Sonaba Clarín de fondo y, entre tango y tango, pacientes del Hospital Vilardebó llevaban cosas de acá para allá –listones de mármol, cuadros, bancos, lámparas–, sacaban telarañas de los techos, barrían los pisos. Por tercer año consecutivo, el Museo del Hospital Vilardebó abrirá sus puertas hoy y mañana, de 10.00 a 18.00; habitualmente, puede visitarse miércoles, jueves y viernes de 10.30 a 14.00, pero los días del patrimonio y las jornadas de Museos en la Noche es cuando recibe más público, y para eso se prepara especialmente.
En el museo puede verse instrumental de todo el siglo XX –botiquines de esterilización, reactivos, balanzas de precisión–, camisas de fuerza, maletines de médicos, fotografías de antaño, los libros de registro con datos de los pacientes que estuvieron allí entre 1882 y 1975, y el libro de visitantes del manicomio que tiene estampadas las firmas de José Batlle y Ordóñez, José Serrato y Domingo Arena. Se exhibe, también, todo lo que producen los pacientes en el Taller de Sala 12: trabajos de carpintería, herrería, cuadros y esculturas que aprovechan materiales del viejo hospital.
El Taller de la Sala 12, así como el museo, es obra de Selva Tabeira, que trabaja de enfermera en el Vilardebó desde hace 18 años y hace diez creó el taller, en el que trabajan los pacientes de la sala 12, que tienen causas judiciales.
La Ley de Salud Mental dispuso el cierre de los manicomios para 2025. El museo, así como todo el hospital, es testimonio de la cultura del encierro que rige en nuestro país desde la creación del Vilardebó, en 1880; una historia viva y dolorosa, que muestra penas y soledades. Parte de esa historia ayuda a reconstruir María de los Ángeles Fein, que en 2009 llegó al hospital para buscar el caso de una persona que había estado internada allí hacía muchos años. Los libros de registros estaban en un sótano del hospital y, con el apoyo de Tabeira, Fein empezó a rescatarlos en 2015. Consiguieron un espacio para instalar el museo, ámbito que también fue intervenido por los pacientes – en el taller también hacen trabajos de albañilería–: siguieron las grietas de las paredes, derrumbaron algunas partes y, con los ladrillos, armaron el patio del museo. Estudiante de la Licenciatura de Historia y trabajadora voluntaria en el museo, Fein no da abasto con la organización de los libros y fotografías de miles de hombres y mujeres que pasaron por allí: al momento de ser retratados, los pacientes eran ubicados delante de su número de registro; Fein enlaza ese número con el libro de registro y así puede atender la demanda de quien llega al lugar en busca de información de familiares.
Fein propone que se coloque en el Vilardebó una placa de la memoria. “El Vilardebó es un sitio paradigmático” cuenta: si bien hay relatos orales de funcionarios que dan cuenta de que durante la dictadura llegaban, para ser atendidos, encapuchados heridos por torturas hechas en los cuarteles, no hay registros de eso, porque la orden era evitar el registro así como conocer el nombre de las personas. Fein tiene documentado otro acto de resistencia: en 1983 llegó al hospital la orden de hacer un traslado compulsivo de pacientes del Vilardebó a la Colonia Etchepare y al Musto. “Vino una orden de que los pacientes crónicos que pudieran ser trasladados fueran preparados, medicados, rapados: tenían que estar prontos a las siete de la mañana porque iban a venir unos camiones; tenían que estar en filas, en el patio, y con una lista se los iba llamando, era de campo de concentración. Hubo una resistencia muy importante de los funcionarios, de los propios pacientes y de los familiares, que fueron a la prensa. Al final, decidieron no llevarlos. Fue una acto de agresión pero además de resistencia”, opinó. Un artículo del diario El Día registra todo eso; Fein estima que las autoridades, con un interés económico, buscaban liberar el espacio.
Hoy a las 16.00 Josefina Plá, directora de la Institución Nacional de Derechos Humanos, dará una charla sobre salud mental y derechos humanos en el marco de la Ley de Salud Mental. Tabeira contará sobre la experiencia de desmanicomialización en la que trabaja desde 2012, cuando comenzó a pedirles a las autoridades una casa para que residieran pacientes de la sala 12 que estaban en condiciones de vivir fuera del hospital. En 2015 se inauguró la casa El Trébol, donde residen con supervisión; poco después crearon una cooperativa social para hacer un lavadero, que ya está en funcionamiento y le vende servicios a la Administración de los Servicios de Salud del Estado; ahora están creando una cooperativa de vivienda, para lograr soluciones habitacionales definitivas y, de paso, hacer lugar para quienes hoy están en la sala 12. Fein contará sobre el “cierre frustrado del Vilardebó” de 1983 y tres enfermeras –Pierina, Gladys y Tita– historiarán sobre la atención en salud mental.
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