El presidente de Argentina, Alberto Fernández, fue la primera persona que se contactó con el expresidente brasileño Lula da Silva tras conocerse la noticia de la restitución de sus derechos políticos. Pero no pudo conectarse inmediatamente ‒Lula estaba a esa hora conversando con sus abogados‒ y por eso recurrió al excanciller Celso Amorim. Diplomático de carrera, del Partido de los Trabajadores (PT) aunque sin integrar su orgánica, Amorim acompañó a Lula en sus ocho años de presidencia. Contó a la diaria que esta semana ha notado a Lula “inspirado, sin odio, sin miedo, animado, hablando de los problemas de los brasileños”.

“Hay una cosa como de ‘macho’, en el peor sentido de la palabra, no solamente contra las mujeres, sino contra el humanismo, contra la idea de valores civilizatorios”.

¿Qué impactos va a tener la restitución de los derechos políticos de Lula en la política de Brasil?

El impacto es enorme. Porque tenías al líder más popular de Brasil fuera del juego político, y ahora entra. Y es como si hubiera agarrado un megáfono. Hay que ver la repercusión que tuvo su charla de ayer [por el miércoles]. Fue imposible ignorarlo, hubo una gran presencia de los medios y una reacción incluso de los políticos; no sólo de la izquierda y de las fuerzas progresistas, para las que ahora Lula es un factor de congregación, sino incluso de la centroderecha, que está insatisfecha con Bolsonaro. Algunos de sus líderes, por ejemplo Rodrigo Maia [del partido Demócratas], que era el presidente de la Cámara hasta hace un mes, dijo que el discurso de Lula fue el discurso de un estadista. Hay un cambio indiscutible, y no estoy hablando de la elección. Aunque es obvio, es inevitable que se piense en la elección. Veo un gran ánimo de las fuerzas progresistas, un poco de oxígeno en la política brasileña y un contrapunto evidente a toda la locura que es la política actual.

En un momento pareció que a la derecha y al poder económico en Brasil le era funcional Bolsonaro, y que ya no lo es más. En ese sentido y en este escenario, ¿la derecha y el poder económico pueden llegar a tenderle una mano a Lula para sacar a Bolsonaro?

Eso sería esperar mucho. No sé. Yo creo que Lula es un hombre de diálogo, siempre ha sido, toda su vida. Aquí en Brasil yo trabajé durante los ocho años de Lula como presidente y no hubo una pelea con periodistas, recibía a los empresarios siempre, tanto del agronegocio, como a los industriales, del sector financiero, de todas partes. Al contrario, había gente en la izquierda que podía creer que conciliaba mucho. Yo no lo creo, creo que hizo las cosas correctamente. Entonces sí, creo que habrá algunos oportunistas que piensen “bueno, quizás es mejor...”. Pero es temprano para decir eso, es prematuro. Con relación al cansancio con Bolsonaro, hay varios aspectos. Hay un cansancio con la situación económica, que no sólo no mejora sino que empeora, las inversiones extranjeras disminuyen o incluso se van del país, hay empresas que cierran y que estaban aquí desde hacía 100 años, como la Ford, hay temores por las importaciones de China... Y lo que más le molesta a la centroderecha es que no haya relación con el gobierno norteamericano. Hay una no-relación del gobierno de Bolsonaro con [el presidente de Estados Unidos, Joe] Biden. Todas las actitudes y declaraciones del canciller y del propio presidente diciendo que había indicadores de fraude... Claro que Estados Unidos no va a despreciar completamente a Brasil, porque es grande, tiene muchos recursos, les interesa, pero no será una relación buena ni de apoyo. Incluso para las cosas que yo no apoyo pero que a la centroderecha le importan mucho, como entrar en la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos]. O también el acuerdo Mercosur-Unión Europea... todo eso va a ser muy difícil con Bolsonaro en el poder. En ese sentido sí hay un cansancio. Creo que la mala relación con el gobierno de Biden sí es algo que la élite brasileña no soporta, no soporta pelearse con Estados Unidos.

