Hace poco más de un mes, un “alto al fuego” acordado entre Israel y Palestina daba una especie de tregua a 15 días de bombardeos a la Franja de Gaza, un territorio declarado inhabitable en 2018 por Roberto Valent, representante del programa de las Naciones Unidas para el desarrollo de los territorios palestinos. Para entender lo que sucede allí realmente hay que estar ahí. Por más imágenes y videos en vivo que se vean, es difícil de comprender el día a día de un territorio que desde hace 14 años es rehén de una guerra intermitente, pero que no termina. Sobre esta historia, el testimonio de Nidal Musalame, un ingeniero civil que nació y vive al norte de Gaza desde 2003, nos aproxima, de alguna manera, a la experiencia de la población de la zona. A su vez, Budur Hassan, abogada en derechos humanos e integrante del Observatorio de Derechos Humanos de Palestina, quien reside en Jerusalén, señala algunos aspectos de un conflicto político complejo.

Números de Gaza

Gaza es un territorio de 41 kilómetros de largo y entre seis y 12 de ancho, con un total de 385 kilómetros cuadrados. Cuenta con poco más de dos millones de habitantes, entre los que casi tres cuartos son refugiados de la Nakba –el éxodo de 1948, cuando más de 700.000 árabes palestinos huyeron o fueron expulsados de su territorio durante la guerra que dio inicio al conflicto entre Israel y Palestina–.

Gobernada originalmente por la Autoridad Nacional Palestina, pero desde junio de 2007 por Hamás, una organización islámica palestina, Gaza es considerada un territorio ocupado por Israel desde 1967 (73 años). Además, desde 2007 está sujeta a un bloqueo militar por parte de Israel y Egipto.

En 2017 la Organización de las Naciones Unidas advirtió que Gaza sería inhabitable para 2020, pero en 2018 Roberto Valent, representante del programa de las Naciones Unidas para el desarrollo de los territorios palestinos, reconoció que el territorio ya era inhóspito. Algunas cifras que dan cuenta de ello: 64% de la población de la Franja de Gaza vive por debajo del umbral de pobreza, 77% de la población depende de la ayuda humanitaria internacional para su subsistencia, 67% de las personas padecen inseguridad alimentaria o están desnutridas y el desempleo es de 49%.

La mirada de Nidal

Nidal Musalame nació en Gaza hace 60 años. “Mis padres, mis abuelos son de Gaza. Gaza era muy bonito. Era otra cosa. Hice primer y segundo grado acá. La gente era más simple y más amable. Éramos muy unidos, hasta la guerra del 67. Ahí todo cambió. En 1967, cuando Israel ocupó Gaza, Cisjordania y Siria, tuvimos que irnos por un año y medio, porque mi padre fue expulsado. Yo tenía siete años. Vivimos en Egipto, en Siria, en varios países, hasta que me gradué de ingeniero civil. En aquel tiempo no podíamos regresar a casa, tenía que trabajar en los Emiratos Árabes, pero después de los acuerdos de Oslo, que habilitaron el regreso de algunas personas, yo regresé a Palestina, y vivo en Gaza porque es mi tierra”.

Volvió en 2003. “La primera vez que entré a Gaza –después del desplazamiento– fue en 1997. Yo estaba trabajando fuera y lo hice hasta 2003. Siempre es una alegría regresar a casa, a la familia, a la tierra, a los recuerdos. Cuando era chico nuestro pueblo era casi un campo, y cuando regresé la ciudad era más amplia y había muchas más personas. Regresé porque tenía experiencia en la construcción y quería trabajar para mi país, en su reconstrucción”. Nidal trabaja en oficinas públicas, en lo que sería el Ministerio de Obras Públicas, en la construcción y la reparación de la infraestructura urbana. Si bien sostiene que la agricultura sigue siendo la principal actividad productiva en Gaza, afirma que “sin una buena infraestructura no es posible ningún desarrollo”.

Cuando le pregunto por su trabajo estatal, enseguida responde: “Yo no trabajo para Hamás”, y aclara: “El gobierno palestino legal no tiene poder. Los que están gobernando, el poder verdadero, lo tiene Hamás. Sin embargo, no se meten conmigo porque mi trabajo los beneficia a todos. Pero el pueblo de Gaza no es Hamás. Son civiles y 80% depende de la ayuda humanitaria internacional, porque tenemos un desempleo de alrededor de 49% –el más alto del mundo–, que además aumentó durante el bombardeo porque la agricultura fue completamente desatendida.

Sobre el último bombardeo, que duró 11 días, del 10 al 21 de mayo, Nidal destaca el miedo con el que convive la gente, encerrada en sus casas mientras atestigua la destrucción masiva de la ciudad –viviendas, instituciones, infraestructura pública– y la desaparición de cientos de personas entre los escombros. “En estos 11 días ocurrieron 232 muertes, entre las que se incluyen 65 niños, 39 mujeres y 17 ancianos. También ha habido 1.948 heridos con diversas lesiones, entre las que se incluyen las de 610 niños, 398 mujeres –tres embarazadas– y 940 ancianos”, dice. Nidal sostiene que 19 “apellidos” fueron eliminados completamente.

