En ese monumento a la literatura universal titulado Los miserables, el enorme y querido Victor Hugo dedica 70 páginas a la batalla de Waterloo, una de las más importantes de la historia humana (“Waterloo es el gozne del siglo XIX”, sentencia el escritor francés).1 En esas páginas se describe la gran derrota de Napoleón, el enfrentamiento final entre las potencias europeas –que tenían en Inglaterra y Prusia sus mayores regimientos– y el Primer Imperio Francés. El capítulo es una pausa en la novela. Puede perfectamente ser extraído y leerse como texto independiente (hace unos años hice exactamente eso: fotocopié el capítulo y se lo regalé de cumpleaños a un gran amigo amante de la historia bélica).

“Si no hubiera llovido en la noche del 17 al 18 de junio de 1815, el porvenir de Europa habría cambiado. Algunas gotas más o menos hicieron declinar a Napoleón”. Efectivamente, esa mañana el barro limitó la capacidad de avance de la temible artillería francesa. “Suponer la tierra seca, pudiendo rodar la artillería, y la acción habría empezado a las seis de la mañana. La batalla se habría ganado y concluido a las dos, tres horas antes de la peripecia prusiana”. La idea conmueve; que un siglo de historia europea descanse en algo tan azaroso como una noche de lluvia es fascinante.

Noviembre de 2024 nos mantuvo suspendidos en un sentimiento similar. Enfrentamos el balotaje con el escenario de encuestas más parejo de nuestra historia electoral. Algunas planteaban distancias entre los candidatos de 3% o 4% (como Opción y Usina, con estimaciones que luego se corroboraron en las urnas) y otras publicaban distancias menores a 1% (como Factum y Cifra), un final de infarto. Inmersos en este clima sentíamos que cada pequeñez podía decidir la elección. ¿Cuántos votos sumaba la corbata verde de Álvaro Delgado? ¿Cuánto restaba el exceso de labial rojo? ¿Cuánto movía la aguja electoral el baile con boleadoras de Yamandú Orsi a la salida de la entrevista con Orlando Petinatti? Cada noticia, cada declaración, cada pequeño movimiento lo vivimos como el potencial aleteo de la mariposa que provoca la tempestad.

Terminado el ciclo electoral, disipado el humo de la batalla, despejado el horizonte, podemos divisar el paisaje final. Cuando levantamos la cabeza, vemos que el resultado, lejos de ser azaroso, respondió a lo que marcaban las grandes líneas de la historia política uruguaya, lo que en el fondo habíamos desde siempre intuido. Repasemos entonces las batallas de octubre y noviembre.

El plebiscito de la seguridad social

Napoleón sabía que la clave del éxito radicaba en mantener dividido al ejército enemigo. “Su plan de batalla era, según confesión de todos, una obra maestra. Ir derecho al centro de la línea aliada, hacer un agujero en el enemigo, partirlo en dos, empujar a la mitad británica hacia Hal y la mitad prusiana hacia Tongres”.

En estos últimos meses asistimos a una situación inédita: por primera vez en su historia, el Frente Amplio se enfrentó a una campaña electoral sin tomar posición sobre un plebiscito. Y no cualquier plebiscito, sino el de mayor impacto económico de la historia del país.2 El tema acaparó la atención mediática al punto de que el centro de la campaña electoral no parecían ser las diferencias entre los dos grandes bloques políticos del país, sino entre partidarios y detractores del plebiscito. Incómodo, el Frente Amplio atravesó el tema haciendo equilibrio en una delgada cuerda. Sus candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia, sus referentes en economía y seguridad social se manifestaron en contra; sus dirigentes más próximos al movimiento sindical, a favor.

Como Napoleón, Luis Lacalle Pou encontró allí el punto de quiebre de su adversario. Vio la herida y metió el dedo. Con salidas públicas, continuas intervenciones y hasta una conferencia de prensa, al filo de la inconstitucionalidad, machacó sobre este punto. Hacia allí también apuntaron sus armas el candidato nacionalista Álvaro Delgado y los dirigentes de la coalición con el objetivo de partir al adversario, intentando “hacer de Wellington y Blücher dos trozos, apoderarse de Mont-Saint-Jean, tomar Bruselas, arrojar al alemán al Rhin y al inglés al mar”.

