Estimado lector: no piense en un elefante. Quizás ahora, mientras lee esta introducción, haya aparecido en su mente un animal gris, con trompa, colmillos y orejas grandes. Es lógico, las palabras tienen poder y, por consiguiente, lo tienen los discursos y cómo se elige enunciarlos. La estrategia política está llena de estas “trampitas”, las ideas se transmiten de tal o cual manera con una intención, ¿y qué pasa cuando lo que se elige transmitir tiene un trasfondo conservador, racista, homófobo o misógino? ¿Cómo esos discursos terminan calando en sociedades democráticas y generan debates en torno a temas que consideramos “superados”?
El podcast Epidemia Ultra -convertido en proyecto transmedia- busca responder estas preguntas (entre muchas otras), y para ahondar en qué sucede con la derecha radical es que conversamos con su director, Franco Delle Donne, doctor en Comunicación por la Freie Universität Berlin.
¿Cómo surge Epidemia Ultra y cuál es la inquietud que los llevó a empezar con este proyecto?
El podcast en sí, que es el paso previo al proyecto que se ve en la web, nace como consecuencia del libro que habíamos publicado con el mismo nombre con Andreu Jerez, que es un periodista que vive acá en Alemania desde hace muchos años. En este libro en cada capítulo hablábamos de un país; ahí yo ya había hecho algún que otro podcast sobre política alemana y se me ocurrió que estaría bueno hacer un podcast que hablara de cada país, como hicimos en este libro, para que a la gente que no puede o no quiere leer por la razón que sea también le llegue, y luego pensamos que tal vez podíamos hacer algo más transmedia, y ahí sale el proyecto más grande. Además, una de las formas de generar interés y a la vez explicar este tipo de historias de manera sencilla es atarlas a un país, a una bandera, porque ahí hay una lógica propia, uno puede explicar lo que sucede en un contexto concreto.
Hay una distinción que ustedes hacen entre extrema derecha, derecha radical y ultraderecha, ¿cuál es la diferencia?, ¿por qué tendemos a aunarlas?
Se tiende a usarlos como sinónimos porque es lo más sencillo, pero el problema de usar sinónimos es que no todas las palabras tienen el mismo sentido, más allá de que puedan llegar a relacionarse de alguna manera; y sí, son parte del mismo campo semántico, eso es indudable. Ultraderecha, derecha radical, extrema derecha, se podría pensar que están conectadas, pero eso no significa que el significado sea idéntico, y ahí tenemos un problema, que es entender a qué se refiere esa palabra respecto de la problemática, o al menos eso es lo que a mí me importa, a qué fenómeno están haciendo referencia esos elementos. Hay partidos que yo llamo de extrema derecha que buscan el fin de la democracia tal como la conocemos, la democracia liberal con ciertos valores importantes, con la libertad como un valor fundamental, entendida desde sus inicios más allá de lo económico. Luego, hay partidos que nosotros llamamos de derecha radical o movimientos de derecha radical, que están dentro de los márgenes de la democracia y con las herramientas de la democracia, como son los partidos políticos, los candidatos, los discursos, las comisiones, los parlamentos y demás. Trabajan para ir eliminando valores democráticos, para generar una democracia en la cual posiblemente haya elecciones, pero no haya libertades para todos, o las libertades estén condicionadas a tu color de piel, a tu orientación sexual o a tu pensamiento político. Esa diferencia es importante porque son problemas diferentes, y eso creo que es clave.
¿Por qué eligen centrarse en la derecha radical, la que participa por ahora dentro del juego democrático?
Elegimos hablar, analizar y entender la derecha radical porque es la expresión política más exitosa de las ultraderechas que mencionaba; es decir, la que está actualmente teniendo influencia real. Un partido de extrema derecha en Alemania siempre ha habido, en otros países también, pero han sido partidos que no han tenido ningún tipo de influencia. En cambio, las derechas radicales que estamos viendo crecer en diferentes lugares del mundo tienen influencia sobre la agenda e incluso sobre las políticas públicas en distintos lugares; que Vox participe en la formación de un gobierno, aunque sea a nivel regional y que ese gobierno que se forma posteriormente cambia determinadas leyes bajo presión de este partido, influye y cambia la vida en ese lugar en particular. Son actores políticos que tienen influencia política real hoy en día.
