En el barrio Prado, sobre la esquina de Millán y Cubo del Norte, un puñado de jóvenes estudiantes, junto a familiares y autoridades educativas, ingresaron sonrientes en la primera residencia estudiantil de Canelones en Montevideo. Ese día, el 6 de agosto, asistieron a la inauguración el rector de la Universidad de la República, Rodrigo Arim, el director del Codicen, Wilson Netto, el intendente de Canelones, Yamandú Orsi, y jerarcas de la comuna canaria, entre ellos la directora general de Desarrollo Humano, Gabriela Garrido.
En diálogo con la diaria, Garrido dijo que este hogar estudiantil “es una vieja aspiración” que la intendencia tenía desde 2005; “lamentablemente” en los primeros diez años de gobierno no había sido posible plasmar este proyecto “por las condiciones económicas en las que se encontraba” la comuna. Agregó que en los primeros años “era imposible porque la intendencia tenía que hacer maravillas para funcionar y pagar los sueldos”.
“Tomamos una intendencia arruinada, con la parte de la maquinaria totalmente rota, por lo cual fue necesario rehacerla en los siguientes años y hacer un sinfín de obras que eran impostergables. Recién en este período de gobierno se puede decir que se logró, en el marco de un equilibrio presupuestal, un excedente que nos permitió plasmar este proyecto”, dijo la directora. Explicó que “había situaciones que atender”, como las grandes distancias, sobre todo del noreste de Canelones, dificultades de frecuencia de locomoción para estudiantes que viven en zonas rurales y también “problemas de vulnerabilidad socioeconómica”.
Garrido señaló que en el proceso de selección de los residentes primaron “la distancia, la locomoción y, lo más importante, el nivel socioeconómico y los ingresos de la familia”. Se fijó un máximo para los ingresos del núcleo familiar de 70 unidades reajustables (81.736 pesos, aproximadamente).
La directora relató que “la selección se hizo con equipos de trabajadoras sociales que seleccionaron a los estudiantes, recibieron la documentación y luego fueron a los domicilios a constatar la realidad de cada uno de ellos”. Se presentaron 30 estudiantes, de los cuales quedaron seleccionados 14. Si bien se completarán 24 cupos, se cubrieron sólo 14 porque se resolvió dejar lugares libres para marzo, dijo.
Además del hogar de 24 horas funcionará a partir del año que viene un hogar diurno. Garrido consideró que “es una importante innovación” porque “hay alumnos que duermen en su casa pero que durante el día tienen materias en distintos horarios, por ejemplo de mañana y de noche, y necesitan un lugar al que ir a estudiar o donde tomar una merienda, ya que volver a sus localidades les insume un tiempo excesivo”. La directora dijo que a partir de marzo se incorporarán 20 estudiantes a este sistema. Los dos proyectos funcionarán en el mismo lugar “porque es muy amplio y pueden convivir”, afirmó.
El programa cuenta con alimentación en el hogar de 24 horas, y en el diurno va a incluir la posibilidad de una merienda. Según anunció Garrido, la organización de la comida se hará en conjunto con los estudiantes y una nutricionista, que evaluó “qué alimentos es importante que ellos consuman, y en función de eso se elaboró un posible menú semanal que ellos preparan en brigadas”. Agregó que “los insumos van desde la intendencia y también ellos llevan desde sus hogares todo aquello con lo que pueden colaborar”. Este sistema no existe en otros hogares, dijo.
El hogar cuenta con una trabajadora social y una psicóloga de forma permanente para hacer el seguimiento de la trayectoria educativa. Para poder permanecer en el hogar los estudiantes tienen que aprobar 50% de las asignaturas cada año.
Por otra parte, la intendencia canaria hizo un concurso en las redes sociales para ponerle nombre al hogar, pero no llegó a la participación que esperaba. “Participaron aproximadamente unos 200 jóvenes y nosotros queremos que participen más, de todo Canelones”, explicó Garrido. Dijo que dejaron el concurso sin efecto y que está previsto convocar a partir de setiembre a un nuevo concurso en el que participarán los sextos años de UTU y secundaria.
Los primeros
la diaria dialogó con algunos de los residentes del hogar estudiantil que comenzaron a vivir allí en agosto. Todos dijeron que son la primera generación universitaria de su familia, una experiencia que dos de las entrevistadas comparten sólo con sus hermanas, que están cursando otras carreras. “Mis padres apenas terminaron la primaria”, dijo Valentina Guerrero, estudiante de Facultad de Medicina oriunda de Canelón Chico.
Mudarse a la residencia “fue un gran cambio”, ya que “hubo una etapa de independización”, dijo la estudiante. “Nunca habíamos estado tan lejos de nuestras familias. Al principio tenía ese miedo de ‘¿a dónde voy a ir?’, ‘¿quiénes van a estar?’. Pero por suerte nos llevamos bien entre todos”, contó.