El canciller brasileño Ernesto Araújo escribió en Twitter esta semana que la política exterior de Lula consistía en “hostilizar” a Estados Unidos.

El canciller Araújo no tiene ninguna credibilidad, ni siquiera con la derecha. Hace tiempo que los periódicos como O Globo o Estado de São Paulo hacen muchas críticas a Araújo. Yo mismo firmé una carta junto a los excancilleres ‒nunca me hubiera imaginado que iba a firmar una carta con el propio Fernando Henrique Cardoso, que también fue canciller‒ porque todos estábamos totalmente en shock con esta política, incluso antes de que pasara lo de Biden. Araújo no tiene ninguna credibilidad. Creo que está ahí porque tiene el apoyo de la extrema derecha. Es una persona que no consigue hacer un párrafo sin varias imprecisiones semánticas y sintácticas.

Durante los gobiernos del PT, Brasil ocupó un lugar de prestigio en el concierto internacional junto a otros países emergentes, que parece haberse destruido con el gobierno de Bolsonaro. ¿Cómo puede recuperarse aquella imagen?

Creo que si Lula vuelve al poder, se recupera rápidamente. Si es un gobierno de centroderecha, tendrá que hacer más esfuerzos, porque no tiene la fuerza que Lula tiene. Pero Bolsonaro destruyó mucha cosa, y en la política exterior tú sabes que una de las cosas más importantes es la credibilidad del país. Entonces, recuperar la credibilidad va a requerir un esfuerzo grande. Demostrar que Bolsonaro fue una cosa anormal... es el mismo temor que hoy tienen los europeos con relación a Estados Unidos: ¿y si Trump vuelve? Por eso es necesario crear... no quiero hablar de un frente amplio porque en Uruguay tiene otro sentido, y porque puede parecer una cuestión electoral, pero es necesario un gran consenso nacional de que Brasil tiene que caminar en otro sentido. Uno de los aspectos que mencionó ayer Rodrigo Maia es la política exterior, que sea una política de independencia y de integración con América del Sur. Una de las cosas que me dejó muy contento, y que revela la grandeza de un personaje como Pepe Mujica, fue que cuando estuvimos una vez con él, cuando era presidente, en Rivera y Santana do Livramento, nos dijo una cosa muy interesante. Nos dijo que las posiciones que Brasil había tomado con relación a Irán y a Palestina eran muy buenas para América Latina, porque eso valorizaba a toda la región. Lula siempre intentaba valorizar América del Sur. Cuando hicimos las reuniones con los países africanos, la propuesta que nos hizo el presidente de Nigeria fue que hiciéramos una cumbre Brasil-África. Y Lula dijo: “No, no vamos a hacer solamente Brasil-África, vamos a hacer América del Sur-África”. Porque tenía siempre esa preocupación. Y lo mismo con los árabes. Recuperar todo eso, con la personalidad de Lula, es más fácil. Pero la construcción del consenso es muy importante para la credibilidad externa. ¿Cuál es el consenso? Los principios de no intervención, de igualdad jurídica de los Estados, de la integración latinoamericana. De todo eso se alejó el gobierno de Bolsonaro.

¿Cómo estaba Lula anímicamente después de la decisión judicial?

Estaba muy animado. Yo lo acompañé a Lula tanto tiempo, y viví muchísimas situaciones distintas con él, dentro y fuera de Brasil. Pero después del discurso estaba especialmente inspirado, sin odio, sin miedo, animado, hablando de los problemas de los brasileños. Eso se refleja ya en todos los medios brasileños. Me escribe ahora una periodista brasileña y me dice: “Qué cosa, cómo cambiaron las cosas, cuántos elogios a Lula”.

En el discurso él habló sobre la necesidad de crear un frente amplio. ¿Te parece que la izquierda en Brasil debería apostar a generar un espacio político que trascienda al PT? ¿El PT quedó demasiado deslegitimado ante la sociedad?