El podcast tiene mucho de análisis de discurso, y en un momento hablan de la “provocación estratégica”: alimentarse de la polémica con opiniones disonantes sobre temas particulares que sabés que son parte de una agenda, ¿no te parece que es un fenómeno muy de nuestra época?
Cuando trabajé en un seminario sobre pensamiento político, una de las cosas interesantes con que me encontré fue la nouvelle droite (nueva derecha), un pensamiento político surgido a fines de los 60 en Francia, y básicamente uno de los aspectos fundamentales que planteaba uno de sus líderes, Alain de Benoist, era que lo más importante es ganar la batalla cultural, la batalla política viene después. Hay que ganar la batalla en las mentes de la gente, ¿y cómo se gana? A partir de la palabra, a partir de lo que se discute; él le llamaba a eso “metapolítica”, que es estar por encima de la discusión político partidaria. Las nuevas derechas y la mayoría de los partidos de derecha radical arman su base comunicacional partiendo de esa lógica, son partidos que desde el punto de vista comunicacional son bastante inteligentes. Una de las cosas que comprendieron es cómo ocupar un espacio comunicacional, cómo hacer para estar en la agenda. Lo que consiguen con esa provocación estratégica es aprovecharse de las condiciones de noticiabilidad; después va en las capacidades, en los intereses y en el tiempo incluso del que dispongan los periodistas para poder analizar eso y darse cuenta de cómo contarlo sin estar simplemente reproduciendo un mensaje que no tendría sentido reproducir. No estoy acá criticando al periodismo ni mucho menos, pero sí entiendo que pueden estar en un dilema. Lo otro es que también se apoyan en una especie de clima de época al que se le atribuye el nombre de “contrarrevolución silenciosa”.
Desde el Mayo Francés hasta más o menos esta época, en el mundo occidental en particular, se da lo que se conoció como “la revolución silenciosa”, una serie de cambios sociales que van de una sociedad más o menos conservadora de los años 50 a la sociedad que tenemos ahora, con intenciones en algunos lados más o menos cercanos a conseguir la igualdad de género, respeto a la identidad sexual, el discurso contra el racismo, un montón de cosas que en los años 50 (para decirlo fácil) se podían decir y hoy no. Bueno, esa “revolución silenciosa” empieza a tener como elemento de contrapeso una “contrarrevolución silenciosa”, y es esta idea de ciertos sectores conservadores de recuperar las ideas conservadoras de hace muchos años y decir “acá falta orden, acá todo vale”, y se genera una crítica a ese movimiento, y el exponente principal de esa crítica es lo que siempre se discute como lo “políticamente correcto”, que pasa a convertirse en una suerte de enemigo de la libertad de expresión. Lo que hacen estos partidos es explotar esta contrarrevolución silenciosa, esta sensación de algunas personas de sentirse acalladas y la aprovechan al máximo, por ejemplo, cuando utilizan la provocación estratégica.
Más allá de que desde el periodismo a este tipo de declaraciones siempre hay que darles el análisis correspondiente, si el resto del sistema político sale a responderle, ¿no está legitimando debatir un disparate? Pero, por el contrario, ¿qué se hace?, ¿se lo ignora?
Un profesor que entrevisté para un podcast sobre Angela Merkel me contó que hicieron una investigación en su grupo y el resultado fue que da igual cómo se hable de algunos temas, por ejemplo, el de migración; si se habla sobre migración, insisto, con cualquier tipo de agenda -puede ser progresista, socialdemócrata, de izquierdas-, los partidos que se benefician de esa discusión son los partidos de derecha radical. Es como que son dueños del tema, en tanto y en cuanto se discute migración, la derecha radical aumenta la intención de voto, es como que se activa esa sensación, al menos en Europa. Ahora, la migración es un tema, ¿por qué hay que cancelarlo de la agenda? La pregunta es cómo se cubre críticamente, construyendo el contexto, entendiendo que tal vez la frase, la barbaridad que pudo llegar a decir tal o cual persona era irrelevante y lo único que llama la atención es que dijo una mala palabra, o que dijo algo que no se podría decir. Bueno, quizá ahí aparece otro debate absolutamente diferente que no tiene que ver con ultraderecha, pero que existe desde hace unos años, y es quién construye los contenidos y cómo decidís presentarlos.
