A la ciudad de Carmelo –ubicada a 75 kilómetros de Colonia del Sacramento– se entra por un famoso puente de hierro que cruza el Arroyo de las Vacas, y es el destino elegido por muchos turistas (la mayoría provenientes de Argentina y Brasil) para pasar unos días de calma haciendo turismo enológico.
Es que llegar a Carmelo a hacer la ruta del vino es un plan casi obligatorio para los enófilos. Existen varios emprendimientos vitivinícolas en esta zona, muchas bodegas boutique y garaje que crecen año a año.
Hay un recorrido compuesto por seis bodegas, que juntas están saliendo al mundo para presentar sus vinos y el potencial del enoturismo local. Son los establecimientos Campotinto, Cordano, El Legado, Zubizarreta, Irurtia y Narbona, que se han unido para ofrecer una propuesta deliciosamente contundente. Es fácil desplazarse entre ellas, e incluso hacer el recorrido en bicicleta.
»» Mi recomendación para disfrutar de 48 horas en Carmelo es comenzar por Campotinto. Allí, en la zona de Colonia Estrella, frente a la Capilla San Roque, esta bodega cuenta con una hermosa posada de cuatro habitaciones y un restaurante muy agradable. Conviene iniciar el disfrute en la sala de degustaciones con una picada y luego almorzar en el restaurante con los vinos de la casa (no se llenen, así pueden llegar al volcán de dulce de leche). Para los días de calor, cuentan con una piscina y hay una sala de juegos con futbolito y ping-pong para los más pequeños.
»» Luego del almuerzo, frente a la sala de degustaciones de Campotinto, se encuentra Cordano, Almacén la Capilla. Al entrar parece que estamos en una provisión “como las de antes”, donde podemos sentarnos en antiguas mesas o en la barra-mostrador a probar los vinos y llevarnos alguna de las tantas conservas caseras. La bodega tiene una cabaña para alojarse, que está ubicada en medio de las viñas y es altamente cotizada por los turistas.
»» De allí, a unas cuadras, pasando por el comedor Lo’Korrea (el indicado para comer ravioles un domingo al mediodía), llegamos a El Legado. Seguramente nos reciban sus propietarios con grandes historias para disfrutar de sus tres vinos tintos en un ambiente relajado y familiar. En El Legado también hay piscina y un gran parque entre las vides, perfecto para terminar el día con la puesta de sol, tannat en mano.
»» Es ideal comenzar la segunda jornada en Narbona. Hacer el recorrido de la bodega junto al sommelier de la casa, y almorzar en el restaurante, donde espero que no se pierdan el risotto de hongos y los ravioles de espinaca. Esta bodega cuenta también con habitaciones cercanas al viñedo y un hermoso entorno verde. Inevitable pasar por su panadería, que va a tentar a más de uno.
»» Saliendo por la ruta 21, se llega a Irurtia, y es obligatorio conocer su cava (a mi criterio es una de las más hermosas del país). Irurtia cuenta con una sala de degustación a la entrada del portón de rejas, donde podemos sentarnos a disfrutar de sus vinos con el sonido del agua de la fuente, que resalta en el silencio del paisaje.
»» Sólo nos queda visitar Zubizarreta, que se encuentra en la zona de Calera de las Huérfanas (un poco antes de la entrada del famoso puente de hierro), y vale la pena ingresar por los caminos de tierra –no por la ruta– pasando por la zona de las canteras. Allí, con reserva previa, nos va a recibir algún integrante de la familia vasca, para adentrarnos en sus vinos y conocer la historia de la Casa de Aitona.
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