Para Inés Couto, Couti, todo empezó en Nueva Zelanda hacia 2017: “En un aeropuerto vi que había un refresco de Schweppes sabor jengibre y me pareció fantástico. Volví a Uruguay con la sospecha de que acá no existía y me parecía cualquiera, porque está buenísimo. Encontré que vendían latitas de 150 ml de ginger ale importado, pero cuando lo probé me pareció que eran demasiado caras para su calidad. También me encontré por internet con que, en teoría, existía una Nix sabor jengibre que nunca vi en la vida real. Así que por unos años quedó por esa, hasta que charlando con un amigo, me pasó una receta que encontró en YouTube como para probar hacerlo de forma casera por fermentación (el que se comercializa es carbonatado). El tiempo libre que habilitó la pandemia me vino bárbaro para hacer la prueba, que resultó muy bien, así que empecé a hacer para tomar en casa. Al tiempo, después de ir perfeccionando la técnica, empecé a regalarlo en los cumpleaños como para tantear su aprobación, que resultó muy positiva”.

A esta ilustradora y animadora 2D se le complicó el panorama laboral, así que a fines del año pasado decidió empezar a comercializar Jengibrazo entre amigos y conocidos. “Para hacerlo tengo un ‘bicho de jengibre’, que es un frasco con jengibre y agua al que alimento con azúcar todos los días. Ese es el ingrediente clave para que se formen las burbujas una vez embotellado. La verdad es que no es muy clara la diferencia cuando se habla de ginger ale y ginger beer. Según lo que leí, está en la elaboración. Así que lo que hice siempre es ginger beer, porque se hace fermentando jengibre”, concluye sobre su bebida probiótica. Saca diez botellas caseras por día de un tenor alcohólico mucho menor al de una cerveza promedio.

Jengibrazo se vende personalmente en botellas de 500 ml, que son retornables, a $ 150 a través del Instagram @jengi.brazo. También lo sirven en Obrador Social Club (Pablo de María y Lauro Müller).