“La religión aporta satisfacciones imaginarias o fantásticas que desvían cualquier esfuerzo racional por encontrar satisfacciones reales”. Esta es sólo una de las tantas afirmaciones de Carlos Marx en la que plantea una crítica a la religión como práctica que aleja a las personas de sus preocupaciones cotidianas, y en ese sentido las aliena. Sin embargo, si bien entre religión e izquierda, o para ser más precisos, entre marxismo y cristianismo, ha habido desencuentros, también se construyeron puentes a partir de una convicción común: la necesidad de optar por los oprimidos y de trabajar por la transformación social.

Los diputados del Frente Amplio (FA) Gonzalo Civila (Partido Socialista) y Daniel Gerhard (Partido por la Victoria del Pueblo, PVP) son una prueba de esta cercanía entre ciertas corrientes del cristianismo, como la teología de la liberación, y la izquierda política.

En su adolescencia, Civila tomó contacto con una experiencia de militancia social en el ámbito parroquial. Previo a la crisis de 2002 trabajó en asentamientos y, según cuenta, apareció en la propia comunidad “la inquietud por lo político”. Había “un montón de gente que la estaba pasando muy mal y con la que intentábamos construir experiencias alternativas, y de ahí la necesidad del involucramiento en política”, contó el diputado. “Para mí lo que significa la propuesta del Evangelio, de Jesús de Nazaret, la propuesta cristiana, es básicamente un posicionamiento humanista radical, que lo que busca es las condiciones del desarrollo pleno de lo humano, que interpela todas las realidades de injusticia y que hace opción siempre por los sectores más vulnerados, por los más pobres, por los discriminados, por los excluidos”, explicó. Para Civila, la dicotomía que a veces se presenta públicamente entre izquierda y cristianismo “no existe, al contrario: lo que parece una dicotomía y una tremenda contradicción es querer pegar posiciones de derecha con posiciones que surjan de una vivencia del Evangelio”.

Para Gerhard, desde el punto de vista teórico y para quienes se sienten “enraizados en la tradición de la teología de la liberación, las posibles contradicciones con el marxismo ya están muy superadas”. “Por supuesto que si vos me preguntás: ‘¿Jesús estaría de acuerdo con la dictadura del proletariado?’. No, bueno, ahí ya nos fuimos un poco lejos. Pero un par de pasos antes no generaría ningún problema o ninguna contradicción”, considera.

Dilemas con la institución

La Iglesia católica es diversa, incluso como institución, remarcan los legisladores. Durante una época, después del Concilio Vaticano II, la teología de la liberación ganó fuerza dentro de la institución, así como la necesidad de aportar a una política contrahegemónica, transformadora. En cambio, esta visión comenzó a retroceder durante los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. “Fue una etapa muy difícil para la teología de la liberación, de cierta persecución teológica en algunos lugares, y eso incidió en que vos tenías en otra etapa en América Latina obispos muy embanderados con la teología de la liberación, y en esa etapa eso era muy difícil de encontrar. Ahora yo creo que con esta nueva realidad del papado de Francisco ha habido un reimpulso, porque hay un mensaje de apertura a toda esa vivencia y esa lectura de lo cristiano”, destacó Civila.

Para Gerhard, “desde el punto de vista marxista, es difícil ponerse a la izquierda de Jesús, porque Jesús le dijo al rico: ‘Pa, estás muy forrado para seguirme’. Entonces, cuando vemos al catolicismo del Uruguay tan sostenido desde las clases altas, que se está volviendo lamentablemente una religión de las clases altas, que sólo les habla a las clases altas, eso no tiene nada que ver con Jesús”, que era “un revolucionario”.

La tradición batllista

Tanto Civila como Gerhard coinciden en que el batllismo y su proceso de secularización pesan mucho en los imaginarios y generan desencuentros, y lo mismo sucede con algunas lecturas “muy europeístas del marxismo, que plantean una suerte de incompatibilidad”.

Para Civila, las acusaciones de falta de racionalidad a las personas que profesan la fe parten de “un enorme desconocimiento”. “El tema del diálogo fe-razón en el cristianismo es un tema viejísimo sobre el que hay muchísimo escrito. A veces se parte de la base de que todo lo que tiene que ver con la fe se vincula con una visión espiritualista, medio mágica, que uno cree que hay un dios que viene e interviene sobre la historia y resuelve tal cosa y tal otra. Eso no es, claramente, lo que uno cree. La formación teológica y religiosa en Uruguay es muy deficitaria”, lamentó.

