Cuando Jair Bolsonaro asumió la presidencia de Brasil, el 1º de enero de 2019, el general de la reserva del Ejército Carlos Alberto dos Santos Cruz fue uno de los 22 ministros que integraron su gabinete. Permaneció sólo seis meses al frente de la Secretaría General de la Presidencia, uno de los cargos clave en el gobierno.
Un día sí y otro también, Bolsonaro levanta sospechas sobre el sistema electoral de Brasil, sin presentar ninguna prueba de sus afirmaciones. En una entrevista con la diaria, el general retirado del Ejército Carlos Alberto dos Santos Cruz calificó como “bluffs” las declaraciones del presidente de que las elecciones de 2022 sólo se llevarán a cabo si hay cambios en el sistema electoral. Además de restar importancia a las afirmaciones de Bolsonaro, es categórico al decir que “no hay riesgo de golpe en Brasil”.
Santos Cruz criticó el desfile de tanques y vehículos blindados en Brasilia que se llevó a cabo el martes, en la avenida donde se encuentran los ministerios y en la plaza en la que tienen sede los tres poderes del Estado, horas antes de que la Cámara de Diputados votara si el cambio electoral impulsado por Bolsonaro seguiría adelante o no. Por la noche, la propuesta fue rechazada.
El desfile fue visto como otro ataque del presidente contra la democracia, aunque la Marina dijo que el desfile ya estaba programado antes de que se agendara la votación, y que el objetivo era entregar una invitación para que el mandatario acompañara un ejercicio militar que se realiza desde 1988. Sin embargo, en los 35 años de existencia de esta actividad nunca se había hecho un desfile de este tipo con el solo propósito de entregar una invitación.
Santos Cruz, de 69 años, se incorporó al Ejército en 1968, en medio de la dictadura militar brasileña. Fue ascendido al rango de general en 2004 y 12 años después se retiró. Como ministro de Bolsonaro tuvo un cargo clave, el de titular de la Secretaría General de la Presidencia de la República, responsable de controlar sectores estratégicos, como la comunicación. Esta área es especialmente sensible y blanco de los intereses de uno de los hijos del presidente, el edil de Río de Janeiro Carlos Bolsonaro, una de las voces más escuchadas por el presidente. Carlos Bolsonaro cuestionaba el desempeño del general en el ministerio y, en esa lucha, perdió Santos Cruz. A los seis meses de asumir, fue apartado del cargo. Fuera del gobierno, se convirtió en uno de los mayores críticos de la administración de Bolsonaro.
¿Qué opina del desfile de tanques militares y vehículos blindados en Brasilia poco antes de la votación del proyecto de voto impreso en el Congreso?
Este despliegue militar que fue hasta el frente del palacio de gobierno para entregar una invitación a un ejercicio militar terminó por tener una pésima connotación. Ese es un espacio muy especial porque es donde se ubican los poderes Judicial y Legislativo. Esta presencia allí, en ese momento, fue completamente extemporánea, en un día en que no había ninguna ceremonia militar nacional, como la fiesta de la Independencia o algo similar.
¿Pareció una afrenta?
Pareció una presión del Ejecutivo sobre el Congreso en la votación de la propuesta de enmienda constitucional para cambiar el sistema de votación. Todo este conjunto de cosas terminó dando una impresión muy mala y ese despliegue militar allí, para entregar una invitación al presidente, fue completamente inconveniente. Fue un error de evaluación hacer este desfile el día que se está discutiendo un tema que ya estaba causando muchas discusiones y conflictos. No era necesario. Parece que estaba planeado, pero aun así, no se debió haber hecho.
¿Fue un error de las Fuerzas Armadas, del presidente o de ambos?
La responsabilidad no es de las Fuerzas Armadas. Es del Ministerio de Defensa. Creo que el propio presidente y el Ministerio de Defensa se equivocaron en su valoración. No se puede responsabilizar a las Fuerzas Armadas por ese evento. No es lo que define el perfil constitucional de las Fuerzas Armadas. Fue un hecho intrascendente, inconveniente, que no debería haber sucedido, pero que no define el perfil político de las Fuerzas Armadas.
¿Qué opina de la actuación del ministro de Defensa, el general Walter Braga Netto?
