Joaquín Garlo tiene 25 años. Es de Maldonado, ingresó a la Facultad de Derecho en 2015 y le queda un examen para terminar la carrera de abogado. Sus padres eran votantes frenteamplistas y la lectura de algunos libros sobre historia reciente lo acercó a la organización de Marchas del Silencio en Maldonado con apenas 13 años. Se afilió al Frente Amplio (FA) en la elección interna de 2012, para votar la candidatura de Ernesto Agazzi. Poco tiempo después empezó a militar en el comité de base Unidos Venceremos –cuya presidenta era en ese momento la socialista Alba Clavijo– y luego se afilió al Movimiento de Participación Popular (MPP), sector que lo postuló a la Junta Departamental en 2015.
El coloniense José Manuel Arenas tiene 30 años. Empezó a estudiar Derecho en 2010 y se recibió como abogado en 2018. Su familia es “extremadamente politizada” aunque no estaba vinculada con el FA, sino con el Partido Colorado. Su padre, por ejemplo, votó a Jorge Batlle en 1999 aunque en la elección siguiente optó por el FA, una decisión que todavía mantiene. José Manuel se afilió al Partido Socialista en 2007, con 15 años, y empezó a militar en el comité de base Nibia Sabalsagaray de Nueva Helvecia, que preside desde hace casi diez años. En esta legislatura, Garlo y Arenas se han convertido en referentes de sus bancadas y los convocamos a conversar sobre la experiencia de ser opositores a dos pesos pesados del Partido Nacional (PN) en el interior del país: Enrique Antía y Carlos Moreira.
Ambos llegaron a la Junta Departamental en 2015, o sea que siempre han sido oposición a nivel departamental. ¿Cuál es la mayor dificultad que han encontrado?
Joaquín Garlo: En mi experiencia, la mayor dificultad no está en el adversario político, sino en uno mismo, por la impotencia de no poder llevar adelante nuestras ideas. Me refiero a tropezar sistemáticamente con la misma piedra y no poder avanzar con ideas que uno considera positivas para el desarrollo del departamento. Esa gran pared que significa un gobierno departamental de otro signo político genera una impotencia importante. Cuando entré a la Junta tenía 18 años, recién había salido del liceo y estaba en todo un proceso de búsqueda personal. De a poco fui entendiendo el juego, aprendiendo cómo trabajar desde los espacios institucionales de oposición y al mismo tiempo manteniendo contacto con la gente. En la Junta corrés el riesgo de meterte demasiado para adentro y quedar encerrado en los ejercicios de la función de control, que es la principal función de la oposición, y corrés el riesgo de dejar de ver qué es lo que está pasando afuera.
José Arenas: Comparto esa sensación de Joaquín. El ejercicio de la oposición a nivel departamental puede ser algo frustrante. Si uno no es capaz de moderar esa frustración, te terminás perjudicando a vos mismo y también a los intereses que pretendés defender. Te diría que hoy la mayor complejidad es que como FA no logramos consensuar una línea de trabajo para ofrecer una propuesta que logre triunfar en nuestro departamento. Nosotros ejercemos el rol de oposición y estamos llamados a controlar la gestión de Moreira, pero en realidad pretendemos que la ciudadanía de nuestro departamento nos vea como una opción y una alternativa de gobierno, y no sólo como una buena oposición. Aspiro a que los vecinos, más allá del partido al que pertenezcan, vean en nuestra fuerza política una alternativa de gobierno. La primera obviedad es que no hemos logrado convencerlos.
¿Y en esa obviedad cuánto pesan los méritos del que gana y cuánto los errores propios?
Joaquín Garlo: En el caso de Maldonado, la actitud autocrítica que planteamos en 2020 es que no podíamos quedar encasillados en el rol de oposición que sólo se opone. Buscamos ser una oposición propositiva, una opción política y no simplemente quienes estamos sistemáticamente denunciando la intendencia de Antía y a los actores políticos del gobierno blanco. Es un desafío, porque el ejercicio de la oposición muchas veces te deja encasillado en ese rol del edil denunciante que permanentemente está marcando los errores del gobierno. En realidad nuestro objetivo no es ser una molestia para el oficialismo, sino defender los intereses de la población de Maldonado y generar propuestas.
El FA de Maldonado tiene el desafío de pararse en el escenario político y electoral como una verdadera opción para gobernar nuevamente el departamento, como ya lo hizo entre 2005 y 2015. Evidentemente falta algo, creo que el FA no está sabiendo leer a la ciudadanía del departamento de Maldonado y no está sabiendo interpretar cuáles son los intereses y las preocupaciones de los vecinos. Y eso termina repercutiendo electoralmente. Creo que el principal objetivo de cara al próximo ciclo electoral es recuperar ese ida y vuelta esencial con la población para poder justamente ser sus fieles representantes.
