Desde afuera no se ve más que un pizarrón que invita a tomar algo y conocer la casa de puertas largas y techos altos, como tantas de la zona. Adentro, la bola de espejos, la inmensa estantería con licores, que ocupa una pared entera, y las luces que tiñen de colores a los asistentes, van dando sustento al lema: “Todo lo que está bien, en un mismo lugar”.
Para explicar Estereotipa hay que contar sobre dos proyectos previos que terminaron fusionados. El primero, La Azotea –no confundir con uno de nombre parecido, pero con otro espíritu y diferente organizador–, funcionó durante algún tiempo los fines de semana al mediodía. Era un núcleo de amigas que empezó a juntarse en mayo del año pasado. Levantaban los muebles, armaban una barra y vía Whatsapp se armaba la cosa, que no pasaba de 60 personas, una cifra no tan grande pero que no resistía inspecciones. Al principio lo hicieron a nivel doméstico, después en hostels y más tarde en El Chorro, en Maldonado.
A la casa de la calle Blanes le habían echado el ojo al volver de las vacaciones, pero era un sueño, nada más. Hasta que, como resumen cómplices, “se alinearon los astros” y convencieron a los dueños, un matrimonio ruso-indio, de que iban a cuidarla como nadie. Si bien algunas cuentan con experiencia en servicios de catering, nutrición y rubros afines, apuntan a ser más que un bar, a potenciar emprendimientos y a ofrecer experiencias complementarias. Para eso montaron una red de proveedores y servicios compartidos. “Hemos podido ser nómades justamente por eso”, relatan.
Inauguraron el 18 de julio pasado, feriado y domingo, que era la tradición del equipo antes de tener otra sede que su hogar: dicen que las reuniones con toques en vivo, tranquilos, con guitarras, las caracterizan. Con suerte eso pueda reeditarse en un par de semanas.
La otra pata que hace posible el proyecto es La Barber, una barbería y peluquería unisex que todavía están por inaugurar. La describen como “la primera barbería queer de Berlín”, fundada allá por una socia uruguaya y una española, que se pusieron de acuerdo con las impulsoras de La Azotea para sumar esta sucursal montevideana que busca romper estereotipos. “Te podés hacer lo que se te antoje en la cabeza y nadie te va a juzgar”, promete Michelle Miloc, parte del equipo local.
Apuntan que faltan “lugares diversos” en todo sentido: en elecciones, géneros, edades. Las unió, entonces, la necesidad de generar espacios donde se sintieran cómodas: “donde poder disfrutar libremente sin sentir ciertos prejuicios, sin ningún tabú, siendo nosotras mismas”, argumentan. Y remarcan, enseguida: “Si quiere venir gente hetero está todo más que bien, son todos bienvenidos”.
Locación soñada
En el mes y poco que lleva abierta Estereotipa la gente llega a desayunar, a trabajar en su computadora o a usar los sillones para estudiar. “Hoy por hoy, en este formato, vienen a laburar al mediodía y terminan tomando un gin tonic a las ocho de la noche”, cuenta Gimena Lorenzo. “Se va transformando durante el día”.
No tuvieron que hacer mayores reformas que acomodar un poco la cocina, colocar algunos muebles, decorar con pinturas de Vale Viana, una exposición temporal, y plantar la bandera de la diversidad, que llevan a todas partes. El resto ya estaba. El espacio de 300 metros cuadrados tiene un entrepiso donde ubicaron una de las mesas más codiciadas y un patio con más lugares, al lado de una pequeña piscina, que origina la pregunta frecuente: ¿qué van a hacer ahí? Y la verdad es que todavía no saben.
La misma incógnita corre para los conciertos; esperan tener, en breve, los permisos y el aval de algunas fichas especialmente queridas por la barra: Papina de Palma y Mocchi. Si los protocolos sanitarios ceden, quién dice que esa bola de espejos no anime eventualmente el baile que muchos extrañan.
Igualmente la propuesta no va esencialmente por ese lado. Aparte de la comida –con un fuerte énfasis vegetariano/vegano y algunas excepciones que incluyen salmón– y los vistosos tragos, en simultáneo funciona un estudio de tatuajes, se ofrecen sesiones de masajes, disponen de una sala de reuniones, van a albergar talleres de fotografía, de pintura y de escritura, clases de yoga, terapia y tarot.
Como setiembre es un mes clave para el colectivo LGBT, una vez por semana va a funcionar una radio en vivo, habrá talleres sobre diversidad, danza, murga, candombe y es más que probable que Estereotipa sea sede del after de la marcha, programada para el viernes 24.
Estereotipa
En Juan Manuel Blanes 930 y Gonzalo Ramírez. Martes y miércoles de 10.00 a medianoche, jueves, viernes y sábados hasta las 2.00, y domingos de 13.00 a 0.00. La carta cambia según el horario, pasando de las medialunas rellenas, rolls y escones de desayunos y meriendas, a las tartas, sándwiches y ensaladas del mediodía, las milanesas de berenjena, que juegan a veces también como especial, las picadas y tablas para dos de la noche (entre $ 520 y $ 590), un abanico de provolones con gustos (de $ 200 a $ 250), crêpes, pizzas individuales, bruschetas y nachos, además de postres como una cheesecake de maracuyá ($ 280), que conviene compartir. Hay algunos vinos, cerveza artesanal e industrial, muchos cócteles clásicos y tragos de autor, entre ellos el 4575, que recuerda la dirección de la antigua sede de sus encuentros, y es el exitoso “frutillón de los domingos” (a base de vino de tinto, frutilla y azúcar).
Para ir de noche lo mejor es asegurarse lugar a través de www.estereotipa.uy/reservamesa/
También se puede pedir hora para masajes con Gimena Lorenzo, tatuajes, con Nicolás Gómez y Maru Vallespir o terapia con María Vicente Marroche.