Soy el primero en insistir con que humor no es sinónimo de chiste, e incluso que no necesariamente tiene que estar asociado a la risa. Dicho esto, la “nueva comedia americana” que encabezó Judd Apatow junto a sus figuritas repetidas a comienzos de este siglo nunca terminó de gustarme. Y eso que incluía una película sobre una persona que coleccionaba figuras de acción y tardaba demasiado tiempo en tener su primera relación sexual. El problema no era que esas comedias no me hicieran reír, el problema era que no me hacían gracia.

Me hacían acordar a cuando el videoclub del barrio dividía las comedias en tres categorías: comedia romántica, comedia simple y comedia cómica. Las de Apatow siempre me resultaron simples y estaba necesitando alguna comedia cómica. Este año la encontré, entre otros ejemplos, en Bottoms, que llegó a Prime Video con el horripilante título de El club de las peleadoras. Es cierto que el original tenía interesantes connotaciones difíciles de traducir.

Después de un par de ejemplos de comedia que podríamos definir como comedia picaresca (y colocar en su lugar correspondiente en un videoclub virtual), llegó este ejemplo de película que podríamos emparentar con otras como Muerte muerte muerte en algo así como comedia centennial (se lo robé a Vogue), con un humor acelerado sin ser aquellas metralletas del estilo de ¿Y dónde está el piloto? o ¡Súper secreto!, además de con una naturalidad para tratar temas que podrían englobarse dentro de lo queer. Más que nunca en este caso.

En los puestos más destacados de Bottoms hay algunos rostros conocidos. La directora y coguionista es Emma Seligman, quien también estuvo detrás de la película Shiva Baby. Rachel Sennott, que protagonizó esa comedia de 2020, aquí vuelve a plantarse delante de la cámara y suma el puesto de coguionista. La otra actriz protagónica es la ascendente Ayo Edebiri, conocida sobre todo por ser Sydney, la mano derecha de Carmy en The Bear.

Ellas son PJ y Josie, respectivamente. Dos adolescentes perdedoras que nunca tuvieron suerte con las chicas y que flotan en el estereotípico universo de jugadores de fútbol americano y porristas. Uno de esos malentendidos también típicos de las comedias lleva a que estas mejores amigas inventen que estuvieron detenidas en una cárcel juvenil durante las últimas vacaciones, y la sucesión de mentiras las lleva a fundar un club de autodefensa que se transforma en una versión extraña de El club de la pelea.

De pronto se encuentran subiendo escalones en la sociedad liceal y le toman el gustito. La pantalla del empoderamiento femenino se combina con el deseo de perder la virginidad, y cuando las dos compañeras que les quitan el sueño terminan enrolándose en el club se hace cada vez más difícil la vuelta atrás.

Seguramente hayan identificado más clichés que los señalados, pero el guion de Bottoms los utiliza como punto de partida para contar una historia que recuerda a la obra ochentera y noventera de John Hughes (y sus salieris), pero especialmente suena a un gran episodio de Los Simpson, por el verosímil que se crea tanto como por el ritmo de los momentos de humor, que llegan a buen ritmo y en buen nivel.

El Springfield de esta película incluye a Marshawn Lynch como el profesor vago que se convierte en espónsor del club porque no tiene nada mejor que hacer, Nicholas Galitzine como la estrella del equipo, Havana Rose Liu como su abnegada novia y el character actor Wayne Peré como el director del secundario.

La película tiene grandes momentos de comedia, incluyendo un chiste recurrente acerca del inminente clásico contra una institución rival, que en el pasado fue disparador de momentos de inusitada violencia (el asesinato de alguien del equipo contrario ya es una tradición) y que en esta oportunidad llevará el absurdo todavía más lejos, sin que la historia que se está contando pierda el sentido. El que sea que haya tenido desde sus primeros minutos.

Como es costumbre en estos últimos años, Bottoms tiene su propio needle drop, esa escena en la que se incluye una canción conocida para intensificar lo que está ocurriendo. Y la elección de “Complicated”, de Avril Lavigne, está a la altura de los enganches musicales de la cinematografía de James Gunn.

¿Es para todos los gustos? No, pero las películas que se prometen para todos los gustos suelen ser como el helado de crema, que no provoca arcadas pero jamás hizo feliz a nadie. No digo que esta película sea menta granizada, porque no me gusta, pero sí algún otro sabor parteaguas como cuando le ponen sal o pimienta al helado de chocolate y te termina sorprendiendo. Perdón, debe ser el calor.

El club de las peleadoras. 91 minutos, en Prime Video.