El anarquismo tuvo fuerte presencia en el Río de la Plata entre la segunda mitad del siglo XIX y mediados del XX. A sus seguidores se les llamaba, despectivamente, ácratas. Un grupo de muchachos que simpatizaba con las ideas libertarias tanto como con el fútbol decidió formar un equipo. Informalmente, comenzaron a jugar en 1936, y cuatro años después fundaron su institución. El nombre Alto Perú se eligió como referencia a la calle donde aquellos jóvenes se juntaban en el Barrio Valparaíso, hoy fagocitado por Malvín Norte.

“De aquel espíritu no queda nada”, dice Antonio de la Quintana, de 80 años de edad, 32 como secretario y delegado del club ante la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF). Además es el padre de José, delantero de los sangre y luto entre 1987 y 1994, y director técnico del equipo desde 1996. “Del anarquismo sólo quedan los colores (la camiseta es roja y negra), la ideología no existe más”, asegura con una voz que no reprocha ni elogia, apenas certifica. Un rato más tarde, el tono será fervoroso, para dar una lección de autodeterminación e independencia:

—Varios se han acercado, algunos con plata en la mano, para gerenciar el club. A todos les dijimos que no. Se te meten con la promesa de la plata, se te adueñan del equipo, lo llenan de deudas y después se van, te dejan el clavo y no podés jugar. Y el club es nuestro, de los socios.

—¿Cuántos son?

—38 desde hace 32 años. Y son muchos, algunos en primera tienen 100.

El domingo 2 de julio, cuando se enfrentaron a Platense en la cancha de Villa Española, don Antonio era el único hincha real de Alto Perú que miraba el partido. El dato fue confirmado tras consultarles a las 37 personas que había en la tribuna destinada al equipo (siete entradas vendidas), incluyendo jugadores que no estuvieron convocados por lesión, los que quedaron fuera del plantel, familiares y amigos de los que estaban en el terreno de juego.

Infraestructura

Las primeras cuatro fechas de esta temporada fueron con derrota: 13 goles en contra y tres a favor. Luego tocó fecha libre y para la sexta se venía Platense, un grande de la divisional. Para el técnico, la falta de recursos condicionó al equipo al comienzo del torneo: “Como en 2016 no se jugó, este año arrancamos la pretemporada con seis jugadores. Encima entrenábamos en el Juan Ferreira, frente al Charrúa, pero como ahora lo tiene el rugby sacaron los arcos”. La solución, por esos días, fue apilar bolsos para suplantar los postes.

El centrocampista y capitán Fernando Andino sugirió pedirle al Colegio Los Pinos, del barrio Casavalle, que les prestara la cancha para entrenar. Gracias a esa concesión se acercaron algunos muchachos del barrio a jugar y se completó el plantel. Aun así están condicionados.

De la Quintana explica que los entrenamientos empiezan a las 16.30 porque todos los jugadores trabajan, y terminan a las 18.00 porque se va la luz del sol.

“Cuando los días tengan más horas de sol tendremos más tiempo y vamos a seguir mejorando. Mirá, para que entiendas cómo es la cosa, te voy a mandar a uno que está hace tiempo en el club, ha jugado en otros equipos, conoce la divisional y tiene mucho del espíritu de todo esto”, dice el entrenador, y llama a Gabriel Bello, quien tuvo dos pasajes por Albion, también jugó en Salus, Deportivo Maldonado y Colón. Bello se acerca y cuenta su jornada típica:

—Tengo un reparto de galletitas y golosinas. Todos los días le meto hasta eso de las 15.30, y entonces corto para pasar a buscar a algunos compañeros con la camioneta y llevarlos al entrenamiento. Te digo la verdad, de todo lo que he conocido en el fútbol este es el club más humilde, por lejos.

—¿De qué jugás?

—De lateral o mediocampista, aunque aún no he debutado.

—Pero el técnico me dijo que llevás años en el club.