Le pregunto por las demoliciones. “Se demolieron por completo 184 torres y casas residenciales y 33 instalaciones de medios. También 66 escuelas, instalaciones de salud y clínicas de atención primaria resultaron grave y parcialmente dañadas por el intenso bombardeo en sus inmediaciones. A su vez, 1.142 viviendas fueron completamente destruidas, 960 sufrieron daños que las dejaron inhabitables y 15.000, daños moderados y leves”. A todo esto, se estima que 107.000 palestinos fueron desplazados de sus hogares debido al bombardeo, de los cuales 44.000 se encuentran en refugios.

Con Nidal hablé por primera vez el 21 de mayo, unas horas después de que se había anunciado el alto al fuego. Le pregunté cómo se vivían estas horas. “El pueblo está contento, la gente quiere vivir en paz, pero al mismo tiempo quiere vivir bien: tener un trabajo, que abran las fronteras, que se le permita moverse dentro y fuera de Gaza. Vivir bien, tanto nosotros como los israelíes. Cada uno debería respetar al otro, en especial Israel, como un Estado ocupante, y nosotros, que somos un pueblo ocupado por Israel, tendríamos que tener nuestros derechos humanos respetados”.

Sin embargo, se muestra reacio a celebrar el cese al fuego. Es lógico. Este es el cuarto que se decreta en casi 13 años. El 27 de diciembre de 2008 fue el primer bombardeo sobre Gaza de la llamada Operación Plomo Fundido, que duró hasta el 18 de enero de 2009, 22 días. El 14 de noviembre de 2012 hubo otro, en la Operación Pilar Defensivo o Columna de Nube, que duró ocho días, hasta el 21 de noviembre. En 2014 los bombardeos fueron continuos durante 49 días, entre el 14 de julio y el 26 de agosto. Y finalmente, en 2021 ocurrió lo mismo durante 15 días, desde el 6 hasta el 21 de mayo. Nidal los vivió de cerca todos, pero dice que el poder destructivo de la última vez no se compara con el de las anteriores. “Dicen que hay un alto al fuego, pero el problema por el cual empezó el conflicto sigue. No es un alto al fuego permanente, y yo creo que el conflicto se va a profundizar. El único final posible es que termine la ocupación; mientras estemos ocupados por Israel, el conflicto no termina”, afirma.

A las horas, ya en la mañana del 22 de mayo, me encontré con un video que había filmado, mientras rodeaba una gran plaza en la que se podía visualizar, en estos tiempos en los que las aglomeraciones generan pánico, decenas de grupos de varias personas juntas, charlando o simplemente contemplando. “Ahora la vida es normal. La gente al día siguiente salió a las calles para estar. Este pueblo ama mucho la vida y la libertad, pero no a cualquier precio”, sostiene.

La mirada de Budur

Budur Hassan, abogada especializada en derechos humanos e integrante del Observatorio de Derechos Humanos de Palestina, reside en Jerusalén, casi a 80 kilómetros de Gaza, por eso prefiere no hablar sobre lo que sucede en la franja, pero sí sobre el conflicto en términos legales. 

Cree que lo más importante es no hacer una simetría entre una fuerza de ocupación y colonización, y un pueblo ocupado y colonizado. “Los palestinos, como pueblo ocupado, tienen el derecho de resistir esa ocupación. De acuerdo al derecho internacional, se trata de una ocupación prolongada, y con respecto a la realidad cotidiana, se trata de una situación de colonialismo y apartheid. Cuando vives en ese sistema de represión, el derecho internacional le da al pueblo ocupado el derecho de resistir a su ocupador, incluso con fuerzas armadas. Por muchas décadas los palestinos han combinado distintos tipos de resistencia: callejera, popular, pacífica, pero también la resistencia armada, porque es un derecho del pueblo palestino y el único idioma que Israel parece comprender. Además, más allá de lo que la ley garantice, no podemos igualar uno de los ejércitos más fuertes del mundo con la resistencia guerrillera con armas que son manufacturadas en la propia Gaza”, dice.

Respecto del alto al fuego, sostiene que es difícil hablar de un fin. “El único escenario que puede significar un final de la guerra es cuando haya una solución a las raíces del problema, que es un conflicto sobre la tierra, la negación a los refugiados de su derecho a retornar a sus casas y la supremacía étnica que un grupo tiene sobre otro grupo y otra población. Implicaría crear un Estado justo, pluralista, democrático, para todos y todas, independientemente de su religión, ética y género. Y también mantener y garantizar el derecho a los refugiados a retornar. Poner fin a la impunidad, en definitiva. Como pueblo, no queremos mejorar las condiciones de nuestra represión, sino acabar con ella, poner fin a la negación de nuestra libertad”.

Daños que dejaron los bombardeos israelíes de mayo sobre la Franja de Gaza

  • 107.000 palestinos fueron desplazados de sus hogares, de los cuales 44.000 se encuentran en refugios.
  • 184 torres y casas residenciales fueron demolidas por completo, al igual que 33 instalaciones de medios, como AP y Al Jazeera, entre otros.
  • 66 escuelas, instalaciones de salud y clínicas de atención primaria resultaron grave o parcialmente dañadas por el intenso bombardeo en sus inmediaciones.
  • 1.142 viviendas fueron completamente destruidas.
  • 960 viviendas resultaron dañadas e inhabitables.
  • 15.000 viviendas sufrieron daños moderados y leves.

Fuente: Ministerio de Salud de Gaza.