José Arenas: En el interior hay situaciones distintas para el FA. Hay lugares como Maldonado, donde el FA ya ganó y gobernó, y después muchos departamentos donde nunca ganó. En Colonia después de cada fracaso electoral elaboramos diagnósticos y derramamos chorros de tinta sobre las causas de la derrota. Hay un facilismo entre muchos militantes que es decir que el FA no gana porque hay mucha gente vinculada laboralmente con la Intendencia, directa o indirectamente. Es posible que haya un porcentaje de gente que cambia su voto con base en eso, pero si fuera la única explicación, el FA nunca habría sido gobierno a nivel nacional, porque las mismas formas de hacer política también se daban a nivel nacional.
En mi opinión, si hay una enorme cantidad de gente que en Colonia vota al FA a nivel nacional y cinco meses después cambia su voto, es porque a nivel departamental no nos mostramos como una verdadera alternativa de gobierno. Como dice Joaquín, muchas veces nos metemos en el microclima de la Junta y perdemos esa perspectiva. Nos enroscamos con discusiones que nos parecen dramáticas pero no son dramáticas para la población. Muchas veces, por este enfrentamiento con el PN nos terminamos oponiendo a cosas y perjudicamos a nuestros propios representados. Es cierto que muchas veces el PN se lleva por delante las instituciones y desprecia nuestras propuestas, pero a raíz de eso nos terminamos oponiendo a iniciativas más por las formas que por los contenidos.
Estas discusiones hacia la interna del FA se vieron en el debate por el proyecto inmobiliario en El Calabrés y se están empezando a ver en Maldonado con el proyecto de zonas francas.
Joaquín Garlo: Nosotros no compartimos las formas de diseño de política públicas que viene implementando el gobierno del PN en Maldonado desde 2015. No estamos de acuerdo en generar mayores beneficios a los inversionistas (por ejemplo, con las excepciones a los permisos de construcción, que es una discusión recurrente en la Junta) con el falso pretexto de la generación de fuentes de trabajo, algo que está demostrado que no es así. Apostamos desde otra concepción a una mayor horizontalidad, a la generación de reglas claras para todos los actores, y ahí radica el fundamento de esa negativa. Ahora, eso no significa que no podamos acompañar determinadas iniciativas, con nuestras diferencias, y generar nuevas propuestas. Sucedió en la elaboración del Presupuesto Quinquenal el año pasado, pasó hace unos meses con el programa de relocalización del barrio Kennedy, y ahora nos encontramos con la discusión de un proyecto de la instalación de una zona franca en Punta de Este, que también requiere un análisis serio y responsable.
En la anterior legislatura, el FA de Maldonado no votó muchas iniciativas de Antía y después el resultado electoral no fue bueno. ¿Hay un aprendizaje en eso?
Joaquín Garlo: Sí, hay un aprendizaje de valorar ciertos aspectos políticos y técnicos, de hacer una abordaje integral de las iniciativas para leer mejor cuáles son las sensibilidades de la población frente a esos asuntos. Tanto para decir que sí o para decir que no siempre se necesita hacer múltiples análisis, incluyendo la valoración del sentir popular.
José Arenas: Los ediles departamentales siempre tenemos que arriesgar una posición, que siempre genera reacciones políticas. Desde la oposición, muchas veces es más fácil decir que no, para no someternos a determinadas consecuencias, cuando en realidad deberíamos hacer un esfuerzo por olvidar quién propuso la iniciativa y analizarla de forma objetiva, y atendiendo lo que puede precisar la ciudadanía. En el FA tenemos dificultades para detectar cuáles son los temas más sentidos para la población y para tener un contacto más fluido con la realidad. Para los frenteamplistas es extremadamente importante nuestra militancia y la pertenencia a una enorme cantidad de organismos, pero también tenemos que entender que la realidad va más allá de eso. Nosotros tenemos un alejamiento de todo un entramado social que tiene Colonia, que es muy grande y trascendente, y lo digo desde Nueva Helvecia, que es una ciudad ejemplo de eso. Muchas veces nos alejamos del sentir de la mayoría de la población y no priorizamos el debate con los ciudadanos, más allá de la opción política a la que pertenezcan. Tenemos una tendencia a tomar ciertas decisiones previendo que los organismos a los que pertenecemos nos van a cuestionar, sin medir que esos cuestionamientos pueden estar alejados de que lo necesita la ciudadanía.
