El 26 de setiembre comienza una nueva era en Alemania. Ese día habrá elecciones para el Parlamento, y Angela Merkel, tras 16 años como canciller, no participará en ellas. Hoy nadie es capaz de decir si será un punto de inflexión, o sea, si será elegido un gobierno que ni siquiera contará con la presencia del partido conservador de Merkel, la Unión Cristianodemócrata (CDU, por sus siglas en alemán). Pero que esto esté en el rango de lo posible, tal como lo muestran las últimas encuestas, fue y es una sorpresa en la campaña electoral.
Los números de los sondeos suben y bajan, pero actualmente Olaf Scholz, del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), lidera la carrera por la cancillería, seguido de Armin Laschet, de la Unión (como se conoce a la unidad de la CDU con la Unión Social Cristiana de Baviera, CSU), y de la candidata de Los Verdes, Annalena Baerbock. Los tres partidos están bastante cerca entre sí, pero la remontada de Scholz no deja de ser llamativa. ¿No debería ganar la carrera el partido de la política alemana más popular, Angela Merkel? La democracia de Alemania es parlamentaria, por lo que no hay elección directa para el cargo de canciller. Si hubiese elección directa, según las encuestas, el socialdemócrata Scholz ganaría con 48%, Laschet obtendría 21% y Baerbock, 16%.
Después de haber atravesado muchas crisis en los últimos años, e incluso de haber sido dada por muerta, la socialdemocracia europea parece haber dado una vuelta de página, al menos en Alemania. Hasta hace seis meses, las ambiciones de Scholz únicamente encontraban sonrisas compasivas. De forma inusual, fue elegido candidato a canciller por su partido un año antes de las elecciones parlamentarias, mucho antes que los otros dos candidatos. Para algunos observadores, su candidatura por el SPD sólo se debió a la falta de políticos populares y presentables. Demasiados se habían desgastado o se habían dejado desgastar durante los años de Merkel. En las encuestas, el SPD venía demasiado rezagado con respecto a la alianza CDU-CSU y Los Verdes.
Olaf Scholz es un político experimentado, un convencido socialdemócrata y ha ocupado muchos cargos importantes en el partido y el gobierno. Pero se lo considera reservado y un poco aburrido. “Scholz es uno de esos políticos que piensan inteligentemente pero no se comunican inteligentemente”, escribió en referencia a él una de las revistas políticas más importantes, Der Spiegel. El pensamiento racional y rápido es parte de su personalidad, pero no la emocionalidad, y mucho menos la pomposidad. De hecho, fue derrotado en las elecciones internas por la presidencia del partido por el dúo hasta entonces desconocido de Saskia Esken y Norbert Walter-Borjans. Pero todo esto no parece impresionar a muchos ciudadanos en estos momentos; al contrario, parecen ser atributos populares. La sensatez parece ser bienvenida en momentos de crisis, el conocimiento y la experiencia sosiegan los espíritus en tiempos agitados e inciertos, y la distancia mantenida con respecto a las bases del SPD, generalmente ubicadas más a la izquierda, es un punto a favor para las personas más conservadoras.
Hasta mayo se consideraba que Laschet, el candidato de la alianza conservadora CDU/CSU y, por lo tanto, sucesor de Merkel (CDU), contaba con las mayores probabilidades de ser canciller. Iba a ser la cara fresca y el caballo de tiro de esta campaña electoral para el Parlamento. Los conservadores contaban, aún en abril de 2021, con 30% de las preferencias. Con Baerbock, una candidata de 40 años, Los Verdes ya eran la segunda fuerza política más grande del país. En las encuestas superaban por mucho al SPD. Parecía que en Alemania, como en otros países de Europa occidental, la era dorada de la socialdemocracia había llegado a su fin. Los medios de comunicación hablaban sobre todo del escenario de coalición más probable: un gobierno conservador-verde. El SPD parecía estar estancado en las encuestas con 14%-15%, y no sólo a principios de 2021, sino a lo largo de los últimos años.