Christian Gómez también tenía dudas respecto a cómo sería la convivencia, y dijo que nunca se imaginó vivir en Montevideo. El estudiante de Educación Física vivía hasta hace dos semanas en Míguez, una ciudad a 91 kilómetros de Montevideo “Me llevaba cuatro horas de bondi venir, además había poca frecuencia. Para tener una clase a las 7.00 tenía que salir a las 5.00, y si la clase terminaba a las 14.00, tenía que esperar hasta 17.30 para volver”, explicó. “Y el último ómnibus que salía a Míguez lo hacía a las 20.00, es decir que no podía tener clases de noche. El año pasado tenía clases hasta las 19.30 y muchas veces perdía el ómnibus y tenía que quedarme en la casa de algún conocido”, relató.
“Yo vivo más lejos que él, tengo dos horas y media de viaje, y el año pasado había clases a las que no podía asistir por la cantidad de tiempo que me llevaba viajar, o llegaba tarde”, dijo María Noel Rodríguez, estudiante de Neumocardiología, recién llegada de la localidad de Montes. “Los abonos que hay que pagar te salen pila, incluso con el descuento”, explicó. Contó que se vio obligada a pagar una academia porque no podía asistir a las clases de facultad.
Los estudiantes calcularon que 50 boletos a una localidad a 100 kilómetros de Montevideo ronda los 5.000 pesos con el descuento para estudiantes, que es de 50%. Christian Gómez dijo que el año pasado tuvo que dejar materias porque no le alcanzaba la plata para pagar los boletos.
Entre todos
La residencia ocupa toda la esquina. Tiene varios dormitorios, 22 camas, una sala de informática, un patio con parrillero, cocina y una amplia sala de estudio. Los jóvenes que viven allí se organizaron para gestionar su convivencia. Por ejemplo, buscaron un horario para compartir por lo menos una comida al día, y es así que decidieron cenar todos juntos. Luego resolvieron la elaboración de las comidas organizándose por “cuadrillas”, según cada día de la semana. Planifican de forma semanal qué van a comer.
Concuerdan en que al principio a sus familias les costó aceptar la situación. “Pero luego de que vinieron Analía y Aleída, les dieron tremenda tranquilidad, y cuando vinieron a la casa a conocer les gustó mucho donde íbamos a estar”, aseguró Melissa Scasso, de Progreso, estudiante de Relaciones Internacionales. Las dos mujeres que mencionó son la trabajadora social y la psicóloga que trabajan a contraturno en el hogar estudiantil.
Valentina Guerrero recordó que sus padres “siempre quisieron que estudiara” y que si bien no le insistían en que lo hiciera, cuando les comentó acerca de esta posibilidad estuvieron de acuerdo. “Igual extraño mucho”, reconoció.
Los lunes tienen asamblea y deben asistir todos. También conformaron comisiones. Una está dedicada a los festejos de cumpleaños, comentaron. Otras comisiones que funcionan en el hogar son las que se encarga de elaborar alimentos, de hacer las compras y la de tesorería.
Los estudiantes aseguraron que antes de estar en la residencia perdían todo el día y llegaban agotados. “Viajar mucho cansa, y cuando llegas a tu casa sólo querés comer y dormir”, dijo la estudiante de Medicina, mientras que la de Relaciones Internacionales explicó que si bien Progreso queda relativamente cerca, la parada del ómnibus queda a dos kilómetros de su hogar y se vuelve “peligroso regresar sola en la noche”. Todos reconocieron que sería imposible llevar esa rutina si además trabajaran.
Para acortar la distancia
“Yo supe pasar cuatro años en los Copsa o en la Cita a las 6.30, porque mis viejos, que tenían un almacén, me ayudaban a tomarme ese ómnibus y a pagarme mis estudios en el IPA. Conocemos de qué se trata, y no me pasó a mí eso de ‘este año no vas a poder ir porque no nos da’”, dijo el intendente de Canelones en su intervención en el acto inaugural.
Orsi señaló que “hay un mundo que es muy difícil y no sólo tiene que ver con la distancia”. Valoró que existan en el departamento instituciones educativas como la Facultad de Agronomía en Joanicó y la Facultad de Química en Pando, y también aseguró que habrá un centro experimental de la Facultad de Ciencias en la zona de Santa Lucía. “Nuestra cercanía con la capital y el hecho de formar parte del área metropolitana nos da algunas ventajas. Pero hay un mundo que nosotros debemos ver que es el de la imposibilidad, porque por más cerca que estemos, los tiempos de transporte son muy pesados”, señaló el intendente.
Según declaró Nataly Zalkind, directora del Área Juventud del gobierno canario, a la página web de la intendencia, en 2016 la Junta Departamental se comprometió a “llevar adelante una propuesta que pensara la trayectoria de los estudiantes de Canelones, sobre todo los de educación terciaria”.
Lo considera “un logro muy importante para las juventudes” de Canelones porque es una necesidad muy sentida debido a que “la conectividad con los ómnibus hacia Montevideo es muy difícil para aquellos estudiantes del noreste y del santoral del departamento”.