Las vacaciones de invierno dan un descansito a niños y docentes a mitad de año, al tiempo que, para los padres, plantean la disyuntiva de cómo compatibilizar el cuidado de los pequeños con los horarios laborales ante el cambio de agenda. Ya casi nadie se acuerda de los orígenes higiénicos de este “corte”: fue el de intentar disminuir la propagación de virus, al mantener a los más chicos en sus hogares durante la época más fría del año. Quizá el olvido se debe a que desde hace unos cuantos años, la oferta de actividades para entretenerlos en estos días –una semana para los que van a escuelas públicas, dos para los que van a privadas– ha ido en aumento en forma exponencial tanto en cantidad como en variedad. Como elegir a dónde ir puede resultar una tarea titánica y abrumadora, Rosanna Peveroni emprendió esta guía, que, por supuesto, no es exhaustiva –hubiera sido casi una misión imposible– pero sí abarcativa, y que se suma a algunos adelantos que hemos hecho en ediciones previas.
Una guía para bucear en la inmensa oferta de actividades para niños en vacaciones de julio
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