Anochece en Palermo y Noelia Campo llega a su apartamento tras finalizar otro programa de Mirá Montevideo, el magazine cultural que conduce junto con Lucila Rada de lunes a viernes a las 18.00 en TV Ciudad. La entrevista transcurre en el living de su casa, donde hay varios cuadros que enmarcan las fotos ampliadas de Pablo Guidali con una estética en blanco y negro que juega con el fuera de foco para distorsionar la imagen llevándola a otra dimensión.
La actriz y conductora se sienta en un sillón rojo de tres cuerpos. Minutos después, entra a escena su perro Lucho, que durante sus años de cachorro masticó la esquina de una amplia mesa ratona que integra este espacio. Lejos de aquel incidente, ahora se muestra de lo más dócil. También convive aquí con su hijo Valentín Ibarburu (más conocido, en su faceta de trapero, como Valuto), quien arriba al hogar sobre el tramo final de la entrevista preguntando: “¿Estoy interrumpiendo algo importante?”, y con su pareja, el músico y periodista Fernando Santullo.
La carrera
Campo sigue con la misma vestimenta que hace un rato lucía en el set televisivo: blusa de lamé dorado, jean y botas negras. Minutos después, recurre a un saco para abrigarse, y no es la única continuidad notable en quien delante y detras de cámaras brinda un trato amable, escucha con atención, habla pausado y despliega cierta precisión al tiempo de mencionar por nombre y apellido a cada persona aludida durante la entrevista.
En ocasiones de mayor cercanía agrega el apodo, como sucede con el conductor y actor Jorge Temponi (con quien conduce la segunda temporada de Teatro en la ciudad por el canal de streaming de TV Ciudad), quien durante la conversación es mencionado como Tempo, Tío y Tiazo, dada la amistad que mantienen desde sus épocas de estudiantes de Comunicación en la Universidad Católica del Uruguay. Ambos provienen de una generación “con mucha gente que consiguió laburo y se destacó bastante, como Álvaro Brechner en cine, Diego Robino y Charly Gutiérrez en publicidad, Valeria Tanco, que coordina el Instituto Nacional de Letras, Andrés Danza, que es director de Búsqueda, Carlos Dopico y Álvaro Carballo en comunicación. También estaba Patricia Turnes, que es periodista, escritora y hace música”, enumera Campo.
Por fuera de los medios, recuerda que en su caso y el de otros alumnos había cierto interés por el teatro que se profundizó gracias a Mariana Percovich, por entonces docente de la asignatura Arte Escénico, quien incidió tanto en la vocación de estudiantes que formaron grupos como Devotchka (dirigido por Daniel Rodríguez Porteiro) como en su formación actoral. “Siempre quise ser actriz y ella me recomendó Alambique, que era conocido por el teatro físico, pero tenía otras cosas que daban sus docentes, una forma innovadora, vanguardista. Lo físico siempre está, porque el actor es todo: cuerpo, espíritu y alma. Podés ir a cómo una emoción te genera algo en el cuerpo y también cómo una forma física te genera una emoción. A veces arranco desde lo físico para llegar a los estados, y otras al revés”, describe Campo.
A fines del siglo pasado egresó de Alambique y lo siguiente fue actuar en su primera obra, Villasombra, una noche mágica, orientada al público infantil y dirigida por Verónica Perrotta junto con Pablo Albertoni. En aquel momento conducía el programa Aventujuegos en Canal 10, por lo que su presencia era otro imán para atraer a los niños.
Desde entonces pasaron 25 años en los que protagonizó decenas de obras teatrales y fue galardonada en varias ocasiones. Recuerda especialmente el premio Florencio Sánchez a mejor actriz en 2012 por su actuación en Perdidos en Yonkers, del dramaturgo Neil Simon.