Hay que verlo como un ministro y no como un general. Hay una confusión al respecto. Como ministro, está sujeto a todas las críticas políticas. Incluso no tiene mando operativo sobre las Fuerzas Armadas. El ministro de Defensa no es el comandante de los comandantes de la Armada, el Ejército y la Fuerza Aérea. No tiene un estatus jerárquico sobre los comandantes militares. Ni siquiera puede reemplazar a los comandantes. La atribución de elegir a los comandantes le corresponde al presidente de la República. El ministro de Defensa representa políticamente a las Fuerzas Armadas. Creo que él, en este caso del desfile, debería haberse asesorado sobre la conveniencia o no de entregar esta invitación.
¿Cree que existe la posibilidad de un golpe de Estado en Brasil?
No hay posibilidad de un golpe, no. Brasil ya ha cruzado este punto de su historia. En la evolución política del país hay un momento en el que deja de haber un riesgo de ese tipo. En Brasil ya no existe este tipo de riesgo.
¿Por qué?
No existe porque las instituciones funcionan. Con toda esta confusión, la Cámara de Diputados votó la propuesta de cambiar el sistema de votación en las elecciones, y votó como quiso. Entonces, no existe tal presión. Este tipo de presión ya no funciona en Brasil. Las instituciones pueden tener sus problemas, necesidad de perfeccionamiento, pero ya se encuentran en un punto en el que la vida nacional está dictada por la Constitución.
¿Bolsonaro tendría el apoyo de la mayoría de los oficiales de las Fuerzas Armadas para un golpe?
De ningún modo. Las Fuerzas Armadas son una institución que tiene jerarquía y disciplina. Conocen sus obligaciones constitucionales. No tiene sentido. Una cosa que hay que entender es la diferencia entre el militar como votante, como ciudadano, y las organizaciones militares como instituciones. El militar, como votante, vota por quien quiere. Tiene toda la libertad. El problema es cuando está dentro de la institución, representando a la institución. Ahí tiene que seguir la legislación.
¿Existe alguna preferencia personal por Bolsonaro entre las Fuerzas Armadas?
No puedo decir esto porque no tengo conocimiento. Pero lo que se puede deducir es que, de cualquier universo que se considere en Brasil, la mayoría votó al presidente Bolsonaro. Los militares están dentro de ese contexto de la sociedad. Esto no significa que, por eso, uno va a defender a su candidato con su institución. No es así.
Cuando se discute si existe o no la posibilidad de un golpe, ¿no parece que existe esa posibilidad?
En realidad no es así, pero la percepción es que existe. Termina por haber una percepción errónea de la vida real.
¿Las Fuerzas Armadas carecen en ocasiones de una postura más vehemente a favor de la democracia?
Los comandantes militares no pueden ni deben manifestarse políticamente. Los comandantes militares no son políticos. Son comandantes operativos. El que hace la interfaz política de las Fuerzas Armadas es el Ministerio de Defensa. El ministro de Defensa puede ser militar o civil. Es una función política. Los comandantes no.
Bolsonaro ya ha dicho que es muy fácil dar un golpe en Brasil. ¿Qué le pareció esa declaración?
Es un gravísimo error de valoración, de interpretación. Está tan lejos de la realidad que no tiene consecuencias.
¿Qué piensa de las declaraciones de Bolsonaro de que es posible que no haya elecciones si no hay cambio en el modelo de votación? ¿Las ve como amenazas?
Ese tipo de declaración no tiene ningún sentido porque no es él quien decide si va a haber elecciones o no. No tiene poder de decisión para eso. La fecha de las elecciones está prevista por ley. Las elecciones libres y periódicas son parte de la vida brasileña, no es el presidente quien dice si las habrá o no.
¿Qué opinión tiene usted de los enfrentamientos del presidente con el Poder Judicial?
El equilibrio de la democracia se da mediante un juego de fuerzas, en el que no entran sólo los tres poderes sino todos los centros de poder. Está el Ejecutivo, el Poder Judicial, la Cámara de Diputados, el Senado, la prensa, el Colegio de Abogados de Brasil, etcétera. Son varias las entidades civiles que forman parte de este juego de fuerzas. Veo estos enfrentamientos como algo perfectamente posible de administrar en una democracia. A veces se pasan los límites y luego la armonía se vuelve difícil, y eso no es bueno.
¿Cree que, en general, las respuestas de las instituciones a Bolsonaro han sido buenas?
Las respuestas han sido efectivas. La democracia es así: uno avanza y el otro reacciona. La gente no puede alarmarse por eso.
¿Bolsonaro no está tirando demasiado de la cuerda?
Esto es así por características personales. El problema no es tirar de la cuerda, sino cuál es la consecuencia práctica de esto. La consecuencia práctica es quizás un perjuicio para sí mismo.
