Con sus primeros cinco episodios en Netflix y los tres restantes en su propio canal de Youtube (donde están los ocho, en realidad), La Frecuencia Kirlian es una estupenda manera de conocer a Cristian Ponce, uno de esos notables realizadores de género que parecen estar apareciendo, por suerte, cada vez con mayor frecuencia. Otra manera es leer la conversación que mantuvimos con él.

La Frecuencia Kirlian abreva de programas radiales nocturnos, algo que tiene hoy la mística de la nostalgia. ¿Eras escucha de algún programa de estos? ¿Lo sos ahora, si es que todavía los hay?

Hay una cosa con la radio que es casi icónica dentro del cine de terror, que tiene que ver con esa voz nocturna, incorpórea, que puede vincularse con la presencia de un fantasma. La radio como faro en las películas de terror es algo que existe desde que existen la radio y las películas de terror. Particularmente, este espacio en radio o televisión donde no sólo se pueden encontrar cosas terroríficas o sobrenaturales, que es lo que más torcimos para acomodar al verosímil de nuestra serie, sino cosas personales. Hay una intimidad en la noche que se presta a que los solitarios que escuchan la radio abran su corazón. Yo crecí en Carmen de Patagones, que es una localidad chica, y escuchaba radio de chico, pero creo que mi influencia más directa viene de la televisión. Había un programa que se llamaba Te escucho, con Luisa Delfino, que yo nunca tuve claro si era un programa de radio que se transmitía por televisión o si era un programa de televisión que pretendía ser de radio. Era un programa que se pasaba los viernes a la noche y donde, más que historias sobrenaturales, se escuchaban dramas humanos. Había algo en esa intimidad, en ese ida y vuelta, que a mí me llamaba mucho la atención y que justificaba que con diez u once años me pusiera a escuchar esos dramones. Y más adelante, un poco más grande, recuerdo Atorrantes, de Pato Galván, un programa de cable donde todo era de alguna manera tan precario, tan íntimo, que era también radio grabada. Y los martes ese programa tenía un segmento que, sí, consistía en gente llamando para contar o experiencias propias o encuentros sobrenaturales y que, evidentemente, es uno de los referentes directos. Hoy por hoy, no sé si existe un programa similar. Ya preparando La Frecuencia Kirlian escuché La mano peluda, un programa de radio mexicana, muy en esta onda, o Coast to Coast, que era una versión estadounidense, pero esos ya fueron programas que escuchamos posteriormente, como para desarrollar la cualidad sonora de este tipo de programas.

La serie también tiene referencias de los 80, tipo Stephen King, pero pasadas por el tamiz de lo local, como la revista El Péndulo. ¿Sería el resultado de mezclar todo esto, o son apenas referencias puntuales?

Cuando empecé a desarrollar la serie, estábamos entrando en lo que fue después la nostalgia de los 80, que tuvo su punto máximo en Stranger Things y la versión moderna de It. Entiendo que para la gente de mi generación, que consumimos en el cable toda la producción de los 80 en los 90, ese miedo primigenio está relacionado con la estética de esa época. Es a la que yo me expuse y la que me provocó los primeros miedos. Obviamente, cuando crecés y te ponés a investigar, descubrís filmografías más interesantes o incluso más cercanas a lo que te gusta hacer. Me parecía divertido explotar de alguna manera la moda que había, pero también aprovechar que fue una primera época de posmodernismo donde ya comenzaban a estar todos los monstruos al mismo tiempo. Pensemos, por ejemplo, en Monster Squad, de 1987, un gran año en el terror (por eso nuestra serie transcurre en ese mismo año). Ese “todo vale” era algo que queríamos tener también en la serie, que nos sirviera de puntapié para contar cualquier cosa. Por eso tenemos episodios con monstruos clásicos, como vampiros u hombres lobo, pero también episodios como el cinco, “El viejo y el perro”, que se va un poco de registro e intenta crear una historia más en la línea de Dimensión desconocida. Stephen King es el referente; más allá de su literatura, para mi generación es un sinónimo de terror y de este tipo de terror. King ha trabajado un montón con esto de “pueblo chico, infierno grande”, así que cuando empezamos a trabajar la mezcla, la receta que iba a dar origen a La Frecuencia Kirlian, fue una decisión obvia incluirlo. El Péndulo entra también, porque intentamos no quedarnos solamente con referencias extranjeras. Era muy importante desarrollar un léxico, un vocabulario en el que se apoyara lo verosímil, por eso los diálogos son tan coloquiales. Intentamos que realmente sonara como algo que pudieras estar escuchando en una radio, e incluir referencias nacionales tenía que ver con eso.