—Sí, desde 2014 que llegué de Colón. Tenía los ligamentos cruzados rotos y me operaron, pero salió mal y tuvieron que cortarme de vuelta. Estoy terminando la recuperación, espero estar pronto antes del fin de esta temporada.

—¿Cómo te imaginás el debut?

—Súper feliz.

Homeless

La de Alto Perú fue la última cancha con tribunas de tablón que hubo en Montevideo, hasta que la piqueta fatal de la dictadura se la llevó puesta para levantar allí el Liceo 10 y condenar al equipo a vivir en situación de calle. Se ingresaba por la calle Mataojo, donde había un gran espacio abierto con piso de hormigón, en el que se armaba tablado. “Teníamos el mejor carnaval de todos”, cuenta el presidente del club, Carlos Acosta. A sus 89 años, recuperándose de una operación en su casa, su familia no quiere que siga vinculado a la institución a la que ha dedicado su vida y trata de tenerlo alejado de los partidos, de los problemas del cuadro y hasta de la prensa.

Después del hormigón había una pequeña construcción que incluía la cantina-sede y los vestuarios. Más atrás, la cancha, que tenía iluminación y se utilizó para torneos liceales, barriales, para los que organizaba El Diario de la Noche y para las divisionales Extra, Intermedia y Primera B.

“El terreno era municipal y en 1969, cuando subimos por primera vez, estuvimos a punto de comprarlo. Jugábamos el Torneo de Copa que armó la AUF con cuadros de la A y de la B y debutábamos con Nacional. Soñábamos con esa recaudación para poder comprar. Pero cayó el diluvio, no fue nadie y encima perdimos 5-0”, contó Acosta antes de que la conversación misteriosamente se cortara y el teléfono no volviera a ser encendido.

La historia la completó Antonio de la Quintana: “En 1978 los militares nos dieron dos años para pagar la cancha, y luego una prórroga de dos años más. Pero costaba tres millones de nuevos pesos. Nunca más nos dieron un terreno para hacer una nueva”. El secretario y delegado del club no puede asegurar que la expropiación se vinculara a aquel origen anarquista, pero tampoco lo descarta.

A la cancha

El domingo 2 de julio, Platense, uno de los más populares de la divisional, tenía hinchas en las dos tribunas que le asignaron y una barra con bombos y redoblante. Alto Perú llevó un solo hincha y 36 acompañantes. Curiosamente, los dos clubes fueron fundados un 1º mayo, uno por anarquistas de Malvín Norte y el otro por murguistas de la Unión.

Con fama de bravos, los ruidosos del Platero se dedicaron a hacerle bullying a su rival cuando salió a la cancha. Hubo insultos futboleros modernos: “Cuadro puto”, “alcahuete”, “muertos”, y los temas que deleitaron a la platea incluyeron clásicos como “a estos putos les tenemos que ganar”. Aburridos de no tener respuesta de la tribuna rival, terminaron entonando “A los putos del Villa [Teresa] los vamo’ a matar”.

En la cancha, Platense ya ganaba 3-0 a los 20 minutos y el árbitro decidió sumarse al abuso dando una lección de anarquismo expropiador: un notorio codazo contra un jugador roijnegro terminó con amarilla para el golero de su equipo por reclamar la falta. En el segundo tiempo pareció venir la reacción. A los 12 minutos llegó el descuento, gol de Víctor Madera. A los 13 Diego Sierra, autor de los tres goles que llevaba Alto Perú hasta esa fecha, empalmó un zapatazo tremendo que el golero logró quitar antes de que se colara en su ángulo izquierdo.

Creció la ilusión. Se pusieron a jugar como equipo y a mover la pelota, en el esfuerzo se notaba el espíritu de grupo. Y aunque sus chances eran tan pocas como las del boxeador de Jack London en Por un bistec, igual se plantaron. Sabían que su desventaja haría que ningún logro fuera pírrico.

