende de que esos jóvenes estén dentro del FA, de la manera que encuentren más adecuada. Muchos lo harán en los comités de base, y otros aportando desde lo académico, desde lo intelectual, desde la cultura, desde el arte. No hay que pensar que al FA sólo se le puede aportar desde la estructura orgánica, que es muy valiosa, que es el alma del FA, pero después hay muchos frenteamplistas que no quieren, que no se sienten identificados con esa forma de militar. Y en general son las nuevas generaciones.
Segundo camino: ir hacia la paridad. Es fácil decirlo y luego es complejo hacerlo. Incluso es fácil votarlo, porque ya está aprobado, pero luego la concreción tiene las dificultades que todos conocemos. Ahí creo que tenemos para aportar la experiencia de que pudimos hacerlo en el PIT-CNT, y no fue una tarea sencilla para nadie, fueron consensos muy amplios.
Hace diez años en Uruguay nadie podía decir: liberen a los presos de Domingo Arena. Y hoy lo pueden decir, porque tienen un sustento político.
Y el tercer camino es pensar la izquierda del futuro, que es animarse a pensar con otros: con académicos, con científicos, con hombres y mujeres de la cultura. Pensar cuál es la hegemonía cultural, cómo se defiende la izquierda de ataques que son injustificados pero que son permanentes. En cierta medida, generar una hegemonía cultural, o una contrahegemonía al “Hacé la tuya”, es parte de un trabajo inherente a cualquier fuerza de izquierda que quiera ser alternativa de gobernar, no sólo que quiera ser resistencia, sino alternativa de transformación.
En cuarto lugar, prepararnos para tener un plan de transformaciones suficientemente importante, con densidad ideológica, pero que cualquier uruguayo lo lea y sepa que cuando llegue el FA va a cambiar estas cosas. Por ejemplo, la matriz productiva, el agregado de inteligencia, la educación. Que la gente sepa para qué llegamos. Porque la primera ola de transformaciones el FA la hizo y la hizo con nota, el problema es que hubo un momento en el que pareció que esa agenda se agotó, o que no supimos trasladarla lo suficientemente bien. Pero por lo que sea, el FA necesita hoy tener un proyecto, una alternativa, un conjunto de ideas que enamoren.
Y en quinto lugar, humanizar la política. Nosotros no nos podemos mirar entre compañeros de la izquierda como desconocidos. La izquierda también es afecto, también es querernos, demostrarnos el cariño.
En términos programáticos, y con el diario del lunes, ¿qué temas serían prioritarios en el caso de que el FA llegue nuevamente al gobierno y que no se abordaron durante los gobiernos frenteamplistas?
Bueno, aprendimos que la inteligencia comunicacional es clave. Aprendimos que no siempre los medios son ecuánimes, o casi nunca lo son. Y que de repente, cuando estás en el gobierno se muestran como más equilibrados, pero ni bien no estás, el dos a uno en las noticias parece cantado. Aprendimos que gobernar es también gobernar con la gente, no para la gente solamente. Eso es un gobierno en asamblea permanente, y no lo puede hacer el presidente, lo tiene que hacer el partido. Si el partido queda fagocitado cuando el gobierno llega, porque la mayor parte de los cuadros del partido terminan yéndose al gobierno, no hay conexión entre gobierno, partido y sociedad. Si eso pasa, las obras del gobierno nacional aparecen como obras municipales con una facilidad increíble. Y aprendimos que hay temas que tenemos que acordar antes de llegar al gobierno: cuáles son las transformaciones en educación, por ejemplo.
Mencionaste a los medios de comunicación. ¿Qué hay para hacer en este terreno?
Ahí es cuando yo te digo que hay que ir a buscar el conocimiento. No me parece que hayamos encontrado la clave para democratizar los medios. O si la encontramos, no la aplicamos: estuvo la ley de medios, con una aplicación muy limitada. Pero como mínimo, el FA tiene que hablar con los medios, tenemos que llegar a la presidencia del FA y hablar con los medios y decir: “Esto es lo que está pasando, no precisamos al mago Daniel para decir que hay dos a uno de tiempo que se habla del No [en la campaña del referéndum contra la LUC] y tiempo que se habla del Sí”. El FA, que es casi 40% de los votantes en primera vuelta y casi la mitad de los votantes en el balotaje, no puede aceptar eso como parte de la realidad sin discutir con medios que tienen ondas públicas. Como mínimo, hay que ir a conversar y decir: “La comunicación necesita determinados niveles de igualdad”.
Generar una hegemonía cultural, o una contrahegemonía al “Hacé la tuya”, es parte de un trabajo inherente a cualquier fuerza de izquierda.
