La vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, reconoció que la retirada de Estados Unidos de Afganistán está lejos de ser un triunfo para su país. “No vamos a tener un momento de celebración, un momento de misión cumplida. Es una guerra de 20 años que no ha sido ganada militarmente”, dijo.

El gobierno de Joe Biden anunció que para el 11 de setiembre se habrá retirado de ese país, y Psaki confirmó que esos planes se mantienen pese a que la violencia aumenta y el Talibán ganó terreno en el territorio afgano.

También el antecesor de Biden, Donald Trump, quiso anunciar la retirada de las tropas en Afganistán. “Después de todos estos años, es hora de traer a nuestra gente de regreso a casa”, dijo al llegar a la presidencia, pero terminó su mandato con esa tarea pendiente.

La guerra fue lanzada en 2001 por el gobierno de George W Bush, que acusó al régimen del Talibán, que controlaba el país, de no entregar a Estados Unidos al líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, a quien Washington responsabilizaba por el ataque a las Torres Gemelas y el Pentágono del 11 de setiembre de aquel año.

Casi dos décadas después, se anunció la retirada de las tropas de Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que se puso en marcha el 1º de mayo. Según la prensa de Estados Unidos, no quedan más que unos 650 militares de ese país en territorio afgano. Está previsto que esos soldados sigan allí incluso después del 11 de setiembre para proteger la embajada.

Pero la retirada no termina con los militares. El miércoles Washington anunció que a fines de julio comenzará a evacuar a traductores, ingenieros, conductores y otros trabajadores afganos que contrató en estos años en Afganistán. Según The New York Times y la agencia Efe, se estima que son 18.000 las personas que solicitaron la visa especial que Estados Unidos otorga a extranjeros que enfrentan amenazas por haber trabajado para ese país. A ellas se suman sus familiares, otras 53.000 personas. No necesariamente se instalarán en Estados Unidos, sino que podrían ser trasladadas a Catar, Emiratos Árabes Unidos, Tayikistán, Kazajistán o Uzbekistán.

Por el camino

En Afganistán la violencia continúa. Desde que comenzó la retirada de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN, el Talibán, que fue desplazado del poder por Estados Unidos, logró controlar 130 de los 407 distritos del país y anunció que tenía más de 80% del territorio de Afganistán bajo su control. Si bien Estados Unidos no confirmó estos números, sí admitió que le preocupa su avance, pero lo dejó en manos del gobierno afgano. “Es hora de que las fuerzas afganas muestren la capacidad que sabemos que tienen. Son valientes. Son luchadores. [...] Pero realmente ahora es su trabajo”, dijo a CNN el vocero del Pentágono, John Kirby.

El gobierno de Afganistán mantiene negociaciones con los talibanes sobre un cese el fuego. Una propuesta de estos últimos, que todavía no fue formalizada, consiste en una tregua de tres meses a cambio de que sean liberados 7.000 de sus combatientes que fueron apresados, y que se retiren los nombres de sus dirigentes de las listas negras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El año pasado fueron intercambiados 5.000 talibanes por 1.000 militares a cambio de comenzar este diálogo, pero eso no significó un avance en la pacificación del país.

El alto representante de la Unión Europea (UE) para la Política Exterior, Josep Borrell, propuso que los países que tuvieron presencia militar en Afganistán mediante la OTAN creen una alianza para apoyar financieramente al gobierno afgano. “Quizás tenemos que pensar en la creación de un grupo internacional de contacto sobre países de la UE y otros que estén preparados para aumentar el apoyo financiero a Afganistán”, dijo. En su opinión, ese apoyo debe estar condicionado a que se protejan los derechos humanos y en particular los de las mujeres y niñas.

También los derechos de la minoría hazara están en riesgo en este contexto. En el pasado esa población chiita fue blanco de ataques de distintas milicias, en particular de los combatientes del grupo Estado Islámico, que también operó allí.

Por su parte, la ONU advirtió que Afganistán enfrenta un riesgo de crisis humanitaria si los países no completan el aporte de 1.300 millones de dólares que se necesita para atender la situación de las víctimas civiles de esta guerra. Por ahora, la ONU sólo recibió la tercera parte de esos fondos. “Si no recibimos más contribuciones a tiempo, aumentará el hambre, y casi 700.000 personas dejarán de recibir las raciones alimentarias repartidas mensualmente por nuestros asociados”, dijo el representante para ese país del secretario general de la ONU, Ramiz Alakbarov. A los 40 años de conflicto que acumula Afganistán se suman fenómenos como la sequía, que ponen en riesgo la alimentación de la población.

Región atenta

También los ministros de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, y de Rusia, Serguéi Lavrov, discutieron esta semana sobre la situación de ese país, y manifestaron su disposición a “contribuir activamente” con Afganistán desde la Organización de Cooperación de Shanghái, que los dos integran junto a Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán, India y Pakistán, y que tiene un grupo de contacto con las autoridades afganas.

Antes, en un encuentro de esa organización, los ocho cancilleres consideraron que para la estabilidad de la región Afganistán es una pieza clave, y emitieron una declaración en la que destacan que es necesario combatir el extremismo, el terrorismo y los delitos vinculados con la producción y el tráfico de drogas, que, según dijo Lavrov, alcanzó en los últimos tiempos un “nivel sin precedentes”.

“Lamentablemente, en los últimos días somos testigos de la rápida degradación de la situación en Afganistán”, manifestó el canciller ruso. Agregó que tras la “apresurada retirada de las tropas de Estados Unidos y la OTAN aumentó bruscamente la incertidumbre sobre el desarrollo político-militar en el país y en torno a él”, según citó la agencia rusa RIA Nóvosti. “Es evidente que en las actuales condiciones existen riesgos reales de que la inestabilidad se extienda a los estados vecinos, y esta amenaza es un gran obstáculo para incorporar a Afganistán a la cooperación regional”, dijo.

Por su parte, el presidente afgano, Ashraf Ghani, llamó a retomar las negociaciones de paz en su país y advirtió: “Deberíamos aprender de lo que pasó en Siria, Yemen e Irak”.