“No proporcionar pruebas del presunto fraude electoral que denuncia el presidente lleva a un debilitamiento. El gran precio político se paga en las urnas”.
Una consecuencia práctica es hacer que parte de la ciudadanía dude del proceso electoral que, con las urnas electrónicas, es muy confiable.
Los comentarios de un presidente siempre tienen consecuencias y, en este caso, se trata de la credibilidad del sistema electoral. Ahora, hay otra consecuencia práctica que es la pérdida de la propia credibilidad de la persona que habla y no presenta pruebas. Pierde el sistema, la sociedad, y quien acusó y no tiene pruebas. No proporcionar pruebas del presunto fraude que se alega lleva a un debilitamiento. El gran precio político se paga en las urnas.
¿Cómo queda la imagen de Brasil en el mundo con esta noticia?
No es algo bueno. Este tipo de publicidad, de hecho, no es bueno para la imagen. La imagen del país queda manchada.
Muchos analistas políticos e incluso la oposición dicen temer que ocurra en Brasil lo que sucedió en Estados Unidos después de las elecciones, cuando los partidarios de Donald Trump invadieron el Congreso estadounidense. ¿Existe este peligro en Brasil?
Sin duda, cuando una autoridad sigue alimentando a sus seguidores más fanáticos con este tipo de discurso, puede haber algunos casos de violencia al final del proceso electoral, como ocurrió en Estados Unidos. Una narrativa para alimentar el fanatismo tiene un riesgo, creo que no de violencia generalizada, sino de hechos puntuales. Veo el riesgo de algunos casos aislados.
¿Qué opina de esas declaraciones del presidente que siguen incitando a la militancia?
Me parece una narrativa intrascendente que puede tener malas consecuencias para algunas personas más fanáticas. Es una narrativa que en ocasiones no ve las consecuencias de lo que se dice y se promueve.
¿Bolsonaro está bluffeando con estas amenazas?
Es un bluff político, es un estilo. Todo político tiene un estilo y lo mantiene. Es para marcar una posición a su manera. Ahora, si va a funcionar o no depende del votante decirlo.
Hablando de elecciones, ¿cree que Bolsonaro será derrotado en 2022?
Estamos todavía muy lejos de las elecciones. Existen otras condicionantes para la elección, como los arreglos entre partidos. Tenemos un año por delante todavía, la economía puede cambiar para mejor o para peor. La pandemia puede disminuir, pero están las variantes [del coronavirus]. Cuando uno cree que está mejorando, aparece una nueva variante y nuevamente hay un gran problema. Hay muchas condicionantes.
Se refirió a la pandemia. ¿Qué le pareció la actuación del presidente en medio de esta situación?
La pandemia, lamentablemente, no fue conducida de manera centralizada. Hasta que comenzó la vacunación hubo mucha falta de armonía entre el gobierno federal, los estados y los municipios, y esto fue un gran lío. Fue difícil establecer protocolos médicos. Su actuación no fue eficaz en la construcción de la coordinación necesaria.
“El impeachment siempre es un proceso muy politizado”.
¿Bolsonaro debería enfrentar un impeachment?
Siempre es un proceso muy politizado, sólo la Cámara de Diputados puede decidir. El impeachment es una posibilidad que existe en la democracia. Tiene que ser muy bien analizada política y legalmente. Hay muchos pedidos [de juicio político a Bolsonaro en la Cámara de Diputados, a la que le corresponde decidir si habilita el proceso]. Hay que ver lo que hay de concreto y no lo que uno quiere.
¿Y usted qué querría?
Que gobernara correctamente, sin fricciones significativas, y promoviera la unidad nacional. El país necesita estar unido incluso para superar la crisis de la pandemia y la crisis económica. Me gustaría que redujera el nivel de fricción política y tuviera resultados en la economía.
Vimos a militares que fueron y son parte del gobierno de Bolsonaro convocados a la Comisión del Congreso que investiga la actuación del gobierno en la pandemia. El general Eduardo Pazuello dejó el liderazgo del Ministerio de Salud investigado y criticado. ¿Cómo afecta eso a la imagen de las Fuerzas Armadas?
Este tipo de acontecimiento siempre es malo, siempre es desgastante. No digo que las Fuerzas Armadas se estén desgastando, pero siempre es malo cuando un militar tiene este tipo de problemas.
“La gran cantidad de militares en el gobierno de Brasil da una idea de desequilibrio en la representación social. Y ningún desequilibrio es bueno”.
¿Hay demasiados militares en el gobierno?