Pueden responder que es un tema de libertad editorial.
Que usen la libertad, pero que sepan que la están usando mal. La libertad es para usar bien; si la libertad es que los medios se van a embanderar con el oficialismo, tienen la libertad de hacerlo, pero como mínimo tienen que saber que nos damos cuenta, ¿no? Después, que hagan lo que quieran. Y el FA también tiene que ver qué hacer con sus propios medios de comunicación, cómo encauza sus medios de comunicación, por modestos que sean, para darle información a la gente.
Una izquierda incomodada gobierna en mejores condiciones. Cuando dejamos de escuchar a las disidencias, a los que se sentían incómodos, es que empezamos a perder sustento en la base social, y sin eso no hay transformaciones.
En el FA hay un diagnóstico compartido de que hubo un alejamiento de las organizaciones sociales mientras se estuvo en el gobierno. ¿Fue un alejamiento también programático?
El FA tiene que entender a cabalidad qué es la independencia de los movimientos sociales con respecto a la fuerza política. Las organizaciones sociales esto lo entienden muy bien. El movimiento sindical no va a dejar de pelear por sus derechos, nos va a empujar todo el tiempo con el cambio de la matriz productiva, con el desarrollo social. Es la tarea que tiene en la sociedad. Nosotros, como izquierda, nunca jamás les podemos poner el título de que nos están poniendo palos en la rueda, porque entonces no entendimos cuál es la independencia. La independencia es que los movimientos sociales pelean por sus derechos y el partido político de la izquierda trata de lograrlos. No siempre puede, no siempre va a tener la energía, pero siempre tiene que tener la convicción de que va a ir en dirección a donde va a ir la sociedad. Y buscar los caminos más justos. Naturalmente que el FA no representa sólo a trabajadores y cooperativistas y feminismos, pero su base social está ahí. Si entiende esto, el vínculo con las organizaciones sociales va a ser más llano, porque cada cual atiende su juego, pero partiendo de la base de que no considerás que el otro te está embromando: el otro está defendiendo los intereses de su clase, de su cooperativa, del feminismo. A veces nos faltó la modestia de escuchar con mayor claridad lo que nos estaban planteando, y cometimos el pecado de decir: “Nos están obstaculizando el gobierno”. Lo mismo que dicen ahora los neoliberales, y esa no es ni ha sido la lógica de los sindicatos; la lógica es ir por una sociedad con desarrollo social, productivo y económico, y esa pelea es compatible con lo que la izquierda política uruguaya piensa.
Una izquierda incomodada gobierna en mejores condiciones. Cuando dejamos de escuchar a las disidencias, a los que se sentían incómodos, es que empezamos a perder sustento en la base social, y sin eso no hay transformaciones.
Si vos planteás que las organizaciones no te permitieron gobernar es que no entendiste el proceso de cambio. El proceso de cambio fue potente y duradero porque el movimiento sindical peleó, porque los cooperativistas pelearon, porque el feminismo colocó su agenda. Porque hay agendas que se van colocando que produjeron cambios enormes en la sociedad uruguaya. Si uno piensa en las transformaciones de los 15 años, queda impactado: la energética, la transformación en el acceso a la educación, la pobreza que bajó de 40% a 9%, la pobreza infantil que bajó de 47% a 17%. Generamos las condiciones para un sistema nacional de salud, generamos una reforma tributaria, cosa que no se hizo en casi ningún país progresista de América Latina. Construimos transformaciones sociales muy potentes, tal vez las más potentes de América Latina. Y eso es posible cuando los movimientos sociales empujan, cuando la sociedad empuja y se hace parte del cambio. Cuando deja de sentirse parte del cambio es cuando se debilita tu proyecto político. Cuanto más independientes sean las organizaciones, mejor, porque te empujan el cambio desde un lugar que te incomoda, y una izquierda incomodada gobierna en mejores condiciones. Cuando dejamos de escuchar a las disidencias, a los que se sentían incómodos, empezamos a perder sustento en la base social, y sin eso no hay transformaciones.
¿Qué estrategias tendría que llevar adelante el FA para recuperar el gobierno?
