Ya pasó una década desde aquella conferencia de Steve Jobs en la que decía que iba a presentar tres productos revolucionarios: un iPod con pantalla táctil, un teléfono móvil y un comunicador mediante internet; irónicamente, este último fue el menos aplaudido, pero es el que hoy puede resumir el estado de la telefonía móvil moderna. Jobs remataría la frase con “estos no son dispositivos separados, sino uno solo, y lo llamaremos iPhone. Hoy Apple va a reinventar el teléfono”. Con el diario del lunes (uno de 2017), se puede decir que tan errado no estaba.
Por esto y por muchísimo más, nos vemos una década después escuchando una conferencia de Apple en el teatro Steve Jobs de Apple Park, un campus temático de ensueño que la compañía decidió fundar este año. El que tomó su lugar en las conferencias fue el actual director ejecutivo de Apple, Tim Cook, quien presentó los nuevos teléfonos iPhone 8 y iPhone X: el primero es la versión “continuista” y el segundo, un modelo premium en conmemoración de los diez años del primer teléfono de la empresa.
Para poder explicar mejor todo lo que traen estas nuevas versiones, lo más sencillo es compararlas con sus antecesores. El iPhone 8 viene con un diseño casi idéntico al iPhone 7; la única diferencia es lo que Apple llama “el vidrio más resistente que existe en un smartphone”, que a su vez vendrá en ambas caras del teléfono. El iPhone 8 es dos milímetros más grueso y diez gramos más pesado, tiene una pantalla de 4,7 pulgadas con una resolución de 1334x750 y una densidad de píxeles de 326 PPP. Al igual que su antecesor, se mantiene con 2 GB de RAM, pero mejora en rendimiento gracias a su nuevo procesador A11 Bionic, que agrega detalles como seis núcleos independientes que no se veían en el A10. Por otra parte, la batería es más chica que la del iPhone 7, con 1.821 mAh frente a los 1.960 que tenía antes; sin embargo, la mejora en el procesador hace que no se modifique la duración de la batería. La opción intermedia de almacenamiento se ha eliminado, por lo que el iPhone 8 viene en una versión de 64 GB o en su opción más elevada, de 256 GB, y su precio de salida es de 699 dólares en Estados Unidos.
El enfoque fotográfico de esta nueva entrega es notorio: si bien la cámara frontal es idéntica a su antecesor y la trasera no tiene grandes diferencias con sus 12 megapíxeles, su apertura de f/1,8 y la estabilización de imagen óptica, hay cambios que permiten hablar de un salto cualitativo: en primer lugar, el iPhone 8 podrá grabar videos en 4K a 60 fps, lo que lo convierte en el primer teléfono del mundo con esta capacidad. En segundo lugar, el sensor de este nuevo iPhone es completamente nuevo y percibe 83% más de luz, lo que significa un mejor rendimiento de las fotos en la noche o en momentos de poca iluminación. En esta oportunidad el celular viene con Smart Camera, una mejora que permite analizar los elementos de un escenario y ajustar la configuración de la cámara para ese momento en particular.
¿Qué mejora el iPhone X?
El primer impacto lo genera su enorme pantalla, que cubre absolutamente toda la parte frontal –a despedirse del botón home– con sus 5,8 pulgadas. Además, sus bordes son más resistentes ya que, a diferencia del iPhone 8, son de acero inoxidable. Los bordes son más redondeados, los colores son más vibrantes, con sus 458 PPP, y sus cámaras frontales pueden escanear nuestra cara y recrear un modelo en tres dimensiones de esta; esto último sirve para desbloquear el teléfono, por lo que ya no se usa el sistema de la huella digital, reemplazándose por el Face ID. Otras utilidades mencionadas son las de poder pagar por medio de este escáner y los famosos Animoji, unos nuevos emoji en 3D que simulan los gestos que hagamos frente al teléfono. Claro que todas estas mejoras se traducen en más dinero a gastar; el precio de salida del iPhone X es de 999 dólares, lo que lo hace un poco más barato que los 1.010 del Samsung Galaxy Note 8.