Unas 30.000 personas pasaron desde el 9 de setiembre hasta el viernes por el campamento de migrantes que se instaló en la localidad de Del Río, en Texas, en la frontera de Estados Unidos con México, y donde llegó a haber cerca de 15.000 al mismo tiempo. La situación que encontraron los migrantes, muchos de ellos provenientes de Haití, fue crítica también en ese lugar.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, calificó como “intolerables” los casos de maltrato que sufrieron en esa zona fronteriza, y afirmó que habrá “consecuencias” para los responsables. Imágenes difundidas por AFP mostraron a policías de frontera montados a caballo, persiguiendo a esas personas y usando las riendas como látigos contra ellas.

Esas agresiones fueron repudiadas por la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, quien las consideró “brutales” y dijo que no se imaginaba ningún contexto que pudiera justificarlas, y por la vicepresidenta, Kamala Harris, encargada de los asuntos de migrantes. Según dio a conocer el propio gobierno, Harris llamó al secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, para transmitirle su “grave preocupación por el maltrato hacia migrantes haitianos” y pedirle que se asegure de que los funcionarios de la policía “tratan a la gente con dignidad, de forma humana y coherente con las leyes y valores” del país. Mayorkas manifestó que coincidía con ella y que el Departamento de Seguridad Nacional abrió una investigación sobre esos hechos.

Pero también causó repudio la política de Washington de deportación de migrantes indocumentados haitianos que huían de una situación dramática. Esta ola migratoria surgió después de que en Haití se agravara la crisis social con el terremoto del 14 de agosto, y la crisis política se agudizara a partir del asesinato del presidente Jovenel Moïse, en julio.

Por esa razón, el enviado especial de Estados Unidos en Haití, Daniel Foote, presentó su renuncia el jueves ante el Departamento de Estado. Se refirió al “trato inhumano a los migrantes” y a la decisión también “inhumana” y “contraproducente de deportar a miles de refugiados”. En su carta de dimisión Foote dijo que esa política es “profundamente errónea”, y recordó que el pueblo de Haití está “sumido en la pobreza” y es “rehén del terror” que causan bandas armadas.

El viernes el gobierno anunció que “ya no hay migrantes” en el campamento de Del Río. Según los datos oficiales estadounidenses, 8.000 personas decidieron volver a México “de manera voluntaria”, otras 5.000 están bajo evaluación para determinar si son deportadas, 12.400 podrán reclamar ante un juez de migración que se les permita quedarse en el país, y hubo 17 vuelos de expulsión de migrantes.