Esto de “no pienses en un elefante” tiene que ver con lo que venimos hablando de cómo se generan las ideas y se construyen los discursos, ¿qué entra en juego acá?
Esto aplica para cualquier discurso político, porque es entender cómo funciona el cerebro humano, nuestro cerebro está pensado para eso. Por ejemplo, cuando hablamos de la definición, y yo te hablaba del campo semántico, justamente esa capacidad que tiene un líder de ultraderecha de entender que si dice tal o cual palabra se van a activar todas las otras que la rodean, seguramente es el efecto hecho realidad de no pensar un elefante. Cuando algún político habla de migración en determinados términos, lo que está intentando es que asociemos migración a algún tipo de concepto negativo o algo que él considere que la opinión pública va a considerar negativo, y en la medida en que nosotros, o mejor dicho que el discurso político, une determinados conceptos, estos se van solidificando en el pensamiento colectivo. Pero eso lo puede hacer tanto la ultraderecha como cualquier otro partido; lo interesante es ver que hay algo que sí diferencia a la ultraderecha del resto de los partidos del “centro democrático”, y es que la ultraderecha en la mayoría de los países está fuera del gobierno, no tiene responsabilidad gubernamental, entonces eso los libera del desgaste propio de cualquier gobierno, que es natural y que es propio la democracia.
Sobre todo en Europa se da este discurso respecto de los movimientos migratorios, asociarlos a conceptos “malos”, y se habla de una “xenofobia tapada”, pero ¿es realmente tapada?
Si se lo preguntás a ellos te dirán que eso no es xenofobia, sino que lo que están haciendo es luchando por la identidad. Obviamente, esto si lo reproducís así estamos haciendo claramente publicidad, porque en esa batalla de pensar en un elefante, más allá de que seas crítico con esto, si yo te digo “estoy luchando por mi identidad”, ¿quién puede estar en contra? Es legítimo en algún punto; el problema es que no está luchando por su identidad, sino que está luchando por ideas xenófobas. Ahora, ¿cómo se oculta esto y dónde está “el arte” o la técnica que usan? Hay que una vez más volver al pasado, volver a la nouvelle droite y a algunos ideólogos de la derecha radical de Alemania también, que desarrollaron el concepto del “etnopluralismo”, a partir del cual dicen o expresan la idea de que cada cultura es única y tiene características propias que no pueden ser contaminadas por otras porque se perdería esa pureza, y en ese sentido lo importante es que no se mezclen, como, por ejemplo, cuando se dan migraciones. El etnopluralismo habla de que cada etnia esté separada y el mundo sea plural mientras sean unidades, compartimentos estancos. ¿Por qué? Porque, según ellos, cada cultura tiene su propio hábitat, además de tener todas sus otras características intrínsecas. Se teorizó a ese nivel de desarrollar un concepto que si lo analizás a fondo no se sostiene por ningún lado, ¿quién determina qué cultura es cuál, ¿dónde empieza una y termina la otra? Es innegable que ha habido migración en Europa, en África, en donde sea y ¿dónde pones el punto de inicio? Es muy difícil que eso tenga sentido más allá de la intención muy profunda de, básicamente, legitimar y buscarle justificación a un discurso xenófobo.
El tema de la migración es una de las bases de Viktor Orbán [primer ministro de Hungría] para elaborar lo que ustedes llaman en el podcast “la teoría conspirativa más grande de la historia”, ¿cómo se construye una teoría conspirativa?