Pueblo a pueblo permanente. Nosotros estamos muy alejados de nuestra gente del interior. Nuestra gente del interior no pretende que la atendamos, pretende que la entendamos. Nuestra gente del interior nos dice que tenemos que prepararnos para pelear las alcaldías, las intendencias, y para eso no podemos empezar el año previo a la elección. Nuestra gente nos dice: tenemos que tener un plan de formación potente para una militancia, que nos permita estar en condiciones de debatir, de intercambiar, de hablar con los vecinos. Nuestra gente nos dice: hay que volver al diálogo con las organizaciones sociales, y eso no implica en absoluto que ninguna de las dos partes pierda el papel que tiene en la sociedad. Nuestra gente nos dice: hay que conversar con el conocimiento al más alto nivel, y con los comunicadores. Si todas estas cosas las escuchamos, las procesamos y las administramos bien, el FA empieza a volver, porque la gente sabe que le prometieron los mejores cinco años de su vida y van los peores dos de los 17. Te pueden hablar de la pandemia, pero ¿acaso la Facultad de Ciencias Económicas no les advirtió que si no invertían 1% del producto, 100.000 uruguayos iban a caer por debajo de la línea de la pobreza, y cayeron? Entonces, cuando la gente empiece a comparar toda esta serie de transformaciones que te mencionaba con estos retrocesos, incluyendo los que trae la LUC, la gente va a empezar a volver. Eso supone ir a hablar con los desencantados, con los enojados, con los que no votaron al FA porque entendieron que se hicieron cosas que no estaban bien, y hay cosas que se hicieron que no estaban bien. Tenemos que ir a buscar a la gente que no es frenteamplista pero que piensa como el FA, que cree en el desarrollo productivo, en la justicia social, en que puede haber una profundidad democrática mayor. Y mucha de esa gente no nos está votando.
Se habla mucho de la participación de los jóvenes. ¿Solamente hay que escuchar, abrir los espacios, o es necesario también cambios en la estructura del FA?
Me parece que hay un cambio de época, y que una parte de los jóvenes no interpretan que su lugar de militancia hoy esté en el comité de base. En los actos a nosotros nos plantean incomodidades, circunstancias que no los dejan crecer como militantes. Entonces, me parece que lo que hay que generar es que los jóvenes hagan lo que quieran para participar, que busquen sus mecanismos. Capaz que luego la incidencia orgánica es menor, pero su incidencia en la vida política va a ser enorme.
Pero después no tienen incidencia en las decisiones que se toman.
Pero habrá que ver cómo, lo que hay que animarnos es a que entren, porque después que entran, te cambian. Es como la chiquilina que acaba de salir [se refiere a su hija]; viene acá y todos los días me habla de feminismos, y un día me cambia. Si están en tu casa, te cambian. Y lo otro es fortalecer los comités de base. El alma del FA son los comités de base. Pensemos cómo una fuerza política golpeada por una derrota electoral, en pleno duelo, viendo cuáles eran los errores que había cometido, logra juntar, en el medio de eso, 420.000 firmas. Eso son bases frenteamplistas. Entonces, fortalecer esas bases, darles insumos para tener debates políticos que luego incidan en la vida nacional, es una tarea de la presidencia. Darles la tranquilidad de que van a tener toda la fortaleza que sea necesaria es una tarea de la presidencia. Sin bases no hay nada.
¿Cómo te imaginás el escenario del día después del referéndum contra la LUC, tanto si gana el Sí como si pierde? ¿Qué impacto va a tener el resultado a futuro?
En la elección nacional, ninguno. En la vida de las personas, enorme.
¿Te parece que no tendría ningún impacto en la elección?
Y bueno, mirá el 92. En el 92 el referéndum de las empresas públicas ganó con 72%. El Partido Nacional había quedado muy golpeado después de ese referéndum. Y en la elección siguiente [Alberto] Volonté perdió con [Julio María] Sanguinetti por 11.000 votos. Entonces, ¿dónde estuvo ahí el cambio electoral? La gente cuando decide sobre leyes decide sobre el fondo de los temas. Si la izquierda es capaz de colocar los temas que le importan a la gente en la agenda, en el imaginario, si no se deja colocar en esta discusión como que es una elección a mitad de período, si intenta colocar sus verdades y son claras, la gente va a derogar la LUC independientemente de que no cambie el partido. Por eso digo que es muy importante para los ciudadanos, pero no tanto para la elección de 2024. Ahora, ellos están nerviosos. Colocar al presidente Lacalle al frente de la campaña es una muestra de nerviosismo. Hasta ahora en ningún referéndum había participado un presidente, más allá de si está bien o mal, yo no lo juzgo. Lo que digo es que cuando colocan a la figura que hoy tiene más prestigio dentro del gobierno, es porque saben que sin eso no ganan.