Desde finales de julio, sin embargo, el panorama ha cambiado: la CDU ha caído a 20%-22% (según quién haga la encuesta), Los Verdes a 16%-18% y el SPD sube de manera constante desde julio. Primero a 18%, luego a 20% y ahora hasta 24%-25%. Además, para la opinión pública Scholz ganó cada uno de los tres debates entre los candidatos a la cancillería. En el último –una semana antes de las elecciones– ganó con 15 puntos de ventaja con respecto a Laschet y 17 con respecto a Baerbock. En la CDU-CSU hay clima de nerviosismo. Muchos temen que Laschet dilapide el legado de Merkel. Otros intentan dar esperanzas, basándose en su biografía y diciendo que Laschet a menudo es subestimado, pero luego da la sorpresa.
La carrera política de Scholz comenzó en Hamburgo. Allí creció y estudió derecho. A los 17 años se incorporó al SPD, se convirtió en vicepresidente nacional de la Juventud Socialista y, como muchos en la organización juvenil del SPD, luchó por “superar la economía capitalista”. Antes de desempeñar cargos oficiales, trabajó durante mucho tiempo como abogado laboralista; políticamente hablando, “como abogado de trabajadores y trabajadoras”.
El programa de gobierno socialdemócrata está enfocado en asuntos de justicia social y laboral, cambio climático, movilidad y transporte, y digitalización.
Subió al escenario político nacional en 2002 como secretario general del SPD y, por lo tanto, tuvo una significativa participación en la Agenda 2010 del gobierno de Gerhard Schröder, que significó para los alemanes duros recortes en el Estado de Bienestar a partir de 2005. Como secretario general, tuvo que defender esa agenda, lo que le granjeó en ese entonces el apodo de Scholzómata, pues lo hacía repitiendo una y otra vez las mismas palabras y sin un dejo de emoción. Como consecuencia de los arduos debates internos sobre el Hartz IV (políticas de ayuda social), tuvo que dejar el cargo después de tan sólo 18 meses. Estaba políticamente agotado. Más tarde siguió defendiendo las reformas sociales de la época, pero también enfatizó que debería haberse introducido un salario mínimo, cosa que Alemania no tenía.
Como ministro de Trabajo (2007-2009) durante el primer gobierno de Merkel, con la alianza de la CDU y el SPD, desempeñó un papel importante como experto durante la crisis financiera, lo que incluyó la introducción del subsidio del trabajo a jornada reducida, con el que el Estado garantiza a los trabajadores en tiempos de grandes crisis (crisis financiera de 2008, pandemia de covid-19 de 2020) 60% de su salario. De esta manera pudo recuperar capital político.
En 2011, Scholz regresó a Hamburgo, donde fue elegido alcalde y gobernó de 2011 a 2018. En las elecciones de 2011, logró algo casi utópico para el SPD en ese momento: mayoría absoluta. En un segundo mandato gobernó Hamburgo con Los Verdes. Su política de construcción de viviendas fue importante para hacer que grupos de menores ingresos pudiesen acceder a un lugar donde vivir en la gran ciudad. Pero el período hamburgués finalizó de manera deslucida. En la cumbre del G-20, durante el verano de 2017, las grescas callejeras llegaron a altos niveles de violencia. Scholz cometió un error de cálculo, ya que les había garantizado a los habitantes de la ciudad que no tendrían que preocuparse por la seguridad.
Después de las elecciones parlamentarias de 2017, en las que el SPD fue derrotado, supuestamente no iba a haber ninguna nueva “gran coalición” entre el SPD y la CDU. Por un lado, era impopular entre la población, pero por otro, el SPD había perdido su perfil socialdemócrata durante los años en que cogobernó con Merkel. Sin embargo, hubo una tercera ronda de negociaciones, pues la llamada alianza “Jamaica” entre la CDU, Los Verdes y el liberal Partido Democrático Libre (FDP) no llegó a materializarse. Entonces, nuevamente el SPD integró el gobierno de Merkel. En el nuevo gobierno rojinegro, Scholz se convirtió en vicecanciller y ministro de Finanzas. Defendió la política de endeudamiento cero de su predecesor, Wolfgang Schäuble (CDU), para disgusto de muchos socialdemócratas que querían más inversión en infraestructura de transporte, educación, salud, etcétera, pero también de socios europeos que esperaban un cambio de rumbo para estimular el crecimiento y el trabajo.