Lo interesante de las teorías conspirativas es que justamente se aprovechan de algo que definió un matemático que se llama Nassim Taleb, que es la falacia narrativa, esta idea de que porque algo es narrativo -es decir, que tiene coherencia interna, que te puede ir llevando y tiene cierta lógica a medida que se avanza en los hechos-, es verdad, y eso no es así: algo puede partir de una premisa falsa y más allá de que tenga sentido toda la historia, sigue siendo falso, y una teoría conspirativa tiene como uno de esos elementos primordiales esa idea de mantener cierta coherencia en el relato y de ir encontrando causas y consecuencias a diferentes hechos que también son parte de una construcción subjetiva. Lo más importante, además, es que intenta explicar algo que teóricamente está oculto intencionalmente por un grupo que tiene algún tipo de beneficio a la hora de construir esa historia que oculta la verdad, la verdad que solamente conocen aquellos que creen en la teoría conspirativa, o que creen que la podrían conocer si esa conspiración cayera. Lo que sucede con Viktor Orbán en particular en ese episodio no deja de ser una batería conspirativa que ha sido utilizada y reutilizada en función de cada contexto en diferentes lugares del mundo, y llama mucho la atención qué capacidad de alcance que tiene, y qué impacto. En el mundo del discurso político de la derecha radical, tanto las teorías conspirativas como su prima hermana, la desinformación, juegam un rol fundamental al lado de la provocación estratégica.
Los que ocultan las cosas en este tipo de teorías son las “élites” o “castas políticas”, algo que acá se ve con el discurso libertario, y da la impresión de que cala más hondo en los jóvenes, sobre todo a través de internet, ¿es así?
Como todo fenómeno de este tipo no podemos cerrarlo a una explicación, y si no seríamos demasiado reduccionistas. Hay una idea de Pablo Stefanoni que plantea que la derecha ha encontrado en su estilo, en su forma de comunicar, en esto de Javier Milei que grita, se vuelve loco y tiene los pelos parados, que eso es algo atractivo, que es de alguna manera un estilo pop cultural que resalta. Pero creo que de fondo hay otras explicaciones a tener en cuenta. Hay una pedagogía bastante extensa de comunicar que el Estado no sirve, que el Estado es algo que te quita y no que te da. Te diría que hay hasta una mala comunicación por parte de las personas que sí defienden esa visión de que el Estado es importante, y eso creo que es una deficiencia sustancial; que ese desprecio de ciertos jóvenes por el sistema actual y esa búsqueda en opciones que son antigubernamentales o antisistema, como muchos discursos de estos partidos libertarios, están relacionados con la desigualdad, con esa sensación de falta de oportunidades, no necesariamente con que el tipo este grita y está loco sino con decir “Bueno, este tipo de alguna manera expresa esa impotencia que yo tengo”. Esa decepción con este sistema, que no me da nada de lo que me promete, de poder consumir más, de poder tener más posibilidades de elegir, de no estar en esta miseria o incluso de ver que tus propios familiares también la pasan mal; es un elemento que tiene mucho que ver con la desigualdad en América Latina, pero también si ves en la franja más de clase media, digamos personas que no pasan hambre, es muy fuerte la sensación de miedo a perder privilegios o estatus, a tener una situación en la que se dé una ruptura en la estructura social. Esos sectores se sienten amenazados y suelen recaer en esas visiones más de derecha radical o libertaria.
Sin pedirte que hagas futurología, ¿hacia dónde creés que puedan llegar estos movimientos o estos partidos?
Tal vez la pregunta la podemos responder mirando la actitud del resto de los partidos, poniéndolo desde la otra perspectiva. Entonces creo que es un escenario bastante pesimista y negativo si el resto de los partidos políticos, del país que sea y de la ideología que sea, decide copiar la forma de hacer y el discurso de la derecha radical pensando que así se consiguen votos o que así es fácil entrar y enamorar y seducir electorados. Un escenario optimista, que es al que nosotros apuntamos y por eso también hacemos lo de Epidemia Ultra, es intentar captar audiencias más amplias, poder llegar a más gente y hacerle ver que este tipo de oferta política busca la construcción de una sociedad que te puede perjudicar, tratar de hacerlo de la manera más pedagógica posible y, a partir de ahí, construir una conciencia, un consenso de que la solución está en no ser antidemocrático.
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