El plebiscito de los allanamientos nocturnos

Con el objetivo de dilatar la llegada del ejército prusiano, Napoleón envió al mariscal Grouchy con 32.000 hombres y 76 cañones a cubrir el flanco derecho de la línea de combate. Si bien Grouchy ganó la batalla de Wavre contra la retaguardia prusiana, los historiadores encuentran parte de la explicación de la derrota francesa en las decisiones del mariscal. El 17 de junio fue incapaz de acercarse a los prusianos, mientras que el 18 no se decidió a regresar, a pesar de que el general Gérard, jefe del IV cuerpo, le sugirió marchar hacia Waterloo, donde ya se oían los cañones. Quedó a mitad de camino y nunca estuvo en el verdadero lugar del combate. “Sabida es la dolorosa equivocación de Napoleón; esperaba a Grouchy, y llegó Blücher; la muerte en lugar de la vida”.

El Grouchy de nuestro octubre es el plebiscito de los allanamientos nocturnos. Como en las dos elecciones anteriores, un plebiscito sobre seguridad fue enviado a cubrir el flanco derecho de la línea de combate. Sencillo, asociado a la principal preocupación de la población, apoyado por los partidos de la coalición multicolor, comenzaba con buen pie. Sin embargo, quedó a mitad de camino. A diferencia de los anteriores plebiscitos, y quizás opacado por el de seguridad social, nunca llegó a la centralidad de la discusión pública.

La primera vuelta

Como Waterloo, las elecciones nacionales tuvieron dos fases. “Todo el mundo conoce la primera fase de esta batalla; principio confuso, incierto, dudoso, amenazador para los dos ejércitos, pero para los ingleses aún más que para los franceses”.

El 27 de octubre las urnas revelaron las preferencias de los uruguayos para la primera vuelta: 44% para el Frente Amplio (un poco por debajo de lo estimado por las encuestas), 27% para el Partido Nacional (un poco por encima), 16% para el Partido Colorado y 8% repartido entre el resto de los partidos. El diferencial con las expectativas dejó cierto sinsabor a los frenteamplistas y motivó a los nacionalistas. Más allá de las sensaciones de éxito o fracaso, objetivamente ambos bandos tenían elementos positivos. El Frente Amplio podía lucir el aumento de 5% en su votación con respecto a 2019, mientras que la coalición multicolor podía festejar su 47%, superador de su adversario.

“Después de la toma de la Haie-Sainte, la batalla vaciló. Hay en esta jornada, desde las doce a las cuatro de la tarde, un intervalo oscuro; la parte media de esta batalla es casi indistinta y participa de lo sombrío de la pelea. Se hace el crepúsculo sobre ella”.

Las urnas también dieron como resultado un parlamento inédito. Con su 44% el Frente Amplio conseguía mayoría en el Senado (porque el método D’Hondt implícitamente “elimina” del reparto a los partidos chicos, y eso le permitió alcanzar los 16 senadores),3 pero sin mayoría en la Cámara de Diputados. Tampoco lo conseguía la coalición. Quedaron casi empatados, con 48 y 49 diputados respectivamente, que, junto con los dos diputados obtenidos por la novedad anticleptocorporatocrática de Identidad Soberana, completaron la cámara baja. De esta forma, ambos bloques se encaminaron hacia el balotaje, como ingleses y franceses hace 200 años, en “extraña coincidencia numérica, veintiséis batallones iban a recibir a estos veintiséis escuadrones”.

La segunda vuelta

“Cada batallón de la guardia imperial francesa, para este desenlace, iba mandado por un general. Friant, Michel, Roguet, Harlet, Mallet, Poret de Morvan, estaban allí. Cuando aparecieron los altos gorros de los granaderos de la guardia [...] el enemigo sintió respeto por Francia”.

El mismo 27 de octubre, adelantado el resultado por las proyecciones de escrutinio de las encuestadoras, a las 23.30 la coalición multicolor subió al escenario, como en 2019, a sus candidatos presidenciales. Andrés Ojeda, Pablo Mieres, Guido Manini Ríos, y hasta Eduardo Lust (que se estaba yendo para su casa en Ciudad de la Costa y lo llamaron para que volviera), se pararon detrás del candidato nacionalista. El objetivo: retener los votos de la coalición multicolor en la segunda vuelta. Evitar la fuga.

“Pero Wellington gritó: ¡En pie, guardias, y buena puntería! El regimiento rojo de los guardias ingleses, tendidos detrás de los setos, se levantó, una nube de metralla acribilló la bandera ondeante alrededor de nuestras águilas, todos se abalanzaron, y empezó la suprema carnicería”.

Los cálculos lineales que sumaban automáticamente los votos de la coalición multicolor daban ganador a Delgado, pero sabíamos que eran falsos. La pecera donde Orsi y Delgado debían pescar, que eran los ciudadanos que no habían votado al Frente Amplio o al Partido Nacional en octubre, era de 600.000 personas si contamos los votos a otros lemas (o de 700.000 personas si sumamos los votos en blanco y anulados). El Frente Amplio históricamente había pescado entre 20% y 29% de la pecera. Con un 15% lograría ganar el balotaje. La única interrogante era si en estos años se había logrado construir un “espíritu coalicionista” que pudiera quebrar la historia, modificando las tasas de pesca a favor de la coalición.4 Esa fue la principal estrategia de Delgado y sus socios.