No es que haya demasiados. Habría que tener un límite establecido para decir que hay un exceso, pero la gran cantidad de militares da una idea de desequilibrio en la representación social. Y ningún desequilibrio es bueno.
En muchas manifestaciones en las calles, incluso con la presencia del presidente, había personas que pedían una intervención militar. ¿Qué opina?
En una democracia se puede pedir, no hay problema. Es libertad de expresión. Ahora, de ahí a que haya una intervención, hay una distancia muy larga. No tiene cabida, pero la persona es completamente libre de llevarse su pancarta.
“[La dictadura brasileña] tenía una serie de características buenas y también otras que no eran buenas, como cualquier gobierno”.
Este temor, aunque sea remoto, de que pueda haber un golpe de Estado existe porque todavía hay mucha desconfianza hacia las Fuerzas Armadas debido al período de la dictadura militar (1964-1985). ¿Usted está de acuerdo?
El período de gobierno militar en Brasil terminó hace casi 40 años y hay gente que sigue haciendo una comparación hace 40 años. El mundo ha cambiado mucho. El mundo de 1964 era de la época de la Guerra Fría, dividido en dos bandos completamente diferentes, y uno elegía un bando. Hoy en día ya no es así. Las comunicaciones y los vínculos comerciales son completamente diferentes. Es otro mundo. Hay gente que sigue viviendo la comparación con hace 40 años y eso no es apropiado. Pero la realidad es esa: la percepción de mucha gente se debe al período militar. Fue un gobierno militar que tenía características de proyecto nacional, de planeamiento, de desarrollo técnico. Tenía una serie de características buenas y también otras que no eran buenas, como cualquier gobierno.
¿Qué características no eran buenas?
Tener un gobierno de excepción no es lo ideal. En el aspecto político no es bueno. Pero, en el aspecto del desarrollo fue muy fuerte. Brasil saltó de la 48ª economía del mundo a la 8ª.
¿El hecho de que las Fuerzas Armadas nunca hayan reconocido los excesos y torturas hace que el asunto continúe muy presente?
Ahí ya es una cuestión de conciliación nacional. Para que un lado reconociera el exceso, el otro también tenía que reconocer el suyo. Ahí era más fácil.
¿Cuál es su posición sobre las torturas en este período?
El posicionamiento es que no debe ocurrir. Ahora, hubo exceso en los dos lados. En un conflicto armado es difícil no tener excesos de ambos lados.
¿Qué tipo de articulación y colaboración hubo entre el Ejército de Brasil y el de Uruguay?
El Ejército uruguayo es muy cercano y amigo. Cuando voy a Uruguay, para mí, es una extensión de mi casa. Soy de Rio Grande do Sul. Estoy incluso cerca de casa. Nuestra relación con Uruguay es muy especial. Mis padres eran de Jaguarão y Santa Vitória do Palmar. En la línea de la frontera. La relación con los países vecinos es muy estrecha, en especial con Uruguay. En la ONU, Haití y África, comandé batallones de Uruguay. Tengo muchos amigos, conocí a mucha gente. Uruguay es como mi casa, ni siquiera siento que crucé la frontera, excepto por el idioma. La relación entre los cuarteles ubicados en la frontera de Brasil con Uruguay es 100% de amistad. Hay un cuartel del lado de acá y otro del lado de allá, porque la historia, desde aquellos tiempos en la Cuenca del Plata, determinó que allí hubiera un cuartel [a cada lado], pero hoy lo que más hacen es intercambio, ejercicios y fiestas juntos. No existe una ceremonia en la que no se invite al otro lado a participar.
“Guido Manini Ríos es un muy buen tipo, con mucho liderazgo, tenía un liderazgo muy fuerte en el Ejército uruguayo”.
Usted conoce a Guido Manini Ríos. ¿Qué piensas de él?
Tuve la oportunidad de conversar con él. Fui condecorado por él, tengo la medalla uruguaya. Fui a Montevideo a recibirla, creo que en 2016. Es un muy buen tipo, con mucho liderazgo, tenía un liderazgo muy fuerte en el Ejército uruguayo, muy respetado, una persona sumamente seria en el trabajo. Le tengo bastante admiración.
En el gobierno de Tabaré Vázquez llegó a ser sancionado a partir de un artículo de la Constitución que prohíbe al personal militar expresar públicamente opiniones políticas.
Eso no le quita méritos como persona ni como militar. Es un excelente militar, un patriota uruguayo, una persona muy seria.
Juliana Castro, desde Río de Janeiro.