No, eso no lo creo. El PT es el partido más fuerte, el más grande. Hoy por hoy, Lula es el único candidato que tiene una chance real de ganarle la elección a Bolsonaro. Incluso la gente de otros partidos de izquierda comprende eso perfectamente. [Guilherme] Boulos estaba ahí en el discurso de Lula en San Pablo. No quiere decir que vaya a desistir de ser candidato, pero estaba ahí. El propio Flávio Dino ha dicho más de una vez que si Lula recupera sus derechos políticos él retira su candidatura. Porque hay un reconocimiento de que es un gran líder. El único que aparentemente tiene un problema con la figura de Lula ‒yo no sé si es un problema psicológico o qué‒ es Ciro Gomes, porque cree que era su turno, y no hay tal cosa en la política. La política es lo que tiene que ser en el momento.

“Veo un gran ánimo de las fuerzas progresistas, un poco de oxígeno en la política brasileña y un contrapunto evidente a toda la locura que es la política actual”.

En un escenario hipotético de un triunfo de Lula en las elecciones, ¿hay alguna chance de que Bolsonaro se niegue a entregar el poder? ¿Qué apoyo tiene hoy a nivel militar?

Bolsonaro cooptó mucho a los militares como corporación. Una gran parte de los militares tienen una ideología más de derecha. Pero no sé si necesariamente ese va a ser el razonamiento del alto mando militar. Temores similares, con más razón, había en el proceso de vuelta a la democracia, y las cosas no pasaron. Yo no creo que vaya a suceder ahora. Hoy [por el jueves] el vicepresidente [Hamilton Mourão] dijo en la prensa: “Bueno, yo lamento mucho si Lula gana la elección, pero no va a haber golpe”. Después de la condena de Lula en segunda instancia, hubo un tuit del comandante del Ejército que fue interpretado como una presión para que la Corte Suprema actuara de determinada manera contraria a Lula. Eso no salió bien para los militares, porque a la derecha menos fascista no le gusta parecer que son los militares los que mandan, tiene que dar una impresión distinta. No le gusta que los militares presionen a la Corte Suprema, por razones obvias, porque mañana puede ser contra ellos también. Entonces, yo no veo... puede haber reacciones, seguramente de militares retirados, que creen que todo era mejor en la época del gobierno militar, pero creo que la población no está afín a eso. Los golpes militares en América Latina, y en Brasil en particular, siempre ocurrieron cuando tenían el apoyo de la élite económica. Los militares nunca salieron solos. Es verdad que una vez que están en el poder pueden haber radicalizado más a la derecha. Pero me parece que salir y dar un golpe no creo que sea probable. Sería aislar a Brasil de una manera brutal del mundo.

“Hay una cosa como de ‘macho’, en el peor sentido de la palabra, no solamente contra las mujeres, sino contra el humanismo, contra la idea de valores civilizatorios”.

¿Qué impactos a largo plazo, más difíciles de revertir, tuvo el gobierno de Bolsonaro en Brasil?

