La historia se puede empezar a contar enumerando algunos factores

» Uruguay tiene un transporte colectivo lento y caro que estimula la búsqueda de soluciones más convenientes. La moto se amortiza multiplicando el precio del boleto y el costo de las horas que lleva viajar en ómnibus. Con un detalle no menor: la accidentalidad no entra en los cálculos.

» La mejora en la situación económica de estos últimos años generó un aumento del parque automotor y facilitó que muchos trabajadores accedieran a una moto como solución a sus necesidades de traslado.

» Se expandió un modo de reparto de mercaderías, que pone en riesgo a las personas que hacen el trabajo (deliveries).

» Por un lado las reglas de seguridad en el tránsito exigen el uso de cinturones de seguridad y frenos ABS a los automovilistas, pero al mismo tiempo permite que las vías sean compartidas por vehículos en los que unos conductores son mucho más vulnerables que otros.

El peor resultado de la combinación de estos factores es que la mitad de los muertos en accidentes de tránsito iban en moto. Los motociclistas dominan las estadísticas de muerte: rondan, desde hace años, el 50% de los fallecidos. Es un dato constante desde 2012, fecha en la que estos vehículos ingresaron como variable en las estadísticas de la Unidad Nacional de Seguridad Vial (UNASEV), pero es fácil imaginar que venía de antes.

Los que mueren son, casi siempre, jóvenes. Casi siempre hombres. Y aunque las estadísticas no registran indicadores socioeconómicos, es evidente que son trabajadores de ingresos bajos y medios. Hay, como en tantas cosas, un sesgo que perjudica a quienes tienen menos recursos. Los que no llegaron al auto, los que tienen que desplazarse hacia la periferia, los que trabajan arriba de la moto acelerando para que el envío llegue dentro del plazo prometido.

Las estadísticas de la UNASEV son exhaustivas. Desagregan la información, entre otras variables, por edad, sexo, lugar y hora donde ocurren los accidentes: lo peor pasa entre el viernes de noche y el lunes de mañana.

Pero quizás el dato más significativo sea la correlación entre indicadores de prosperidad económica y siniestralidad. A mayor PBI más muertes en la calle. A la inversa, los períodos de crisis económica son, también, períodos de descenso de la tasa de mortalidad por accidentes de tránsito.

El sentido inmediato de esta relación es que cuanto más dinero tenemos más autos compramos, más veces llenamos el tanque y más accidentes tenemos. Pero el dato también revela que la prosperidad de los últimos años no desarrolló un sistema de transporte más seguro, más bien todo lo contrario. Los factores de la siniestralidad son múltiples, pero hay algo estructural que, seguramente, tenga que ver con las deficiencias del transporte colectivo y que la opción pase por el auto propio o, peor, por la moto.

Ricardo Antúnez | Texto y fotos.