¿Qué cosas destacarían como positivas de los liderazgos de Moreira y Antía?
Joaquín Garlo: Creo que en 2015 y 2020 subestimamos absolutamente la capacidad electoral de Antía, que demostró una capacidad importante para construir un aparato político local que es muy sólido. Lo construyó sobre bases que pueden ser compartidas o no: personalmente, no comparto la lógica de crear agrupaciones en torno a determinados caudillos vinculados con el gobierno departamental, cargos de confianza de la Intendencia, militantes que son funcionarios de la Intendencia y que entraron por la ventana a la gestión. Todo esto le permitió un triunfo rotundo en 2020 y creo que hay que estudiar con detenimiento ese proceso. También hay que estudiar cómo Antía logra despertar en la población cierto grado de confianza y sentimiento de representatividad. Sería muy mezquino no reconocer la capacidad de Antía de organizar su aparato político para lograr objetivos electorales y para generar opinión pública favorable. Su estrategia de comunicación es muy buena, también sus formas de relacionarse con los medios.
¿Y en el caso de Moreira? Para una parte de la izquierda, sobre todo la montevideana, resultó muy llamativo el resultado de la última elección después de todo lo que había pasado.
José Arenas: La gente cuando tiene la camiseta demasiado puesta, y esto no es exclusivo del FA, puede caer en un impulso irracional de desprecio al rival que te lleva a ignorar lo que pasa realmente. Y después los resultados electorales te llevan a chocarte contra la pared. Por un lado están los microclimas militantes y por otro lado están las elecciones, que en política son el mayor baño de realidad.
Lo de Moreira es un claro ejemplo. El FA venía viendo una cosa y después resultó que los verdaderos sentires de la gente estaban por otro lado, lejos de eso. Uno puede tener profundas discrepancias con la forma de gobernar del PN y con su concepción caudillista de la política, pero también hay que interpretar que si el hombre ha sido cuatro veces intendente de Colonia y electo senador titular en tres ocasiones, es porque tiene una inteligencia y una visión pragmática de las cosas que, fría y objetivamente, hay que saber estudiar en su profundidad. Cuando pasó lo de los audios, nos encontrábamos con gente de otros departamentos que nos decía “este hombre no gana más”. Lo que pasó en realidad es que mientras el FA denunciaba en la Junta Departamental todos los días lo horrible de estos audios, los militantes de Moreira estaban recorriendo nuestros barrios buscando voluntades que finalmente consiguieron. El aprendizaje es que hay que tener más objetividad y frialdad para hacer política; me parece que es algo que los jóvenes podemos aportar. Hay que asumir que las cosas no son siempre entre blanco y negro, que buenos y malos hay en todos lados. No es cuestión de decir “qué horrible esto” y después ignorarlo, como le pasó al FA con Un Solo Uruguay. Ignoramos sus reclamos, intentamos burlarnos y de repente nadie supo bien qué hacer y cómo pararse frente al fenómeno con inteligencia.
Antía en un momento apostó por recuperar San Carlos y lo logró. Moreira ahora definió priorizar a Juan Lacaze en el presupuesto. Ambos son bastiones de la izquierda. ¿Por qué al FA le cuesta más que al PN embarcarse en estas disputas simbólicas a nivel local?
Joaquín Garlo: Te diría que San Carlos y también Piriápolis. Es cierto, Antía consiguió ambos objetivos. Lo de San Carlos quizás fue más trascendental simbólicamente, porque es un bastión histórico de la izquierda a nivel nacional, porque fue el primer gobierno del FA en el interior, cuando en la década del 90 se ganó la representación mayoritaria en la Junta Local electiva y autónoma. La historia ahí pesaba mucho. En la última elección hubo una definición estratégica del PN que desde el FA no supimos cómo combatir desde la organización territorial. Quizás por no querer entrar en esa lógica que siempre criticamos, quizás por no saber cómo genera ese contrapeso. Creo que como FA a nivel local deberíamos cambiar la pisada y pensar de otra manera. ¿Por qué damos siempre por perdido el municipio de Punta del Este? ¿Por qué no podemos ponernos como objetivo ganar el municipio de Aiguá? Ponernos esos desafíos políticos y electorales es una necesidad para movilizarnos de otra manera. En política, salir de la zona de confort es fundamental para poder movilizarnos diferente y para contrarrestar el crecimiento de los partidos fundacionales y de los nuevos partidos que forman parte de la coalición multipartidaria de derecha. Es un desafío necesario.