Ese nerviosismo también les hace cometer errores, porque plantear que la derogación de la LUC es volver a la Unión Soviética, o que va a generar la liberación de miles de presos, cuando el profesor Diego Camaño les dice que no es verdad; o plantear que las adopciones hoy van a durar más tiempo, cuando ese artículo no fue incluido; o dejar filtrar que nosotros estamos en desacuerdo con que haya un registro de violadores, cuando ese artículo tampoco está presente en los 135 a derogar, son imágenes del temor. Dar un taller a los comunicadores sobre la LUC, cuando no se dio ni cuando se aprobó ni cuando se presentó, es un arrebato de impaciencia. Todos esos arrebatos nos muestran que las condiciones de ganar del Sí son muy altas, pero el FA eso no lo puede evaluar como una victoria electoral, porque ahí estaría cometiendo un segundo pecado, que es creer que las victorias sociales y políticas luego se transfieren a votos. Y a votos se transfieren si hay un programa creíble. Lo mismo si pierde, no hay que pensar que la elección de 2024 está jugada, muy por el contrario. Hay un porcentaje alto de ciudadanos, que son quienes definen la elección, que no miran a sus referentes políticos para votar en este tipo de consulta, porque votan en defensa propia.
¿Cómo ves el hecho de que el gobierno esté conteniendo la suba de los combustibles y no cumpliendo con el esquema que se había fijado en la LUC?
Es que si lo hacen pierden por goleada. Es parte del marketing político. Ni bien pase la LUC, va a subir el combustible. Esto la gente lo tiene que poder percibir. De la misma manera que Sanguinetti le dice a [Guido] Manini [Ríos]: la liberación de los presos mayores de 65 años de Domingo Arena no es una mala idea, es un momento inoportuno para tratarlo. Porque se está discutiendo la LUC. La seguridad social, que venía a todo ritmo... presentaron el informe pero nadie lo trata. Las personas esto lo ven, pero si no lo ven en su totalidad, se lo tenemos que hacer ver, porque luego va a pasar el referéndum, y si las cosas no salen adecuadamente, puede ser que después vengan otras transformaciones que sean tan perjudiciales como la LUC. Hay que evitarlas, y las evita la gente votando. En Uruguay laudamos todo democráticamente. Por eso se precisa un Frente más frente y más amplio, que deje sus fronteras. Porque no necesitamos hacer una elección del FA contra los partidos de la coalición; necesitamos pueblo organizado, de diferentes maneras. Nosotros no nos podemos creer los dueños del referéndum porque no lo somos.
Algunos dirigentes de la coalición de gobierno, por ejemplo el ministro [de Trabajo y Seguridad Social] Pablo Mieres, sostienen que el FA está aislado en el sistema político. ¿Para vos es un tema de preocupación que el FA pierda amplitud y posibilidad de tejer alianzas con otros partidos políticos?
Depende. Si el FA se conforma con el electorado que tiene, aun siendo muy grande, queda aislado. Si el FA piensa en términos de alianzas políticas y sociales lo más amplias posibles, tiene que ir a la búsqueda de esas alianzas. Y están en pequeños sectores del Partido Nacional, del Partido Colorado, de Cabildo Abierto [CA], del Partido Independiente [PI]. Estoy seguro de que muchos votantes del PI se sienten más cerca de las transformaciones que hizo el FA que de las que está haciendo Luis Lacalle Pou. Ahora, el problema es que no hay que hablarles a los jefes de los partidos sino a los votantes. Y luego establecer una fuerte alianza con las organizaciones sociales, incluso con aquellas que tienen una lejanía importante con el FA, pero que están viendo que les prometieron no subir los combustibles y están subiendo 30%. Hay promesas de campaña incumplidas: no vamos a bajar los salarios y los bajaron dos años consecutivos, no vamos a bajar las jubilaciones y las bajaron dos años consecutivos. Y esto un tiempo se puede sostener con publicidad y buen marketing comunicacional, pero no se puede sostener durante cinco años. No se puede tapar con una mano que haya decenas de miles de uruguayos comiendo en ollas populares, que la educación bajó su presupuesto, que en la salud ya están faltando cosas.
El FA no puede perder la visión de construir una nueva mayoría. Ahora, no veo a un partido aislado si junta el 30% de las firmas del padrón con las organizaciones sociales. Lo vería aislado si se hubiera retraído, si no tuviera agenda. Pero entiendo que los demás lo traten de imponer. El PI tiene 1%, el PC tiene 8% o 9%, y CA, que es la revelación de la elección, 11% o 12%. Y nos dicen aislados a los que tenemos 40%.
El FA votó algunos proyectos, como el de suelos de prioridad forestal, con CA. Eso generó resistencias en una parte del FA por este concepto del cordón sanitario a la extrema derecha. ¿Cuál es tu opinión? ¿Está bien hacer alianzas tácticas, coyunturales, con partidos como CA?