Los factores místicos y religiosos que trabajaron a favor de una actitud de egoísmo contraria al espíritu de las religiones, al menos de la mayoría. Cómo eso pasó en Brasil es algo difícil de comprender plenamente. Bolsonaro, con toda la pandemia y con todo, sigue teniendo 25-30% de apoyo, alguna vez más de 30 incluso, casi 40. Yo no comprendo. Con la gente muriéndose, con la desocupación... No se puede negar un potencial de egoísmo. Y no tengo nada en contra del combate a la corrupción, pero la manera como fue utilizado lo transformó en un arma de destrucción masiva. Eso tuvo un efecto muy fuerte sobre la clase política en general, no solamente sobre el PT. Lo que se sabe de eso hoy es que mucho no está comprobado, sobre todo con relación a Lula. Contra Dilma hubo un golpe parlamentario; contra Lula hubo un golpe judicial-militar-mediático. Las personas buscan también una cosa quizás mesiánica, buscan un líder que les pueda... no sé por qué. Creo que eso es una cosa negativa del carácter del brasileño que yo no conocía. Cuando salgo de casa, veo que muchas personas, no importa la clase social, están sin mascarilla. La propia policía estaba sin mascarilla hace unos días. Eso es increíble. Hay una cosa como de “macho”, en el peor sentido de la palabra, no solamente contra las mujeres, sino contra el humanismo, contra la idea de valores civilizatorios. Incluso cuando se defiende la soberanía en Brasil se defiende de una manera totalmente errada, como hace el gobierno, como si uno pudiera decir que es soberano para hacer lo que quiera en la Amazonia, o para no respetar los derechos humanos. No, la soberanía no es para eso. En el plano individual, eso se traduce en que las personas dicen: “No, yo no sigo ninguna regla, hago lo que quiero”. Y esto fue muy reforzado por algunas iglesias evangélicas, con su visión de oponerse a la teología de la liberación con lo que llaman “teología de la prosperidad”, en la que predomina el individuo y su relación con el pastor y con Dios, y no en la solidaridad con los de su clase, con otras personas que están en la misma situación.

Si Lula volviera al poder, y tomando en cuenta el aprendizaje de los gobiernos anteriores, ¿qué políticas debería abordar primero?

Hay muchas cosas en la política con relación a los medios, a otras cosas... Pero yo diría solamente algo que me parece importante. Paulo Freire dice que la educación debe ser política. Y yo diría que lo que tenemos que hacer es la política como educación. El problema es que uno gana la elección e inmediatamente tiene que hacer cosas rápidas, que tengan efecto inmediato, y ya pensar en la elección siguiente, porque mantenerse en el poder es la primera regla de la política. Pero yo creo que la educación es importante. Y no estoy hablando de adoctrinamiento, sino de despertar el sentido crítico en las personas, discutir más, que las personas comprendan por qué están viviendo en esa situación, por qué el pan que ganan no ha sido obra de Dios y ni siquiera de su mérito personal solamente. Tal vez sí de Dios, tal vez sí de su mérito personal, pero también resultado de una acción social, de una cierta manera de organización de la sociedad. Es necesario que nos dediquemos más a eso, porque es impresionante el número de personas que son pobres, que viven mal, y que votaron a Bolsonaro. Y, además, en el mundo ‒y no estoy hablando de los intereses, porque no quiero ser ingenuo‒veo de un lado al papa Francisco, a Biden y a Lula, y a Trump y a Bolsonaro del otro lado. Eso no quiere decir que no vayamos a tener conflictos con Estados Unidos y con Biden, pero por lo menos en la visión general de los valores humanos están en el lado positivo de la humanidad. Y para eso tenemos que obtener el consenso, la visión de los verdaderos humanistas, eso es lo que estamos precisando. Conformar un gran frente humanista.

La fiscalía apeló la anulación de condenas a Lula

La Procuraduría General de la República apeló ayer la decisión judicial que anuló las condenas dictadas contra el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva. Esta apelación deberá ser tramitada por el Supremo Tribunal Federal de 11 integrantes. Uno de ellos, Edson Fachin, determinó el lunes que las investigaciones judiciales por las que Lula fue condenado debían anularse porque el juez de Curitiva que lo acusó en primera instancia, Sergio Moro, no tenía competencia para juzgar esos casos.

Otro de los integrantes del tribunal, Gilmar Mendes, argumentó que Moro incurrió además en “una cadena de actos lesivos hacia el compromiso de imparcialidad” que debía cumplir como juez, en un intento de “deslegitimar” a Lula en plena campaña electoral de 2018. Señaló que en 2019 se hicieron públicos mensajes que dan a entender que Moro les dio indicaciones a los fiscales sobre cómo impulsar la acusación contra Lula en su juzgado, algo que está expresamente prohibido.

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