Más que un espectáculo de danza contemporánea, Identikit es “una experiencia sensorial”, dice la coreógrafa y bailarina Andrea Arobba. Su regreso, por la puerta grande del teatro Solís, no sólo cuenta con 11 perfórmers, tres músicos en escena y la participación de un amplio equipo interdisciplinario de artistas visuales, sino que inaugura un modelo de mecenazgo. Indutop, a través de su marca de indumentaria Daniel Cassin, promueve y acompaña este proceso de exploración y creación independiente.
El origen del vínculo entre artistas y empresarios fue Juan Ciapessoni, quien trabaja como asesor estratégico de ese grupo, y sugirió nuevas acciones para posicionar la grifa, a través de un montaje. Ya que Ciapessoni integra además GEN, un centro de artes y ciencias que llevan adelante Arobba y Pablo Casacuberta, entre otros, les trasladó la idea de hacer “un espectáculo que hable de la moda, de la sociedad líquida”.
La coreógrafa aceptó cuando Ciapessoni le garantizó que tenía rienda suelta para desarrollar una obra, y que no era necesario ni usar las prendas ni citar la grifa. “Es como una nueva relación”, lo resume Arobba. “Ellos están apostando a un espectáculo de esta magnitud, lo están financiando, se asocian de esta manera”.
¿De qué manera entra la moda en la escena, en definitiva? Arobba habla de “toda una investigación con relación a la indumentaria”, como leitmotiv del montaje. Ya que buscó relacionarla con la sensibilidad actual, sin ceñirse a un estilo, los bailarines utilizan ropa de la marca pero también de otras procedencias. “Eso es parte de dejar volar la cabeza y la imaginación; no era una consigna usar esto o lo otro”. Revolviendo colecciones se quedaron sobre todo con artículos de jean y conjuntos blanco y negro.
Revisar la trayectoria de más de 25 años de Arobba es encontrarse con constantes referencias al concepto de belleza, con provocaciones a los mandatos corporales y protocolares, con humor, con parodia, con guiños. “A mí me gusta vestirme, me gusta la moda, siempre hay algo que me atrae de esa cosa del disfraz”, apunta la artista. En este caso, aunque en el germen del espectáculo haya una marca de ropa femenina, no convocó únicamente a bailarinas.
El elenco trasciende las etiquetas, en consonancia con lo que Arobba observa en la sociedad actual: “Hoy usamos lo que te quede bien; no se mantiene un rótulo masculino/femenino, como que eso ya pasó. Uno se pone lo que le queda bien y lo que siente. Ahora me quiero vestir toda ancha y holgada, y entonces cosas que encuentro donde sea me las pongo. Es muy ecléctico: va en tu estado de ánimo, en tu momento de la vida, en si te llevás el mundo por delante o estás más con perfil bajo”, dice.
“Detrás de cada decisión escénica hay una serie de cuestionamientos: ¿cómo te identificás hoy? ¿Cuánto te parecés a lo que querés ser?”. De allí surge el título: el identikit es un retrato hablado, y alude a la mirada de los otros y, al mismo tiempo, a las múltiples identidades que residen en uno mismo.
“La sociedad es una variedad”, recalca Arobba. “Por eso lo llamamos ‘el espectáculo que todos ponemos en escena’, porque todos los días nos levantamos y nos ponemos una indumentaria para salir, y estamos generando una escena, de vestimenta, de moda, de looks, de maneras de estar y de sentir”.
Esta vez no hay diálogos explícitos, pero las ideas se transmiten a través de una hibridación de disciplinas: la música en vivo “con raíces muy uruguayas”, anticipa la directora, sobre las creaciones de Juan Chao y los visuales de Verónica Loza; además, “se habla con el movimiento, que es generoso”.
Hay mucho para interpretar y para disfrutar, asegura Arobba, quien trabajó sobre una estructura de escenas: de los ejecutivos, de los obreros, la escena del corset, la escena del backstage, a las que se suman los solos, cuando se manifiestan las diversas identidades. A nivel conceptual, para llegar a ese resultado fueron recorriendo íconos de la moda que fueron definiendo la contemporaneidad, pero no necesariamente están en la obra.
Casting y crecimiento
Para dar con su elenco, la directora realizó una audición cerrada, por invitación, y asegura que la hizo “direccionada a los materiales de la obra”, apuntando a quién le podía dar lo que quería contar. “Estaba buscando personas sobre todo que tuvieran una destreza acrobática, y también alguna individualidad específica. El nivel técnico que están teniendo los bailarines es asombroso. Ya la danza contemporánea desafía la gravedad de maneras increíbles. Me encanta, el movimiento es infinito. Realmente es hermoso”.
Aparte de su labor artística, Arobba es docente del área contemporánea de la Escuela Nacional de Formación Artística del Sodre, y dice que esto fue modificando a los que danzan. “Siempre digo que tanto la licenciatura como la tecnicatura son una combinación muy poderosa: salen bailarines increíbles y, al mismo tiempo que viajan, hay muchos docentes que están viniendo, y nosotros mismos, los profesores de acá, estamos incorporando ese tipo de técnica. En la escuela ya tienen toda esa variedad de piruetas. Entonces intento enseñarles justamente cómo hacer para que esas herramientas no se conviertan en lenguaje, sino que cada uno, con ellas, pueda encontrar un lenguaje particular, para no quedar automatizados y bailar igual. Busco que potencien su movimiento natural, libre y espontáneo con esas herramientas”.
En esa impronta que traen Arobba detecta una fuerte presencia de las danzas urbanas, que junto con la danza contemporánea les abren posibilidades. Su tarea consiste en que encuentren además una dramaturgia, el desarrollo de una pieza, que no sea únicamente bailar.
“Antes estábamos más atrasados que el mundo y llegaba más tarde. Ahora no hay casi delay. Yo estoy fascinada con esto; no me siento tan alejada de Europa como antes, por ejemplo. Me siento muy feliz de estar viviendo en esta época y ver esa transformación, porque ha sido exponencial. Se disparó, fue una cosa increíble, una militancia de todo nuestra generación, de todo lo que hemos luchado y todo lo que hemos hecho la mía y la anterior también”.
Hablando sobre cómo la modificó haber dirigido la Comedia Nacional hace un par de temporadas, con su visión de Frankenstein, la creadora subraya que “el riesgo es lo más hermoso”, mientras recuerda la apertura de la compañía oficial para encontrarse con el movimiento y con la poesía. “Fue un gran crecimiento también para mi persona, como creadora. Después de esa propuesta, creo que me puedo tirar el agua en cualquier lado”, reflexiona ahora, contenta con el ambicioso proceso de Identikit.
Identikit. Miércoles 12 y jueves 13 de marzo a las 20.00 en el teatro Solís. Entradas en Tickantel y boletería desde $ 600 hasta $ 1.100.