Hoy a las 20.30 llega al teatro Victoria Un cordón rojo, la nueva obra de Sebastián Barrios que plantea un triángulo amoroso entre dos hombres jóvenes y una mujer mayor, inspirada en la leyenda japonesa del hilo rojo, que plantea que los dioses atan un cordón rojo invisible entre aquellos que deben conocerse o ayudarse en un momento concreto; si bien este puede estirarse o enredarse, en las idas y vueltas nunca llega a romperse. Así, la antigua cultura japonesa propone que el futuro de cada persona está predestinado desde el momento en que inicia su camino.

Para el director se trata de un espectáculo intimista (interpretado por Sandra Américo, Ernesto Álvarez y Antranik Chakiyian) que fue concebido a partir del texto, de la dirección de actores y desde el espacio de representación, con “un círculo ubicado en el escenario del teatro creado por los propios espectadores, lo que le da a la propuesta un carácter bastante particular”, adelanta.

Al proyecto lo pensó el actor Ernesto Álvarez (que el año pasado tuvo su primera experiencia profesional en Málaga, como actor invitado de la Comedia Nacional), y él convocó a los demás actores. En una segunda etapa, pensaron en Barrios como posible director y dramaturgo, y así comenzaron a trabajar.

Ahora, poco antes del estreno, Barrios dice que una de sus motivaciones fueron los propios actores, ya que, al saber para quién escribir, ya contaba con una ventaja al momento de pensar la dramaturgia. “Fue en esa búsqueda que llegué a la leyenda japonesa del hilo rojo, disparador de este triángulo amoroso. Algo que siempre me llamó poderosamente la atención en el ser humano es su particularidad a la hora de establecer relaciones afectivas, y cómo esas relaciones –en muchos casos– pueden cortarse o distanciarse, pero el vínculo continúa intacto, con la diferencia de que la pareja ya no continúa una relación ‘normal’ de pareja”, observa.

Señala que es consciente de que existen diversas normas que determinan el modo de vincularse, y por eso intenta responder del modo más fiel posible a estas situaciones, aun sabiendo que “somos seres únicos, individuales, con diferentes necesidades y puntos de vista, y es esa necesidad de responder la que nos determina y nos enfrenta a situaciones complejas, avergonzándonos o enfermándonos por sentimientos o sensibilidades que no están contempladas o reguladas. Este ha sido el gran motor del espectáculo”, asegura.