La agenda de derechos

Tanto Civila como Gerhard apoyan el matrimonio igualitario y la despenalización del aborto, en sentido contrario a la posición oficial de la Iglesia católica. Y lo mismo piensan muchos cristianos, remarcan. “Ninguna de esas cosas son parte del corazón de lo que podrían considerarse los aspectos esenciales de la fe; son posiciones sobre temas de debate político y social en los que hay miradas muy diversas dentro del campo de lo cristiano, y donde desde ciertos espacios institucionales se han generado posiciones que están en debate y en profunda crisis”, afirmó Civila. Aseguró que hay “todo un campo de teología feminista, queer, donde estos debates no sólo están superados sino que se plantean perspectivas que creo que aportan a profundidad miradas de igualdad y de diversidad en todos estos asuntos”. Destacó que la mirada cristiana implica estar “siempre del lado de la víctima, del oprimido” y que “la vivencia del amor es indistinta de las preferencias sexuales de las personas”, por lo tanto, las posiciones de los sectores conservadores son, en este sentido, contrarias al Evangelio. Sobre la despenalización del aborto, recordó que el sacerdote Perico Pérez Aguirre escribía artículos fundamentando sus razones a favor de esa medida, antes de que fuera aprobada en el Parlamento.

Gerhard, en tanto, indicó que desde su perspectiva cristiana hace una lectura del Evangelio contextualizada, histórico-crítica, y no literal. “Si yo hago una lectura literal, no se puede ni divorciar la gente. Si hago una lectura teológica histórico-crítica, tengo que entender por qué Jesús dijo lo que dijo cuando lo dijo. Jesús pretendía defender a la mujer”, afirmó. Además, consideró que la concepción de la sexualidad como un tabú y, en el mejor de los casos, sólo para la procreación, “es una construcción histórica de instituciones religiosas”.

“Perico Pérez Aguirre decía: ‘Cristianos y marxistas en realidad tenemos un largo camino juntos, y en la tierra no hay ninguna diferencia. La diferencia es que para ellos la revolución termina con la muerte, y para nosotros la trasciende’”, recordó el diputado del PVP.

Desde la praxis

Para el sociólogo especializado en religión Néstor Da Costa, hay una tendencia en la izquierda a obsesionarse con el poder político de la Iglesia católica y a identificar “lo religioso con oscurantismo, con ignorancia, con superstición”. “Ese imaginario de que el creyente es medio tonto se ha ido construyendo con el tiempo, es un imaginario muy decimonónico, muy iluminista, pero sigue jugando”, afirmó.

Señaló que las personas religiosas que están en la izquierda coinciden en la praxis de favorecer a los más pobres. “Entonces el cristianismo implica, muy en la línea de este papa, atender a los más pobres, a los más desfavorecidos. En ese sentido, esa gente se ubica a la izquierda, coincide con la izquierda”, indicó. “Hay católicos y protestantes de base del FA que justamente, a partir de su fe, optan por los más pobres, por un trabajo por la justicia, porque es el fondo del Evangelio”, añadió.

No obstante, consideró que a la izquierda uruguaya “le ha costado percibir y distinguir la Iglesia institución de los creyentes, y esa imagen de que todos son tontos llevados de la nariz, tan decimonónica, los aleja aún más”.

Da Costa distinguió entre perspectivas de la religiosidad “meramente intimistas ‒yo conmigo mismo y mi dios‒” de otras “fuertemente sociales”. “Uno es el ‘dios dado’ y otro es el dios que está en la realidad y que hay que ayudar a transformar. Son dos imágenes de dios que se han construido a lo largo de la historia y que están siempre en tensión”, valoró.

Una historia de confluencia

Adela Francia y Ángel Rocha, además de esposos, son dos veteranos militantes católicos y de izquierda que viven en Ciudad de la Costa. Recientemente, la Comisión Memorias de la Costa les realizó un reconocimiento a ellos y a Julio Spósito (militante del Partido Demócrata Cristiano que murió por heridas de bala de la policía en setiembre de 1971) en uno de los circuitos de la memoria que se instalaron en la zona. Mediante una carta dirigida a esta comisión, el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal del Uruguay agradeció este reconocimiento “a tres militantes cristianos, católicos”, que “se sintieron tocados y movidos por el encuentro con la miseria humana y buscaron la construcción de una sociedad más justa y solidaria”. “Su compromiso los llevó a enfrentarse con la soledad, la cárcel y aun la muerte”, recuerda la carta.

Adela y Ángel son oriundos de Artigas, pero vivieron en Salto, donde se casaron y en la década de los 60 se vincularon a una comunidad católica cuyos referentes eran el obispo Marcelo Mendiharat y la asistente social Dora Paiva. “Había muchos jóvenes que estaban sin trabajo y él [Mendiharat] ofreció una granja que había en las Termas del Daymán. Entonces fuimos los fundadores de la Comunidad del Norte, una cooperativa que criaba cerdos, hacía lechería, teníamos de todo”, recuerda Adela. Relata que eran una decena de jóvenes, algunos de la JAC [Juventud Agraria Católica], otros trabajadores rurales, pero que “no tenían posibilidades”, y que, guiados por el obispo ‒al que sin dudar califican como su “referente de izquierda”‒, constituyeron la comunidad.