Gracias a sus recursos financieros, durante la pandemia Alemania pudo ofrecer un fuerte apoyo estatal a empresas y trabajadores, y Scholz, como ministro de Trabajo de Merkel, jugó un papel decisivo en esa política.
No obstante, con la pandemia esta actitud cambió. Gracias a sus abundantes recursos financieros, Alemania pudo ofrecer un importante apoyo estatal a empresas, empleados, personal de cuidado, etcétera. Scholz jugó un papel decisivo en la implementación de estas inyecciones de fondos; para ello, el límite de endeudamiento, vigente desde 2011, tuvo que ser suspendido por el Parlamento. En términos de política fiscal nacional, como anunció durante la campaña electoral, no quiere dar alivio a los grupos de ingresos más elevados. En el plano internacional, Scholz abogó por un impuesto mínimo global a las grandes empresas, que el G-7 aprobó en julio de 2021.
A Scholz lo comparan a menudo con Merkel por sus rasgos de personalidad similares. Además, ambos provienen del norte. Hace unas semanas, de manera algo irónica pero también con miras a las elecciones, se mostró haciendo el “rombo de Merkel”, como se conoce la forma en que la canciller coloca sus manos cuando habla en público. Pero sus raíces políticas tienen poco en común. Scholz es considerado un socialdemócrata bastante conservador. Una de sus creencias fundamentales, sin embargo, es que se necesita un Estado capaz de actuar para dar apoyo a los trabajadores y trabajadoras y a las personas de bajos ingresos.
Scholz insiste en que todo el mundo debe recibir el pago que realmente merece por su trabajo. Para algunos observadores, el dirigente ha entendido el error de la elite política occidental de enfocar su retórica en “competitividad” y “mérito”.
Un punto muy relevante en la campaña electoral y en el actual programa del SPD es la idea de elevar el salario mínimo a 12 euros la hora. Scholz subraya una y otra vez ese punto explicando que todo el mundo debe recibir el pago que realmente merece por su trabajo. Y agrega una perspectiva de género cuando señala que son muchas veces las mujeres las que trabajan en profesiones de menores ingresos. Por esta postura, algunos observadores dicen que Scholz ha entendido el error de la élite política occidental de enfocar su retórica en “competitividad” y “mérito”. El candidato del SPD ha tratado de revertir el desprecio implícito por los trabajadores y las trabajadoras corrientes y se ha comprometido a restaurar una sociedad que respete su dignidad y los compense por su valor real sobre el que se construye el éxito del resto de la población. También sugirió que debería haber un marco legal común sobre salario mínimo a escala de la Unión Europea.
El programa del SPD está enfocado así en temas de justicia social y laboral, cambio climático, movilidad y transporte y digitalización. Scholz se relaciona más con algunos temas que con otros. En Hamburgo, durante su mandato como alcalde, por ejemplo, se realizaron inversiones en transporte y educación. Fue simbólicamente importante la composición con paridad de género del primer Senado de Hamburgo bajo su liderazgo. Bajo la égida de Merkel, las mujeres siempre estuvieron en minoría en el gabinete. Scholz ha anunciado que, en caso de triunfar en las elecciones parlamentarias, los cargos del gabinete se distribuirán atendiendo a la igualdad de género.
La agenda internacional no ha jugado un rol importante en estas elecciones, a pesar de temas coyunturales como la derrota occidental en Afganistán –donde Alemania había mandado 150.000 soldados en los últimos 20 años, como parte de la misión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte–, la migración u otras cuestiones que requieren una posición común europea.
Después del 26 de setiembre, la composición del gobierno no será de un partido sino de varios formando una coalición. Y en las negociaciones de coalición suelen postergarse las prioridades políticas de un partido para encontrar consensos con otros. Cuanto más lejos estén de los valores y prioridades propios, más dolorosas pueden ser estas postergaciones.
Este artículo fue publicado originalmente por Nueva Sociedad y escrito por su directora, Svenja Blanke. Traducción: Carlos Díaz Rocca.