José Arenas: Totalmente de acuerdo con la reflexión de Joaquín. Hay una diferencia histórica entre el FA y el PN. Creo que los blancos son extremadamente pragmáticos, incluso en exceso, porque a veces eso te lleva a triunfos electorales que son pan para hoy y hambre para mañana. Los blancos en Colonia dicen “vamos a ganar el municipio de Juan Lacaze”. Lo que hacen para lograrlo es destinar ahí la mayor inversión del período. O definir desde ahora poner 20 candidatos a alcalde para ganar por efecto arrastre. Muchas veces, esas discusiones para el FA son muy costosas, porque tenemos una visión más idealista de las cosas. ¿Cuántos años le costó al FA darse cuenta de que para los gobiernos departamentales son mejor las múltiples candidaturas? Capaz que 30, 40 años. Eso es algo impensado en el PN, porque ellos definen un objetivo primero y después resuelven cuál es la mejor manera de alcanzarlo, más allá de lo que sea ideal.
A nivel local creo que siempre tenemos el desafío de ganar en algunas ciudades que no sean Juan Lacaze. En Nueva Helvecia no estuvimos tan lejos. Lo peor es que a veces los frenteamplistas creemos estar mucho más lejos de lo que realmente estamos, terminamos catalogando a nuestros vecinos como dueños de una ideología que ni siquiera tienen. Creo que no hay que dar ninguna batalla por perdida, pero sin hacerlo como lo hacen en el PN, porque lo hacen desde una concepción equivocada.
Muchas de las cosas que plantean apuntan a formas más pragmáticas de ser oposición. Para un militante del FA que lleva 40 años de enfrentamientos con un caudillo blanco es más difícil explicar esa necesidad. ¿Cómo vienen llevando ese recambio generacional a nivel local?
Joaquín Garlo: Las juventudes tenemos un desafío importante al momento de empezar a tener nuevas formas de hacer política a nivel local. Esas nuevas formas tienen que partir desde los pilares fundamentales de la izquierda y del FA, pero introduciendo prácticas nuevas y visiones diferentes sobre cómo relacionarse con la comunidad y con los otros actores políticos. Hay que dejar de lado esas viejas prácticas que mucho daño nos han hecho, como el hermetismo político, o la construcción de enemigos y no de adversarios. Lamentablemente, y esto es absolutamente personal, las mayores dificultades que he encontrado para el desarrollo político no han estado tanto en los adversarios políticos, sino muchas veces entre los propios compañeros y los espacios orgánicos del FA. El ninguneo, las botijeadas, el menosprecio por la condición de joven, los resquemores por asumir con otro grado de dificultad las tareas. Personalmente estoy muy agradecido con mi sector, el MPP, por la posibilidad de tener voz y participación activa en espacios de toma de decisión y de responsabilidad institucional. Pero la adultocracia es un gran problema dentro de la izquierda, a pesar de que en el FA todo el mundo habla de la necesidad de un recambio generacional.
José Arenas: Creo que ese sentimiento que muy bien describe Joaquín debe ser comprendido por un montón de compañeros y compañeras jóvenes que están desperdigados en todo el país. Y también debe ser una dificultad que tienen militantes jóvenes de otros partidos. Creo que nosotros como jóvenes políticos tenemos dos frentes de batalla abiertos: el intercambio con las personas que piensan diferente a nosotros, y la discusión con los compañeros y compañeras que no logran comprender que los jóvenes venimos a la política con otras formas y otros métodos, y si bien no criticamos el trabajo de los demás, tampoco nos gusta que se metan con el nuestro. Me refiero a transitar por la vida con menos prejuicios, con mochilas menos cargadas y con menos diferencias personales. Las diferencias personales en el interior condicionan mucho el relacionamiento político, hay un montón de ejemplos de eso. Yo no tengo problema en juntarme a hablar con militantes de otros partidos o con el intendente, lo hago sin drama, con alegría y hasta con sentido del humor, que es algo que tampoco se debería perder en política. Sin embargo, muchos compañeros de la izquierda ven estas actitudes como perjudiciales y muchas veces nos sentimos cuestionados. Perdemos tiempo en esas discusiones, lo que genera momentos duros y amargos, que te llevan incluso a repensar todo. Creo que si no aceptamos estos nuevos métodos y formas de relacionamiento va a ser imposible que el FA gane alguna vez en nuestro departamento, algo que considero cada vez más necesario. Creo que los jóvenes frenteamplistas tenemos ahí todo un desafío por delante.