Con una extensa trayectoria en movimiento sociales –en especial en el de mujeres afrodescendientes– y destacada presencia en el Partido Acción Ciudadana de Costa Rica, Epsy Campbell resalta que es la primera vicepresidenta afrodescendiente “en una sociedad mestiza o blanca como las sociedades latinoamericanas”. Considera que las principales transformaciones sociales en democracia se dan a partir del reclamo de los movimientos sociales, y que dichos movimientos deberían integrar agendas en busca de un pacto de igualdad y no discriminación.

¿Recuerda con qué hechos tomó por primera vez conciencia de la discriminación que recibía por ser mujer y por ser afrodescendiente?

Soy de una familia costarricense que se crio aquí en la capital, entonces, cuando usted forma parte de una minoría, como yo, en un país como Costa Rica o cualquier país de América Latina, es rapidito o fácil darse cuenta no sólo de que una es diferente sino de que la tratan diferente. Además eso se lo refuerzan de alguna manera en la casa, en donde le brindan –como en mi caso– algunas herramientas para poder enfrentar los obstáculos que había que enfrentar en la calle.

¿Cuál es la situación de las mujeres y la población afrodescendiente en Costa Rica, en términos de equidad?

En Costa Rica formo parte de un conglomerado de personas que enfrentan algunas brechas de desigualdad. Si nos comparamos con nosotros mismos, en el acceso al seguro social hay una brecha de 6% según los datos del último censo, y en el acceso al empleo las mujeres afrodescendientes enfrentan muchos más obstáculos para acceder a puestos de trabajo calificado, pese a tener importantes grados de preparación académica. Pero comparada con el resto de los países de América Latina, la población afrocostarricense ha enfrentado menos obstáculos. Vivimos en una sociedad que, como todas las de América Latina, como diría la alta comisionada de Derechos Humanos [de la Organización de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet], está cruzada por un racismo sistémico. No es una cosa que se pueda circunscribir a un país particular, sino que está en la construcción de las sociedades en esta parte del mundo, que a su vez generan una serie de relaciones basadas en la construcción del término “raza”. Es principalmente una construcción colonial que tiene como antecedente la esclavitud de millones de personas africanas y sus descendientes. Entendiendo las desventajas, también creo que soy afortunada de ser una mujer afrocostarricense porque probablemente Costa Rica es de los países donde, aun siéndolo, se puede ser vicepresidenta. 

¿Qué posición tiene respecto de las denominadas acciones afirmativas? ¿Se están implementando acciones de este tipo en Costa Rica?

Estoy absolutamente a favor de las acciones afirmativas, esa ha sido una ruta que han utilizado y que utilizamos las mujeres para tener posibilidad de participación política, y es innegable. Las acciones afirmativas son una de las maneras más efectivas de romper los techos de hierro que tienen algunos grupos humanos, entre ellos las mujeres y los afrodescendientes. Nosotros hemos seguido de cerca el proceso de acciones afirmativas en Uruguay. Días atrás se aprobaba en Costa Rica el primer proyecto de ley de acciones afirmativas para afrodescendientes, en la Asamblea Legislativa, lo cual es un paso maravilloso, y el proyecto de ley es muy parecido a la ley que tienen en Uruguay.

Usted ha tenido durante muchos años vinculación con los movimientos sociales, especialmente con los de mujeres afrodescendientes. ¿Cuáles son los principales avances de estos movimientos, su impacto en la sociedad? ¿Y cuáles son los principales debes?

Las principales transformaciones sociales en democracia se dan a partir del reclamo de los movimientos sociales y de las ciudadanas y ciudadanos organizados. O sea que las transformaciones no son simples regalías de una estructura que responde con conciencia a las situaciones de exclusión de sectores importantes de la población; responden a demandas. La mayoría de las rupturas importantes que hemos tenido en términos de inclusión tienen que ver con los movimientos sociales. Muchos que tuvimos activismo desde la juventud vemos hoy los resultados de esas demandas. Yo no tuve que esperar varias generaciones, como sí algunas otras personas que lucharon profundamente por transformaciones en la sociedad y murieron sin verlas, gente de la cual nosotros heredamos esas luchas y entonces pudimos tomar esa posta y mirar los cambios.

“Mi caso es anecdótico y no borra la realidad de exclusión sistémica de mujeres afrodescendientes en toda nuestra región”.

