El próximo miércoles a las 19.00 La Casa del Árbol estrena Un programa de miércoles, una serie de cortos elaborados por niñas y niños en el taller anual de audiovisual que desarrollan en la institución y que está dirigido por Álvaro Adib y Mariana Noguera. Conducido por dos niñas de 11 y ocho años, adoptará el formato magazine y constará de ocho programas de diez minutos de duración en los que se enlazarán videos realizados por los niños de La Casa del Árbol y otros que se sumaron a partir de la colaboración con diversas organizaciones de distintos puntos del país.

La idea de Un programa de miércoles surgió como propuesta en el taller y fue cuajando con ese nombre que, dice Adib a la diaria, terminó convenciéndolo por el juego de palabras, que “está totalmente atravesado por la cabeza lúdica de este grupo de niñas y niños, que si bien cambió en su integración del año pasado a este, mantiene esa cosa de cuestionar la realidad constantemente y volcarse al juego: el nombre del programa es un ejemplo clarísimo de esa actitud de burlarse, de estar al borde de la mala palabra y jugar con que es miércoles”.

En un festival en Brasil, cuenta Adib, coincidió con la directora del canal de contenidos para la infancia argentino Paka-Paka, la directora de Eureka, una experiencia similar colombiana, y gente del Consejo Nacional de Televisión de Chile, que también tiene una señal infantil desde el año pasado, y conoció de primera mano la experiencia de los consejos infantiles, que es interesante porque “los chiquilines tienen una incidencia bastante directa en los contenidos”.

“Es una idea que me parece alucinante, pero tiene una dificultad logística y presupuestal muy grande. Viendo cómo poder hacer algo con ese espíritu pero a nuestra escala, se me ocurrió invitar a organizaciones sociales que trabajan con infancias en distintos puntos del país a que hicieran pequeños contenidos muy breves, de dos o tres minutos, y armar un programa con formato de magazine, que tiene la ventaja de que permite articular cosas muy dispares en un tiempo breve. El programa dura diez minutos y hay cuatro segmentos que son aportes que llegan desde distintos lugares, y queda cosido por la conducción de dos niñas en el estudio”, cuenta.

Álvaro Adib.

Álvaro Adib.

Foto: Mara Quintero

Ya tienen cinco capítulos terminados y la serie llegará a ocho. Además, para el año que viene tienen pensada una segunda temporada con la que están en la etapa de buscar fondos para desarrollarla. “No para hacerla más profesional, porque no queremos sacarle el espíritu que tiene, pero sí para pulirle, por ejemplo, la escenografía, pequeñas cosas que hacen televisivamente más brillante el producto sin atentar contra su esencia. Es un punto de equilibrio que defendemos mucho y estamos muy atentos a no irnos para el otro lado”, aclara Adib. Este año se va a difundir en la plataforma de La Casa del Árbol y para el año que viene acordaron con la señal de cable A+B, que “en el interior tiene mucha llegada y está en todos los cableoperadores del país”.

Una ética de la diversión

Una preocupación de los integrantes de La Casa del Árbol es la de no imponer, reglar lo menos posible y más bien acompañar a las niñas y niños en el desarrollo de lo que ellos quieran hacer. “Lo que me parece más interesante es que nos sumamos a defender ese espíritu de jugar junto con los gurises. Tanto el grupo que participó el año pasado, que tiró la idea original, como el de este año, hacen defensa de que es un espacio de juego, más allá de que, por supuesto, no lo formulan a nivel teórico como yo lo interpreto, pero está ahí: venimos a pasarla bien. Me parece divino y creo que se ve en la pantalla”, dice Adib.

“La infancia es recontra corta, son diez años, a lo sumo 12, y es el tiempo que tenemos para dedicarnos a jugar. Es un despropósito reglar el tiempo de los gurises al extremo de que no tengan espacio para ser niños. En Momo, la novela de Michael Ende, que me marcó mucho, la forma que encuentran los hombres grises de hacerles la guerra a los humanos es llevar a los niños a las escuelas y que estén todo el tiempo haciendo cosas útiles, tiempo útil: todo tiene que ser útil. Acá tenemos un pedacito de tiempo, dos veces a la semana, es de ustedes, hagan lo que quieran”, reflexiona.

Foto del artículo 'El miércoles se estrena Un programa de miércoles'

Tejer con otros

Uno de los puntos fuertes es la articulación con otras instituciones y con gente que tiene intereses similares, algo que no sólo caracteriza a este producto, sino que constituye una línea del colectivo: la propia plataforma “se construyó de esa manera, con productos que nos cedió gente que tiene la misma energía y que hace que salga un producto más potente”.

En el caso de Un programa de miércoles, se sumaron la escuela 41 de Mercedes; la biblioteca El Sonido de los Libros, de Playa Fomento, Colonia; el Centro de Puertas Abiertas de Florida, que trabaja con adolescentes; Pambú Media, una pequeña productora de Piriápolis; el taller de teatro Acuarela, de Solymar; y Trampolines, un programa de El Abrojo de Las Piedras.

“Es una riqueza que hay que aprovechar. He tenido la suerte de conocer gente en distintos lugares. Hay un entramado del capital, que resuelve todo con recursos; pero hay otro entramado, que está buenísimo y hay que aprovechar, que es el de las amistades, de los vínculos humanos, de la reciprocidad”, afirma Adib.

Por otra parte, abrir la mirada hacia otros puntos del país le permite una mayor diversidad: “A mí siempre me preocupó romper no solamente con la cuestión centralista de Montevideo sino también centralista del centro y de clase, de los integrados. Ya tenemos la dificultad de que los gurises no están en los medios, pero cuando aparecen son los que están integrados”, plantea Adib, que destaca en ese sentido, como norte, la intención manifiesta de representatividad de experiencias como Paka-Paka y Eureka.

Foto del artículo 'El miércoles se estrena Un programa de miércoles'

Diez años juntos

La Casa del Árbol es un grupo de docentes, artistas y científicos interesados particularmente en las infancias, que conciben la tecnología, la ciencia y el arte como “territorios para la creatividad”. Este año están cumpliendo su primera década desde que, en 2013, unieron fuerzas para articular experiencias acumuladas. Allí dan talleres de diversas disciplinas, y del de audiovisual han surgido distintos productos que comparten en la web. Sostienen que su trabajo consiste en “articular la ciencia, el arte y la tecnología para buscar nuevas formas de expresión y comunicación que acompañen a los más pequeños en la aventura de crecer”, una tarea que se nutre y al mismo tiempo propicia vínculos creativos diversos y enriquecedores.

De este modo, en 2017 viajaron al festival Ojo al Piojo, en la ciudad de Rosario, Argentina, y obtuvieron la primera mención especial con su corto Viaje al fondo del mar, y en 2018 una producción de la casa fue seleccionada como finalista en el concurso Prix Jeunesse, en Alemania. Siempre inquietos, en junio de este año habían presentado Río arriba, un documental que pone el foco la contaminación fluvial.