“La guardia imperial sintió en la oscuridad que el ejército huía a su alrededor, y la general dispersión de la derrota oyó el ¡sálvese quien pueda! que había reemplazado al ¡viva el emperador!”.

La estrategia hacia la segunda vuelta del Frente Amplio hundió sus raíces en un trabajo político deliberado realizado durante los últimos años, que tuvo un foco especial en el interior del país. Específicamente en noviembre, desarrolló una estrategia en varios frentes. Desde abajo, la militancia frenteamplista de nuevo realizó un trabajo mano a mano, voto a voto, capilar, como en anteriores balotajes. Desde arriba, con permanentes salidas, por goteo, Orsi consiguió alianzas con dirigentes no frentistas que manifestaban su apoyo, colorados, blancos y cabildantes, generando airadas respuestas de los altos dirigentes de la coalición multicolor.

“El ejército que se desbanda es un deshielo. Todo se doblega, se hiende, estalla, flota, rueda, cae, choca, se acelera, se precipita. Ney se apodera de un caballo, salta sobre él y, sin sombrero, sin corbata, sin espada, se pone a través en la calzada de Bruselas deteniendo a la vez a los ingleses y a los franceses. Trata de retener al ejército, lo llama, lo insulta, se aferra a la derrota. Es desbordado. [...] Una multitud vertiginosa llena los caminos, los senderos, los puentes, las llanuras, las colinas, los valles, los bosques, atestados por esta elevación de cuarenta mil hombres. [...] Tal fue aquella fuga”.

La respuesta, ahora sabemos, fue que el espíritu coalicionista no se manifestó en las urnas. Orsi tuvo una tasa de pesca apenas por debajo de la histórica, pero más que suficiente para ganar. Primó la historia, proclamando al profesor de Historia. El Frente Amplio creció 140.000 votos entre octubre y noviembre, de los cuales 100.000 fueron del interior del país. Tal fue aquella fuga.

El azar y la historia

El Victor Hugo escritor, el Victor Hugo francés, señala varias situaciones azarosas que derivaron en la derrota de Napoleón. Además del retraso producido por la lluvia y el desprecio de Grouchy al consejo del general Gérard, agrega otros propios de la batalla, la toma del Moint-Saint-Jean (“Wellington lo vio, y pensó en su caballería. Si Napoleón en aquel mismo instante hubiese pensado en su infantería, habría ganado la batalla”) o el oportuno avance prusiano (“Si el pequeño pastorcillo que servía de guía a Bülow, lugarteniente de Blücher, le hubiese aconsejado que saliese por el bosque de Frischemont, la forma del siglo XIX tal vez hubiera sido distinta”).

Sin embargo, en los momentos finales del capítulo aparece el Victor Hugo intelectual, el estudioso de la historia, el analista político. Saca la mirada de la batalla y ve el mapa general de Europa de principios del siglo XIX. “¿Era posible que Napoleón ganase la batalla? Nosotros contestamos: No. ¿Por qué? ¿A causa de Wellington? ¿A causa de Blücher? No. A causa de Dios”.

La noche del 27 de octubre sucedió algo extraño en el acto de la coalición multicolor, sobre el cual no he encontrado explicación. El escenario, el discurso, la foto, las personalidades, la bandera uruguaya, todo encajaba a la perfección para encarar la segunda vuelta. Todo, salvo un elemento. La pantalla gigante de fondo mostraba una frase en letras blancas: “Gobierno de coalición 2030”. No 2024, no 2025, no 2025-2030. Sólo 2030. ¿Un error? ¿Un augurio? ¿Un acto de Dios?

“¿Qué es una batalla? Una oscilación. Para pintar una batalla son precisos poderosos pintores que posean el caos en sus pinceles; Rembrandt vale más que Van der Meulen”, escribió bellamente Victor Hugo. ¿Qué es la opinión pública? Una estructura social de pensamiento, un movimiento lento. Para conocer la opinión pública son necesarias encuestas que capten con sus pinceles poderosas manchas impresionistas, insistimos ahora. Van Gogh vale más que Da Vinci.5