Habló de los movimientos sociales en general, ¿este balance es aplicable también a los movimientos de afrodescendientes?

Los movimientos de afrodescendientes y de mujeres afrodescendientes hemos visto cambios. Vuelvo a poner el ejemplo de lo que me ha tocado vivir. Fui coordinadora de la Red de Mujeres Afrolatinas y Afrocaribeñas desde 1996 a 2001, y nosotras reivindicamos mucho los temas de la participación política, de la invisibilización de las mujeres afrodescendientes; 25 años después, la misma persona que coordinaba ese espacio ocupa la vicepresidencia de la República. Por supuesto que no quiero que lo anecdótico borre lo que es una realidad de exclusión sistémica de mujeres afrodescendientes en toda nuestra región, o los obstáculos que estamos enfrentando las mujeres afrodescendientes en términos de los mercados de trabajo, o la recarga histórica que tienen las mujeres afrodescendientes, o la sobrerrepresentación de mujeres afrodescendientes, por ejemplo, en trabajos domésticos, en algunos países, como es el caso de Brasil y Uruguay, o las limitaciones que muchas veces tienen para acceder a las carreras de mayor demanda, como las tecnológicas y las de ciencias.

“O miramos la integralidad o vamos a retrasar el proceso de transformación democrática”.

¿Considera, entonces, que estas agendas de los movimientos sociales lograron incidir en los gobiernos?

Los movimientos sociales han representado la apertura de una serie de puertas. Estos temas se debaten ahora no sólo desde los movimientos sociales, sino también desde los estados y los congresos. Eso quiere decir que se ha tenido una incidencia real y además se ha dado muchas veces desde lo internacional a lo nacional, porque muchas de nosotras y nosotros hemos sido líderes en lo internacional y logrado algunas conquistas allí que luego se aplican en el plano nacional. Hay una interrelación entre lo local, lo nacional y lo internacional como una forma de ir moviendo la aguja en favor de la inclusión y de los derechos. Por supuesto, hay unos desafíos impresionantes y tienen que ver con que en estos tiempos la movilización social es muy diferente. Los desafíos son integrar mucho más las agendas. Antes las agendas estaban mucho más compartimentadas, mujeres luchaban por mujeres, ambientalistas luchaban por ambientalistas, pueblos indígenas por pueblos indígenas, afrodescendientes por afrodescendientes. Eso es una etapa de la historia, pero es insuficiente ya. O miramos la integralidad o vamos a retrasar el proceso de transformación democrática.

“Necesitamos unir agendas para transformar la realidad”.

¿En este sentido aplica la palabra interseccionalidad?

Sí, es una manera teórica de decir a la integralidad de las personas. Soy mujer, afrodescendiente y tengo unas condiciones particulares porque soy de un sector urbano, etcétera, y esa es mi identidad en toda su dimensión. No es que tengo interseccionalidad en mi identidad, pero sí me parece que es una manera teórica de entender que necesitamos unir agendas para transformar la realidad. Creo que el desafío de los movimientos es ser capaces de mirar las diferencias específicas que tienen los distintos grupos, pero para procurar una sociedad en la cual de verdad podamos hacer un pacto de la igualdad y de la no discriminación. Tampoco nos debemos dejar secuestrar por esta virtualidad en que muchas de las cosas se hacen por ese activismo virtual en dónde sos capaz de mover el mundo a través de un tuit, pero no de moverte a la calle o de conjuntarte con otros y otras para hacer propuestas que permitan hacer transformaciones importantes.

Cuando fue electa vicepresidenta, algunos la mencionaron como la primera mujer afrodescendiente en llegar a un cargo así en el continente, pero rápidamente se recordó el único antecedente, el de Viola Burnham en Guyana. ¿Se ha interesado por su trabajo y el de otras mujeres afrodescendientes en política? Aprovecho a consultarle por su expectativa respecto de la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris.

