El 16 de abril de 2016 Rosario fue invadida por las aguas del río homónimo y del arroyo Colla. Los habitantes de la ciudad coloniense recuerdan que fue la inundación más grande de su historia. Fueron evacuadas unas 1.500 personas, más de 10% de la población. No hubo que lamentar pérdidas de vidas humanas, pero los costos materiales y emocionales “fueron muy importantes”. Tan rápido como apareció el agua en la localidad surgieron respuestas que permitieron mitigar los daños, pero el golpe más duro que padeció la población durante ese día fue el derrumbe del puente de piedra que los ferrocarriles utilizaban, allá lejos y hace tiempo, para atravesar el arroyo Colla.

El viejo puente, inaugurado en 1898, era considerado el “lugar de reunión”, “el ícono”, “el monumento”, “nuestra torre Eiffel” por los rosarinos. A pesar de esa importancia, todavía hoy aquella pasarela de metal y madera que estuvo apoyada en pilares de piedra durante más de un siglo yace sobre las aguas.

Hasta el momento en que llegó el furioso temporal, la organización Mirando al Colla trabajó para “poner en valor” a esa construcción ubicada en una zona de la ciudad que “estuvo perimida” durante muchos años, según recuerda Ruben Carro, presidente de la comisión directiva. Ese grupo nació en 2012 gracias al “efecto contagio” que generaron las acciones que realizaban algunos vecinos para limpiar y embellecer las áreas circundantes al Colla. “La ciudad siempre estuvo de espaldas al arroyo, sin darle la importancia que se merecía la costa. Nuestra intención fue empezar a contemplar la belleza natural que tenía y que no estaba cuidada”.

Cerca de 250 personas respaldan a esa organización con el pago de una cuota mensual, y el Municipio de Rosario y la Intendencia de Colonia les confiaron la limpieza del parque sobre la costa del Colla y del bulevar Rodó a cambio de contrapartidas económicas. Además, durante este tiempo Mirando al Colla levantó y arregló una calle del barrio El Parque, colaboró para pintar las fachadas de las viviendas y colocó cartelería por diferentes puntos. Sin embargo, el ícono sumergido en las aguas entristece la postal.

Las acciones

Vecinos de Rosario y autoridades municipales y departamentales han desarrollado gestiones para retirar al puente del cauce del arroyo. La dirección de AFE –organismo al que pertenece esa estructura– ha dicho que no cuenta con recursos económicos para llevar a cabo esa operación.

Ante ese panorama, Mirando al Colla solicitó una cotización para saber cuánto cuesta ese trabajo: 86.000 dólares fue la respuesta de una empresa instalada en la zona. Entre varios vecinos juntaron ese monto de dinero pero se enfrentaron a “trabas burocráticas”. “No permitieron que privados iniciaran esas obras sin cumplir antes con una serie trámites”, relataron los integrantes de la organización. “No es crítica, pero nosotros creemos que no hubo mucha voluntad. La empresa se comprometía a sacarlo en 40 días y también a hacer tareas de limpieza, pintado de las partes y hasta se encargaba de colocarlo nuevamente. Precisábamos el apoyo de algún ingeniero de AFE o del Ministerio de Transporte y Obras Públicas [MTOP], que nunca llegó”, relató Sergio Correa, también integrante de esa asociación. “Teníamos que esperar los permisos y autorizaciones de AFE y todo quedó en la nada”, acotó Carro.

Vivir y renovar

Camilo, un liceal de 14 años, la profesora de química Ana, el técnico sanitario Sergio, el transportista Alejandro, la maestra jubilada Graciela y la comerciante Mabel son algunos de la decena de miembros de Mirando al Colla que estuvieron reunidos con la diaria. “La variedad es la fortaleza de la institución. Cada uno aporta desde diferentes lugares”, subraya Alejandro, y agrega que “debemos renovar las generaciones para no agotarnos en nosotros mismos”. Además de haber obtenido apoyo del municipio local y de la Intendencia de Colonia, esta organización cuenta con el respaldo del Fondo Región Colonia, una entidad que apuesta al fortalecimiento del tejido institucional de ese departamento. “Mirando al Colla es una institución que tiene mucho prestigio en Rosario y ha desarrollado un trabajo muy intenso en temas ambientales, que es algo muy importante para todos”, establece Elisa García, coordinadora de esa organización.