Es un debate que hay que tener. CA guarda en sus filas gente que efectivamente es de la extrema derecha, y gente más cercana a lo que sería el peronismo, el nacionalismo popular. No es que sea una fuerza homogénea de personas que sostienen la derecha más pura, más reaccionaria. Hay que ser más fino en el diagnóstico, porque si no podemos estar haciendo homogéneo algo que no lo es. Y yo parto de la base de que muchos de los votos de CA van a volver al FA, porque hoy el FA está mucho más cerca de una parte del electorado de CA de lo que lo está Guido Manini Ríos.
¿Y sobre la conveniencia de hacer estas alianzas a nivel legislativo, qué pensás?
Que hay que evaluarlas una por una.
Si vos planteás que las organizaciones no te permitieron gobernar es que no entendiste el proceso de cambio. El proceso de cambio fue potente y duradero porque el movimiento sindical peleó, porque los cooperativistas pelearon, porque el feminismo colocó su agenda.
En la región crece el extremismo de derecha. ¿Te parece que en Uruguay hay margen para que esos discursos y acciones avancen?
Bueno, el último Latinobarómetro muestra preocupación. Si 20% y pico de la sociedad estaría dispuesto a vivir en una dictadura, es una minoría, pero no deja de ser un número demasiado alto. Esos datos hay que mirarlos y ver cómo se fortalece el sistema democrático, y por momentos los partidos se despreocupan de la democracia en pos de conservar su lugar en el gobierno. Y luego todos tenemos que vivir bajo un mismo sistema. Si vamos construyendo la idea de que los partidos son una gran porquería en la que nadie puede creer, esa idea se va consolidando y surgen estas expresiones, que parecen outsiders de la política pero que en general no lo son, que tienen las posiciones más reaccionarias. Hace diez años en Uruguay nadie podía decir: liberen a los presos de Domingo Arena. Y hoy lo pueden decir porque tienen un sustento político que no es grande pero es importante. Si las derechas pueden hablar de impunidad con tranquilidad, si pueden hablar contra las libertades... A nosotros nos juzgan por si somos garantes de la democracia. Pero es ridículo: estuvimos 15 años en el gobierno, no perseguimos un minuto a un periodista, a un medio, a un opositor, no limitamos derechos.
Si en un par de años vinieran sectores y bases a proponerte que seas candidato a la presidencia de la República, ¿lo considerarías o lo descartarías de plano?
Sí, de plano. Llego para quedarme todo el período. Y si no, todo lo que sostuve en la entrevista no sirve. Si yo digo que tiene que haber una conexión entre el partido y la sociedad si se llega al gobierno, que el partido juega un papel clave, y luego cuando llegamos al gobierno nos vamos los que fuimos electos para dirigir la fuerza política, entonces, ¿cuál es el sentido de sostener estas cosas? Ni siquiera a presidente, imaginate una lista al Senado o a Diputados. Obvio que cualquier uruguayo pensará en su momento en ser presidente de la República, yo no digo que no. Yo descartar no descarto nada salvo lo que descarto, pero lo que descarto es que en el período de la presidencia del FA no voy a aceptar ningún cargo, ni electivo ni designado. No hay honor más grande para un frenteamplista que ser presidente del FA. Y además, hay hombres y mujeres en condición de ir a la elección a la presidencia de la República que están muy bien posicionados, muchos. Esa también es la diferencia entre la izquierda uruguaya y otras izquierdas: la izquierda uruguaya no depende de un solo líder, depende de la conjunción de sectores, bases, movimiento, y eso la hace impermeable a la dependencia de una sola persona, como puede ser el caso de Brasil con Lula. Nosotros podremos ganar o perder, pero no va a depender de un Lula, va a depender de miles de Lulas, que militan diariamente por construir una sociedad mejor.
“Siento mucha admiración por el movimiento sindical”
El viernes 5 de noviembre, Fernando Pereira participó por última vez en un Congreso del PIT-CNT. Estuvo en el movimiento sindical 35 años. Al momento de la despedida, no intentó disimular las lágrimas. “Me vinieron a la cabeza un conjunto de recuerdos: el Pepe D’Elía, Wladimir [Turiansky], el Gallego [Carlos] Bouzas, [Eduardo] Platero, Jorgelina [Martínez], [Juan] Castillo y tantos compañeros con los que milité. Luis Puig. Cuántas historias comunes, cuántas luchas ganadas y cuántas perdidas, cuántos dolores y cuántas sonrisas, el nacimiento de nuestros hijos, la posibilidad de crecer en un lugar”.
Dice que siente admiración por lo que califica como “una pieza única en el mundo”, y que si tuviera siete vidas, no le podría devolver al “enorme” movimiento sindical todo lo que le dio.
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