La diferencia que tengo de ser vicepresidenta afro es que lo soy en una sociedad no afro. Aquí, con toda certeza, soy la primera vicepresidenta afrodescendiente en una sociedad mestiza o blanca como las sociedades latinoamericanas. Esa es la cosa sustantiva y por eso la noticia causó impacto, porque era de un país como Costa Rica. La señal es absolutamente clara. Hay que dimensionar esto, porque si no la gente lo toma como si fuera un tema simplemente de color de piel, y en términos de color de piel pues ya hay antecedentes y son un montón. Se trata de que en América Latina, con esa condición de latinidad, se ha roto una puerta que antes no se había roto, y siempre vamos a seguir celebrando. Lo que pasó en Estados Unidos, o la expectativa que una tiene de una vicepresidenta como Kamala Harris, no es la expectativa personal mía, es la de las niñas y mujeres norteamericanas y afroamericanas, porque eso nunca antes había estado ahí. Esa puerta la abre Kamala e inspira a muchísima gente en un país, igual que inspiró Barack Obama. Genera la expectativa de que ese lugar ya no está vedado para las personas afrodescendientes, y entonces la tarea que se tiene que llevar es muchísimo mayor. Cuando uno ocupa estos espacios obviamente debe tener la capacidad de gobernar para todo el mundo. Usted gobierna desde su identidad, pero yo no soy la vicepresidenta afrocostarricense para los afrocostarricenses, yo soy la vicepresidenta afrocostarricense para los y las costarricenses de todas las identidades, y ahí hay un gran desafío, porque implica el avance en la construcción de esos acuerdos culturales en donde de a poco vamos avanzando, y digo “de a poco” porque todavía nos falta mucho recorrido en los países de América Latina. De a poco vamos avanzando en términos de inclusión racial.

Foto: S/d de autor

Foto: S/d de autor

Desde un cargo de relevancia, usted es parte de un gobierno que ha tenido denuncias y es investigado, como otros de la región, por casos de corrupción en contratos de obras públicas. ¿Qué balance hace de este gobierno?

Mi balance es positivo. Este gobierno tuvo que enfrentar unos desafíos como ninguno antes en la historia y logró llevar al país a la estabilidad macroeconómica, que era el desafío fundamental, porque democracia sin estabilidad económica no existe. Teníamos pendiente, por más de 20 años, una reforma fiscal estructural que nos costó muchísimo, porque evidentemente implica que sectores de la población tienen que pagar impuestos. Eso implica un desgaste político muy importante, pero lo hicimos. Hicimos lo que otros gobiernos no lograron, un esfuerzo de infraestructura fuera de la capital para darles respuesta a los sectores costeros y fronterizos como nunca antes en la historia. También estamos enfrentando un desafío con un importantísimo escándalo de corrupción que no tiene que ver con este gobierno necesariamente, sino con 20 años de acción en obra pública que también se parece mucho a lo que han tenido que vivir otros países en América Latina, sólo que en nuestro caso ocurre con empresas constructoras domésticas y no con algo más internacional. Y hay que pasar por ese espacio, hay que corregir lo que no está bien hecho, no hay que justificar. Estamos comprometidísimos con sacar la tarea bien y enfrentar lo que hay que enfrentar con los mecanismos que la democracia da. En ese sentido, en las denuncias de corrupción que están en la sede judicial hay que contribuir en todo lo que se pueda para que se esclarezca y se encuentren los culpables y responsables de estos hechos. Y rendir cuentas, ese es el tema más importante de la democracia, por ahí tenemos que caminar.

Una de sus hermanas es la antropóloga y poeta Shirley Campbell, cuyo poema “Rotundamente negra” se ha convertido en un símbolo para muchas activistas afrodescendientes en América. ¿Qué significa ese poema para usted?

Soy enamorada de la poesía de mi hermana, y quizá la primera persona que empezó a promocionar “Rotundamente negra”, porque era una líder social que siempre ha utilizado la palabra como una herramienta de transformación social. Ese poema es una reivindicación para las mujeres negras en América Latina y el Caribe, es una manera de contestar a la discriminación desde la fuerza y desde la autoridad de una identidad que más bien ha roto todos los obstáculos que le han puesto enfrente. Es una manera de quererse para transformar, porque una tiene que quererse y sentirse feliz y orgullosa de quien es. “Rotundamente negra” es una herramienta de lucha y un modo de decirle a América Latina y al mundo entero que vivimos en países pluriculturales y multiétnicos. Yo insisto, queremos a futuro unos países y sociedades en donde no se castigue a nadie por el color de la piel, por la identidad cultural, por la orientación sexual, por la condición social, por su condición o no de discapacidad, y creo que en “Rotundamente negra” uno encuentra un camino para construir, desde identidades diversas, esas sociedades en donde quepamos todos y todas.