Aún recuerda el impacto que le produjo la convocatoria de Roberto Jones, director de esta adaptación: “Lo veía en Telecataplum y también en la serie Los tres junto a Alberto Arteaga y Alberto Mena, me encantaban sus conversaciones en el bar entre el humo del cigarro. Cuando me llamó pensé: ‘Por favor, Noelia, hacé bien este personaje que es de lo mejor que te va a pasar en tu vida teatral’. Fue una experiencia muy importante a nivel artístico y personal. Hubo una comunión entre actores y técnicos como no me volvió a pasar, por eso salió como salió y tuvo el éxito que tuvo. Jones es un crack y muy estricto, hay que ir a ensayar con la escena aprendida; conmigo se agarró algunas calenturas, porque estaba acostumbrada a aprender la letra haciendo, pero es verdad que cuanto más la sabés, más podés jugar con las improvisaciones. Y una, bien ‘alambiqueña’, como me tocó interpretar a un personaje aniñado en su forma de ser a los treinta y pico de años, quería encararlo desde el cuerpo a partir del prejuicio que tenía sobre el personaje, pero él me dijo: ‘No, decí el texto y arrancá de vos, esto va desde Noelia actriz, eso te va a llevar’. Así dejé de hacer algo desde lo exterior, desde el cuerpo, que para el peso y la contundencia emocional de ese personaje no servía. Fui desde mí y el texto me llevó a cómo tenía que actuarlo y cuáles eran los movimientos”.
Himno de los conductores imprudentes
Al revés de tantos profesionales que primero actúan como tales y después se dedican a talentear, su periplo laboral la llevó a adoptar cierta disciplina de trabajo: “Como buena jovencita, sos inconsciente y te creés mil. Aprendí haciendo, y lo que sabía hacer era contar con mi simpatía, hablaba más, hablaba mucho. Nunca tuve el objetivo de la fama y la televisión, capaz que de niña sí fantaseé con ganar un Oscar. Quería ser actriz y se fue dando. Lo de la fama lo tenía desde un lugar fantasioso; la televisión se dio, no pretendía conducir un programa. Desde chica fui extrovertida, hacía espectáculos con mi hermana bailando, desfilando, actuando y cantando temas de Raffaella Carrà y Azúcar Moreno. Soy recontra hitera hasta hoy”. Dice que ahora está para La Nueva Escuela y tararea: “Y tú y yo nos vamo a desconocé” (“Tú y yo”). Continúa con: “Primera ve que estoy hangueando en la disco triste” (“Se me olvida/Empelotica”). “No sé qué es estar hangueando, mi referencia es mi hijo”, aclara.
Su vínculo con la música en los medios incluye la conducción de Va por vos, que estuvo 15 años en la pantalla de Canal 10, donde además de emitir videoclips se hacían entrevistas y concursos de bandas, entre las que destaca a Bufón y Lapso.
No le gusta asistir a festivales, prefiere ir a conciertos de alguna banda o artista que le interese en particular, como Paulinho Moska, a quien vio a fines del año pasado en el teatro Solís. Al tiempo de comparar, vio más egos en el ambiente musical que en el teatral o televisivo, tanto en artistas emergentes “con un postureo contra el sistema”, como en otros de trayectoria y popularidad.
Foto: Rodrigo Viera Amaral
Sobre esto último recuerda cuando en sus primeras épocas televisivas (En órbita, 1997) entrevistó a Juanse, de los Ratones Paranoicos y Gabriel Carámbula: “Era una época de ellos muy pasada, tocaban en un boliche que se llamaba El Canuto, quedaba en la ciudad de Canelones. Los entrevisté en una casa donde se quedaban, cerca del boliche, y se burlaban del nombre de la ciudad, me contestaban cualquier cosa o nada, como el Pomelo de Capusotto”.
Acerca de su trabajo como notera en la noche de los 90 y la bohemia con la que trataba durante aquellos años, recuerda: “Nunca fui muy desubicada, viví las cosas que tenés que vivir de joven. Probé sustancias, pero nunca fui desbundada ni me envicié con nada”.
Lo artesanal
Siempre tuvo miedo al desempleo, más allá de su asistencia casi perfecta en la pantalla chica desde 1996 en adelante. Aquel semestre fuera de la televisión fue motivado por el retiro de los sponsors que sostenían económicamente Va por vos, durante la crisis de 2002. Tras esos meses sin pantalla, fue convocada para el ciclo infantil Cantando bajitos, donde Agustín Casanova llegó a la final, y en simultáneo retornaron las marcas que hacían posible el programa musical.