En 1968, Mendiharat promovió la realización de una Asamblea Diocesana de Pastoral en Salto, que resolvió impulsar la renovación de la Iglesia católica en el litoral, a través del desarrollo de comunidades de base que promovieran el servicio hacia los más pobres.

“Nosotros éramos militantes sociales que trabajábamos con los vecinos. No era una organización política, sí nos reuníamos en casa con grupos de izquierda católicos”, dice Adela, que recuerda un hecho significativo de aquellos tiempos. “Hubo una movilización cuando se llevaron a un compañero preso, y entonces ‘ocupamos’ la iglesia. Felizmente, lo largaron y, por suerte, no nos llevaron presos a todos, porque el obispo nos dejó salir por el fondo. Él estuvo siempre ayudando a la gente católica y de izquierda”, añade.

Sobre lo que hacían en aquella época, Ángel expresa que “era militancia básicamente social”, “la policlínica, las guarderías, la comisión de fomento, todo lo que tuviera que ver o que ayudar al desarrollo de los vecinos. Esa era nuestra participación. Y en ese interín me llevan preso”. Durante la dictadura, Ángel estuvo preso cinco años y medio en el Penal de Libertad.

Adela cuenta que el compromiso social lo heredó de su padre, en Sequeira, un descendiente de charrúas, dice con orgullo. “Era blanco de alma, pero me decía ‘ojo con los políticos cuando vengan a pedir los votos, porque ellos vienen, piden el voto, se van y nosotros seguimos siendo pobres’. Él fue el que me dio esa crianza de ayudar a los demás. Nunca voté a la derecha, cuando empecé a votar, voté a los cívicos [Unión Cívica]”.

Adela y Ángel se convirtieron en militantes sociales, de izquierda, con toda naturalidad, según explican, como una continuidad de su “profundo compromiso cristiano”. Son votantes del (FA) desde su fundación, pero siempre se consideraron independientes, sin sector, porque entendían “que era encasillarse en algo”, según Ángel.

Para él, fue decisiva la influencia de Mendiharat para que la Iglesia católica de Salto convirtiera “en una especie de semillero” de donde surgió “mucha militancia cristiana, no en términos partidarios, sino en el compromiso político en el sentido de la vida”. “¿Qué es comprometerse con la vida? Es comprometerse con todo aquello que es posible transformar de la realidad, participar y estar allí de alguna forma”, agrega.

Esa influencia de Mendiharat, la ve también en la actualidad, con un Salto donde existe una importante comunidad católica en general, pero también relacionada con el FA, con un Partido Demócrata Cristiano con representación propia en la Junta Departamental, y un Andrés Lima, intendente, reconocido católico practicante.

El cielo en la tierra

Con toda franqueza Adela responde sobre su filosofía de vida, que parece bastante lejana de otros modos de practicar la fe cristiana. “Para mí el cielo es acá y el infierno es acá. Porque acá vivimos todas las cosas y pienso que es así. Para mí el representante de Dios y de mi cristianismo es el hombre”, expresa.

Desde que llegaron a la Ciudad de la Costa, han sido catequistas, han trabajado en la pastoral social “ayudando siempre a la gente pobre”, fueron fundadores de comedores, de la cooperativa de consumo de la zona, de comisiones vecinales. Después, cambió el cura de la parroquia a la que iban y las cosas cambiaron. Adela cuenta que más de una vez, cuando un obispo de la Diócesis con el que no compartían pensamiento llegaba a dar misa, “nos levantábamos y nos íbamos”. “Yo no puedo estar participando en una comunidad con alguien que está de espaldas al pueblo”.

Desde hace 30 años participan de una comunidad de base, que se reúne en su casa cada 15 días. “Leemos un pasaje del Evangelio, y después cada uno reflexiona sobre el texto, pero basado en algo de la vida real. También si alguien tiene un problema o una inquietud, lo abordamos. Aportamos todos los meses para hacer un fondo para ayudar a otras personas que no tengan para pagar la luz o el agua, o que necesiten una silla de ruedas, un bastón”, sigue.

Adela resume con claridad lo que entiende sobre la forma de vivir que han llevado y lo que piensan: “No estamos de acuerdo con aquel que va a la iglesia todos los domingos a golpearse el pecho y después explota a sus empleados, pero tampoco con los que se dicen que izquierda y lo único que hacen es ir a votar cada cinco años”.