La animación tan particular termina por darle una impronta única. ¿Cómo se llegó a este estilo?

El estilo de animación de la serie nace un poco de la inexperiencia. Yo venía de trabajar motion graphics, que es básicamente textos en movimientos para publicidades, y al mismo tiempo en internet comencé a mirar animaciones más experimentales y que exploraban un tipo de movimientos más informáticos, generados por computadora. Pero no en el sentido Pixar, sino en un sentido más tosco, quizá más relacionado con el motion comic o algún tipo de videojuegos. Yo no soy animador profesional, mi formación viene por otro lado, entonces, como queríamos llevar adelante el proyecto, buscamos opciones de “hasta acá podemos animar, hasta acá podemos diseñar espacios, hasta acá podemos diseñar a los personajes”, y así. De ahí también que sean siluetas, porque eran más fáciles de animar que un rostro con expresiones complejas. A partir de esas limitaciones intentamos crear una estética que fuera coherente con lo que queríamos contar. El tipo de claroscuros, las historias que contábamos, nos permitían mostrar muy poco y jugar con eso como si fuera nuestra intención.

El periplo de la distribución parece ser bastante animado: primero serie web, luego en Netflix, parte de ella en Youtube. ¿Cómo fue todo este recorrido?

Producir una serie es muy difícil, pero más difícil es lograr que la gente la vea. Nuestro recorrido fue muy tumultuoso, animado quizá por el afán de encontrar al público de la serie. Empezamos subiendo las cosas a Vimeo, pensando que era la plataforma adecuada, además, porque era la única plataforma que conservaba lo “roto” que queríamos que fuera la imagen de la serie, pero ahí descubrimos que ya nadie usaba Vimeo, porque era difícil de ver en celular y cosas así. Entonces lo subimos a Youtube e incluso a Facebook, y ganamos un concurso que nos permitió exhibir los primeros cinco episodios en Cine.ar. Siempre remando con estos primeros episodios para encontrar ese público. Nos valimos más que nada del “boca en boca”, pero tuvimos la casualidad y la buena fortuna de que una entrevista de alcance nacional en Argentina llegara a uno de los programadores de Netflix y él sintiera que podría proyectarse como algo interesante. Al otro día nos contactó y entregamos a la plataforma la primera tanda de cinco episodios, para ver si luego nos encargaban más y así desarrollar el resto. Finalmente eso no pasó. Netflix no quiso más episodios, y los siguientes tres que desarrollamos preferimos volver a exhibirlos por Youtube ‒los últimos en octubre del año pasado‒. Nos quedan pendientes dos más, que serían el cierre de la serie o al menos de esta instancia, que vamos a estrenar a fin de año y en otra plataforma.

Tu trabajo tanto en Kirlian como en Historia de lo oculto demuestra un enorme amor por la ficción de género, que tiene, si se quiere, cierto auge regional reciente. ¿Cuál es tu mirada sobre esto?

A mí me gusta mucho el género, el horror, la ciencia ficción. Crecí mirando mucho cine, mucha televisión relacionada con esto, y tanto en Historia de lo oculto como en La Frecuencia Kirlian se trataba de trasladar estos íconos clásicos a una lógica regional. Otro género que me gusta mucho es el thriller de periodistas. Yo creo que en lo regional se ha alcanzado, después de muchísimo trabajo, una excelencia técnica muy grande. Lo que se realiza en nuestros países está a la altura técnica de cualquier película del mundo, y así es que tenemos una representación cada vez más grande no sólo en los festivales específicos de género, sino en festivales en general. Siento, sí, que se ha alcanzado un nivel realizativo pero no tanto narrativo; pero creo que también están surgiendo algunas combinaciones interesantes que tienen que ver no sólo con lo audiovisual sino también con la literatura. Nosotros no tenemos una literatura de terror tan grande. Obviamente [Horacio] Quiroga, o Eduardo Holmberg en ciencia ficción, pero en los últimos años se ha empezado a escribir mucho, a publicar mucho. Lo más claro son los trabajos de Mariana Enríquez, que es un ejemplo paradigmático, pero ya en cine tenemos también la última película de Daniel de la Vega, Al tercer día, que está basada en el libro de Gonzalo Ventura. Es una película súper interesante porque combina la pericia audiovisual el director, desarrollada a lo largo de mucho tiempo, con una base literaria que da un mix muy interesante.