Si bien sus primeros pasos en la tevé fueron en Canal 4 como notera de un programa veraniego, la mayor parte de su trabajo sucedió en la pantalla chica del 10, tanto que fue toda una sorpresa cuando a fines de 2015 anunciaron su pase a TV Ciudad. “Ya no salía Va por vos porque era ridículo hacer un programa de videoclips cuando tenés Youtube, propusimos enfocarnos en la música nacional y que toquen bandas, pero no nos siguieron la cabeza. Quedé en la edición central de Subrayado, donde hacía el espacio de rock, y en la parte cultural del informativo al mediodía; ahí aprovechaba a meter teatro como loca. Cuando termina Va por vos, para igualarme el sueldo, quedé como reportera en Subrayado, algo que nunca elegí y con lo que no me siento cómoda. En eso me escribió Federico Dalmaud, que era la mano derecha de Andrés Rodríguez, que dirigía TV Ciudad, me propuso hacer un programa a la noche, y cuando me dijo de conducir con Tempo no lo dudé”.
“Después vemos fue un reencuentro alucinante y el primer programa donde sumaba ideas mías. Lo creamos con el Chopo [Sergio del Cioppo], que era el productor, y Fernando Domínguez. Fue el programa que más se pareció a mí”, destaca. Antes de recibir esta propuesta, ya era fan de TV Ciudad desde sus orígenes: “Amaba Los libros y el viento, de Elvio Gandolfo, el programa de fotografía f/22 con Julieta Keledjián, también veía La puerta grande, de Rada y Silvana Lombardini”.
Acerca de las diferencias entre las dinámicas laborales de Canal 10 y TV Ciudad, compara: “En mi experiencia del 10 laburaba con un cámara, el productor Daniel Prosdócimo y nada más, después trabajé en la estructura del informativo. De ahí pasé a un lugar donde creamos el programa y por primera vez laburé con un realizador. TV Ciudad se caracteriza por trabajar lo estético, siempre tuvo programas muy cuidados a nivel visual. Además, los tiempos de cada canal eran distintos”.
El discreto encanto
Campo es de las últimas figuras televisivas forjadas en la era de los cuatro canales y convive con ese reconocimiento desde fines de los años 90, también estimulado por su trabajo en cine, teatro y publicidad. Tal exposición pública no atraviesa las paredes de su intimidad, más allá de que ha tenido parejas reconocidas por su actividad musical o periodística, además de un hijo también volcado a lo artístico.
Elige preservar su vida privada y no suele mediatizarla vía redes sociales. Basta con observar su perfil de Instagram, que dedica casi exclusivamente a difundir su trabajo. “Las pocas veces que pongo algo personal, las visualizaciones son una demencia. Eso me genera una incomodidad tan grande que subo una cada cincuenta mil años, debo tener tres o cuatro nomás. Sé que conseguiría muchos más seguidores, pero me cuesta, no puedo, no me sale ni lo disfruto”, comenta Campo, que encuentra en esa forma de vincularse con las redes sociales una cuestión generacional.
Tampoco recurre a posteos destinados a explotar su atractivo físico, algo que sería simple para una actriz que no siente inhibición al protagonizar desnudos o escenas de sexo, y que ya en su primera incursión audiovisual, en el cortometraje Nico y Parker (Diego Fernández y Manolo Nieto, 2000), paseó su belleza estilizada como “la chica de rojo”. Lejos de ceñirse a ese perfil mediático, desarrolla una versatilidad que durante junio la encuentra en dos obras teatrales de distinta tónica.
Por un lado, la reposición de El pozo de aire, que protagoniza desde 2023 y consiste en cinco monólogos de cinco actrices, escritos por cinco escritoras, dirigido por Alicia Garateguy.
Además, estrena Matita, dirigida por Diego Devincenzi, que parte de la premisa: “Cuando dejás de tener derecho a decidir, ¿qué haces con tus bienes?”. Allí interpreta a una esposa manipuladora. Estas obras se suman a las otras tres que repuso desde marzo en adelante e incluyen la presentación del unipersonal Yo soy Fedra en el Festival Internacional de Teatro Progresista celebrado en Venezuela. Asocia este vértigo laboral con el vivir al día su historia: nunca dice nunca, porque “la vida es tan cambiante”.
El pozo de aire. 60 minutos. Domingos 15 y 22 de junio a las 19.00 en Under Movie. Matita. 70 minutos. Va todos los viernes de junio y julio a las 21.30 en Teatro Metro.