En agosto de 2017, durante una visita a Colonia, el titular del MTOP, Víctor Rossi, anunció que una vez que finalicen las obras de reconstrucción del puente blanco sobre el río Rosario –ubicado en el acceso a esa ciudad y también sacudido por el mismo temporal– las máquinas que trabajan en ese lugar se mudarán hasta el Colla para realizar la extracción del puente. “Hubo contactos con autoridades e ingenieros de la Dirección Nacional de Vialidad y de la empresa Ramón Álvarez”, que “durante los próximos días dará un presupuesto al MTOP para la extracción de la estructura del cauce, depositándolo en un costado para que no origine inconvenientes”, dijo el alcalde Daniel Dibot (Partido Nacional) a la diaria esta semana.

Mientras se dirime esa situación, hubo quienes contaron con el tiempo necesario para desarmar durmientes y rieles caídos en el arroyo y sacarles provecho en el mercado. Los rosarinos quieren retirar de las aguas un objeto querido por todos e intentan prevenir males mayores, porque sospechan que la presencia de esa estructura de 50 metros metida en el arroyo podría acarrear graves perjuicios en una futura creciente. “Es un peligro” porque “genera un efecto represa; hay vegetación que está naciendo allí y en poco tiempo habrán árboles metidos” dentro de las ruinas.

Alejandro Vellutti, otro de los integrantes de la agrupación, explicó que el puente no había sido declarado Patrimonio Histórico porque el objetivo era hacer un “festejo grande en el marco de los 120 años de su inauguración, ahora, en 2018”. “Siempre se procuró esa declaración, pero nunca se plasmó en un papel para elevarlo” a los organismos competentes.

A poco de cumplirse dos años de su caída, los integrantes de Mirando al Colla esperan “atravesar la burocracia y hacer las cosas necesarias” para rescatar al puente del fondo del arroyo. “En aquel momento parecía mucho más fácil sacarlo. Ahora creemos que el Estado no puede quitarse las responsabilidades de encima y la sociedad debe colaborar”. “Nosotros sabemos que existen necesidades y prioridades en otros lugares del país, pero no parece que estemos hablando de mucho dinero si tenemos en cuenta los sentimientos y el sufrimiento de una ciudad”, concluyó Carro.

Ex-Fanaesa: deuda que contamina

Desde el bulevar Rodó hasta el puente de la ruta 2 la costanera del arroyo Colla está impecable. Se trata de un tramo de un kilómetro y medio de extensión donde el césped luce prolijo, los juegos están sanos y pintados y las luminarias permanecen erguidas y en funcionamiento. Sin embargo, cuando se cruza hacia el otro lado de la ruta el paisaje cambia drásticamente: un espeso matorral rodea a las instalaciones de la ex fábrica de baterías Fanaesa. Esa industria, bajo el nombre de Titán, cerró a principios de este siglo sin pagar los créditos laborales a los trabajadores, por lo cual estos embargaron ese inmueble. El enredo de papeles e intereses aparenta ser complejo, y difícilmente ese edificio vuelva a cumplir alguna función porque, según cuentan los vecinos, allí “no se podrá hacer nada”: el plomo utilizado en el armado de las baterías provocó daños ambientales severos y perjudicó gravemente la salud de ex obreros. Mirando al Colla pretende que el Estado expropie el lugar. De ese modo, los extrabajadores podrán cobrar los adeudos y, además, podrá aparecer la orden de tirar abajo ese edificio y de cubrir sus restos con materiales especiales que mitiguen el efecto de la contaminación. Si eso se concretara allí tal vez surja el proyectado Parque Artigas, y los rosarinos podrán estar orgullosos del ambiente que los rodea de un lado y otro de la ruta.

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