Imposible. Es como llevar en el marote un muñeco inflable, de esos que zarandean en la vereda de algunas gomerías, con cara de qué feliz que estoy pero ay que no me puedo mover. Podrá agitar el cuerpo de manera muy grandilocuente, pero no logra despegarse de esa baldosa.
Fijate vos una cosa: el ser humano se cruzó el África, atravesó el Asia, la América. A duras penas, entre los peores accidentes geográficos y las más temibles megafaunas, siguió y siguió, explorando, conociendo, descubriendo. Este mismo homo sapiens sapiens visita el espacio exterior a menudo, pisa la Luna, fotografía Marte, el mismo Sol (que si no fuera porque se pela ya lo hubiese pisado también). Esta misma especie, la tuya, ha pasado del esclavismo a la democracia casi universal, del romanticismo al vil metal, de que la leche es buena a que da cáncer, de que el bebé tiene que dormir en otro cuarto a que el padre tiene que vivir en otra casa. De que Sendic es el próximo presidente a que hay que quemarlo el próximo Día de Acción de Gracias. De que los negros son menos inteligentes, de que los negros son más buenos, de que los negros hacen las peores cagadas, de que los negros hacen las mejores músicas. De que no les digas negros, de que bueno, deciles, porque Rada ya lo aceptó, de que deciles pero con cara de no te lo quiero decir pero Rada ya lo aceptó.
¿Y así honrás vos el camino de tus antepasados? Sabés lo que hemos caminado, lo sabés. ¿Y? ¿Tenés derecho? Decime. Yo creo que no. Esto de tener una idea fija es más para las montañas y los monumentos, no para los seres vivos como nosotros. Con todo respeto por los monumentos, a los que les tengo un respeto monumental, que si no fuera por ellos no habría lugar más regocijante para que las palomas se vayan de cuerpo.
Es una verdadera lástima que no quieras soltar esa idea fija, ¿sabés? Darla vuelta un rato, pegarle una lavada, centrifugarla, dejarla secar. Sacarla a pasear una tarde por el parque, llevarla al cine, terminar borrachines contándole anécdotas de cuando no tenías ni idea. Además, te pregunto: ¿le has preguntado vos a tu idea fija si ella no quisiera, tal vez, un día, liberarse de vos? Si vos fueras idea, ¿no te gustaría andar sueltita por ahí, conocer otras ideas, compartir la apasionante empresa de crear una comunidad de ideas y así soñar –por qué no– con un mundo ideal?
Hay gente, por ejemplo, que suele creer en el amor a primera vista porque lo vio en una película o le gustó cómo sonaba cantado por Paul. Y se prende de lo primero que le gustó y le prometió amor en infinitas dosis hasta el cielo y yo más. Y ahora le tiene una bronca, que no sabe cómo fue que un día se enamoró de eso. Pero no lo suelta; se quedó con la primera idea que tuvo y no se la puede sacar de la cabeza, aunque todos sus otros órganos ya no saben cómo expresar que no quieren saber más nada de esa bestia humana con la que comparten la cama.
Y te cuento más: tengo yo un gran amigo que un día me confesó, orgullosamente, que el movimiento ideológico al que él pertenece utiliza la táctica de la estaca. La estaca se planta en el suelo y no hay Irma que la arranque de ahí. Como tatuarse la mente, de por vida. ¡Así están las ideologías en este país!
Es por eso que nueve de cada diez columnistas de humor recomendamos, por tu salud y la de los tuyos, de vez en cuando, sacar la cabeza por la banderola del baño (si la hay; si no, para dentro del inodoro está bien también) y ser un poco más marxistas, declarando tajantemente: “Estos son mis principios. Si no le gustan… tengo otros”. Groucho Marx.