En líneas generales, podemos decir que en 2024 las encuestas de opinión pública tuvieron un buen desempeño. Más allá de las diferencias ya mencionadas (leve sobreestimación del Frente Amplio y subestimación del Partido Nacional en primera vuelta, y algunos casos de subestimación de la distancia final en segunda vuelta), las pinturas generales anticiparon los paisajes que la Corte Electoral reveló. Los resultados que las encuestadoras plantearon como los más probables fueron los que se dieron. En las internas, las victorias de Orsi, Delgado y Ojeda; en octubre, la derrota de los plebiscitos, la mayoría parlamentaria del Frente Amplio en el Senado y no en Diputados, el pasaje a segunda vuelta entre Orsi y Delgado; en noviembre, la victoria de Orsi.6

“Bonaparte vencedor en Waterloo, esto no estaba ya en la ley del siglo XIX. Otra serie de hechos se preparaba, en los cuales Napoleón no tenía sitio señalado. La contrariedad de los acontecimientos se había anunciado desde hacía mucho tiempo”.

Gobernar desgasta. La historia electoral uruguaya es contundente: el partido o coalición gobernante siempre pierde votos.7 En promedio se pierde 5% de los votos totales. Lacalle Pou había ganado en 2019 por 37.000 votos, la menor distancia de la historia de los balotajes. Para lograr un segundo gobierno debía tener un desempeño excepcional; sin embargo, no logró ser la excepción. Fue sucedido por una caída de 6% de la coalición en octubre y 3% en noviembre. Lacalle Pou había obtenido 48,9% de los votos en el balotaje de 2019; Delgado obtuvo 45,9%.

El destino de los plebiscitos tampoco escapó de las regularidades históricas. En un país como Uruguay la historia nos enseña una condición necesaria para el éxito de una propuesta plebiscitaria: ser apoyada y abrazada con cariño por uno o varios partidos con un caudal importante de votos, superior al 50%. El plebiscito de la seguridad social nunca logró un apoyo de esa magnitud (lo apoyó sólo parte del Frente Amplio), mientras que el de allanamientos nocturnos, apoyado por más partidos, nunca fue abrazado con el cariño suficiente para estar en el centro de la discusión. Ambos sufrieron un fracaso contundente, ninguno superó el 40% de los votos.8

Sin embargo, los temas de fondo persisten. La seguridad es desde hace años la principal preocupación de los uruguayos (no en vano tuvimos el tercer plebiscito seguido sobre este tema) y seguirá siendo un área de máxima relevancia. Con respecto a la seguridad social, el Frente Amplio se ha comprometido a convocar un diálogo social. Los defensores del plebiscito levantarán la bandera de haber llegado a casi cuatro de cada diez votos, y a dos tercios de los votantes del partido ganador; los detractores sostendrán que seis de cada diez no lo acompañaron y que el de la seguridad social fue, después del voto en el exterior, el plebiscito con menor apoyo popular del siglo XXI.

Nuestra penillanura levemente ondulada no es una isla aislada. Comparte vasos comunicantes con el continente, conexiones subterráneas que nos han hecho y nos hacen bailar al compás de la misma placa tectónica. La música de fondo de este gran baile fue en su momento la marea rosa de gobiernos progresistas, y hoy es la alternancia. No escapamos a nuestro destino latinoamericano; como el resto, también cambiamos el signo del gobierno.9

Así las cosas, ni las elecciones uruguayas ni Waterloo fueron producto de acciones azarosas. En 2024 Uruguay siguió las grandes líneas históricas que lo han acompañado siempre y lo definen. De esta forma es que el Frente Amplio ha llegado nuevamente al gobierno nacional.

Fernando Esponda es economista.


  1. Todas las citas de este artículo son del capítulo primero de la segunda parte de Los miserables (1862). 

  2. “Opiniones y posiciones en el plebiscito de mayor impacto económico de la historia del país”, 4 de mayo de 2024. De aquí en adelante cometeré el pecado de la autocita a pie de página por dos motivos: el primero es noble, por si alguien quiere profundizar en algún punto; el segundo es egoísta, ya que este artículo es el fin de un ciclo y me quiero dar el gusto de engarzar los artículos, como perlas de un collar más grande, que culmina en este momento. 

  3. “La mayoría parlamentaria”, 14 de octubre de 2024. 

  4. “El balotaje y la pecera: escenarios para noviembre y la tasa de pesca crítica”, 2 de noviembre de 2024. 

  5. “Una encuesta es una pintura impresionista”, 6 de abril de 2024. 

  6. “Las sombras platónicas y el mundo real: ¿cuánto aciertan las encuestas?”, 17 de junio de 2024. 

  7. “Las elecciones de 2024: jugando con la bola de cristal”, 22 de julio de 2023. 

  8. Plebiscitos y partidos: dime a quién votas y te diré qué votas, 20 de abril de 2024. 

  9. Cultivando algunas flores entre Brasil y Argentina: de la marea rosa a la alternancia, 17 de agosto de 2024.