A los 18 minutos, el mismo Sierra logró eludir al meta rival, pero un defensa despejó a centímetros de la línea. Don Antonio dobló sus brazos en ángulo recto, palmas arriba, como sosteniendo dos bandejas, y miró al cielo para reprimir el insulto al destino. A los 30, el veterano secretario y delegado sentenció: “Nos estamos quedando sin piernas, no nos va a dar”. Y tuvo razón. El partido terminó 5-1.

Los jugadores volverían a encontrarse en la práctica del martes, en la que el técnico debería trabajarles el ánimo una vez más.

—Les voy a decir que ellos son gurises que juegan bien, lo saben. Y que de cada caída hay que levantarse. Eso queda de los anarquistas, el espíritu de lucha. Siempre levantarse.

Un golero atrapado

El dibujante y humorista Leo Infantini jugó como visitante dos veces en la cancha de Alto Perú, por campeonatos de la AUF. “En el 81 era golero suplente en Villa Española y jugamos contra ellos, que ese año todavía estaban en la B y terminaron bajando. Al año siguiente me fui a Sportivo Italiano y ahí sí me tocó jugar. Era bravo jugar ahí. La separación entre la línea y la tribuna que sería la Olímpica era de metro y medio. Los laterales les tiraban el cuerpo arriba a los punteros y los daban contra el muro. En aquel partido con Sportivo Italiano yo defendía el arco que daba al sur, sería el de la Ámsterdam. Ellos iban a levantar un córner y yo le pedía al lateral que se pusiera en el primer palo. Como no me daba bola, lo agarré y lo llevé hasta el palo. Cuando quise volver a mi lugar no podía, uno de los hinchas que estaba atrás del arco había estirado el brazo y me tenía agarrado de la camiseta. Le grité al juez: “Me están agarrando, no puedo salir” y no me dio bola: “Siga, siga”, dijo. Por suerte despejó la defensa mientras yo tironeaba de mi buzo para zafar”.

Los muros hablan

El primer grafiti montevideano apareció en 1968 y decía “Alto Perú a la B”. Esto afirman Dilo y Ombú en “Generación Chimichurri”, una tira de la desaparecida revista Guambia. Ombú asegura que la pintada existió, aunque el dato histórico no tenía más rigor académico que su memoria y sus ganas de hacer humor. Ese año fue el del título más importante de la institución: Campeón de la Divisional Intermedia, lo que le otorgó el ascenso a la B, de la que descendería al finalizar la temporada siguiente, tras haber hecho apenas 11 puntos. Aun así, 1969 dejó algunos hitos en su historia, como haber participado en el Torneo de Copa AUF y vencer 2-1 a Defensor, que ya era un equipo consolidado en la Divisional A.

El equipo volvió a ascender en 1979 tras ganarle un repechaje a Basáñez (empate a 0, victoria 3-1). En 1980 no hubo descensos y en 1981 la situación fue insólita: Alto Perú tuvo una primera mitad de año desastrosa, y una segunda excelente. Como eran ruedas independientes, el “clausura” le permitió jugar una definición con Salus, que habilitaba al ganador a pelear por el ascenso a la A. El partido iba 1-1 y en el minuto 90 el árbitro Ramón Barreto cobró un penal entre polémico e inexistente. Salus ganó 2-1 y la Tabla Anual condenó a los rojinegros a volver a Intermedia. El técnico De la Quintana recuerda que en la cancha, orientado para que se viera desde Avenida Italia, se colgó un pasacalle que decía “Gracias Barreto”. Años después, el día que Uruguay clasificó al Mundial 2002, en el tablero del Estadio Centenario se leyó “Gracias Paco”. En el ambiente del fútbol se sigue rumoreando que la orden para que apareciera la leyenda la dio el propio Barreto, por entonces presidente de Rampla Juniors.

El palmarés de Alto Perú también incluye el título de la Extra A en 1965 y el Apertura de la Segunda División Amateur en 2006. Esa temporada perdieron la final contra Boston River, campeón del Clausura, 1-0.