Cuando el domingo 30 de junio el reloj marcó las 19.30, 200 voluntarios de la diaria a lo largo y ancho del país abrieron la app en sus celulares para cargar los votos que saldrían del circuito asignado. Cada clic imprimía un valor en la base de datos alojada en los servidores de la diaria en Montevideo. Cerca de las 20.15 –15 minutos antes del levantamiento de la veda electoral– más de 10.000 votos edificaban la base de datos y se proyectaban en los monitores de los estadísticos de la Usina de Percepción Ciudadana, mostrando gráficos que convergían a números firmes. Yamandú Orsi, Álvaro Delgado y Andrés Ojeda, consolidados en primer lugar en sus respectivos partidos, contaban con distancias suficientemente grandes como para poder ser anunciados como ganadores.

Esta amplitud en las diferencias es una buena noticia para una proyección de escrutinio, porque el escenario de empate técnico –como el balotaje de 2019 o el plebiscito por la LUC de 2022– es el coitus interruptus de las proyecciones electorales, una situación que impide llegar al clímax estadístico, márgenes de error solapándose y arruinando la fiesta.

A las 20.30 las proyecciones de escrutinio fueron anunciadas por la pantalla de TV Ciudad y la página web de la diaria, adelantando lo que horas después publicaría la Corte Electoral. En este artículo veremos cuáles resultados estuvieron dentro de lo esperado, cuáles fueron inesperados, además de otros rasgos llamativos que iremos desmenuzando paso a paso, recogiendo pistas que habíamos ido dejando sembradas durante este primer semestre de 2024.

Lo esperado y lo inesperado en el panorama general

Comencemos el panorama general: ganadores, votos y fórmulas. Los primeros de cada partido pueden ubicarse en el terreno de lo esperado: Orsi, Delgado y Ojeda conquistaron su objetivo de ser candidatos presidenciales en octubre.

También se esperaba un bajo porcentaje de votación general, que se ubicó en el 36%, un preocupante mínimo histórico que consolida una tendencia a la baja de la participación en elecciones no obligatorias. Sin embargo, este porcentaje promedio escondía una sorpresa inesperada. Mientras que el Frente Amplio superó el umbral de los 400.000 votos, el Partido Nacional se ubicó cercano a los 325.000 y el Partido Colorado en el entorno de los 100.000.

Hubo quienes no tardaron en señalar que la suma de votos de la coalición multicolor superó a la del Frente Amplio. Esta afirmación es tan correcta como engañosa, ya que lo que inicialmente parece un dato favorable para el oficialismo cambia rápidamente a la luz de la comparación histórica.

El domingo pasado el Frente Amplio fue el partido político con mayor votación interna (algo que sólo había ocurrido en 2004), mientras que el Partido Nacional y el Partido Colorado presenciaron las elecciones internas más bajas de su historia. Con respecto a las internas de 2019, el Frente Amplio incrementó su votación en 150.000 votos, mientras que la coalición oficialista disminuyó su caudal electoral en 250.000 votos. En esta interna se verificó el mayor porcentaje de la historia para el Frente Amplio (47% de los votos) y el más bajo para el Partido Nacional (37%) y el Partido Colorado (12%).

Finalmente, en cuanto a las fórmulas presidenciales, podríamos decir que la fórmula Orsi-Cosse y Ojeda-Silva estaban dentro de lo esperado, mientras que la fórmula Delgado-Ripoll dejó a más de uno boquiabierto, observando absorto lo inesperado.

La inicialmente inesperada y vertiginosa remontada de Ojeda

En un artículo de marzo repasábamos las grandes remontadas de las internas1 y describíamos la remontada de 2009 en el Frente Amplio, la de 2014 en el Partido Nacional y la de 2019 en el Partido Colorado. Sobre 2024 surgía la siguiente pregunta: “¿Pueden Carolina Cosse, Laura Raffo y Tabaré Viera (o Gustavo Zubía o Andrés Ojeda) pasar a sus respectivos competidores?”.

Nótese que en el caso del Partido Colorado ni siquiera estaba claro, hace tan sólo cuatro meses, en qué posición estaba Ojeda. En las dos encuestas públicas disponibles figuraba allá abajo, en quinto lugar en una y en tercer lugar en otra, con 5% y 13%, respectivamente. Estaba en promedio 18% por debajo de Robert Silva, que aparecía en primer lugar. Con la velocidad de un bólido, Ojeda fue escalando posiciones, llegó como favorito al momento de las elecciones y finalizó muy por encima de su inmediato competidor.

En el semestre Ojeda pasó de estar 18% abajo a terminar 17% arriba, lo que convierte su remontada en la segunda más grande de la historia de las internas (sólo es superada por la que Ernesto Talvi tuvo con Julio María Sanguinetti en 2019, con un impresionante 55%).

La esperada relación entre la distancia Orsi-Cosse y la votación de Frente Amplio

En un artículo de principios de junio analizábamos lo que a mi entender era la mayor incertidumbre de las internas: la distancia entre Orsi y Cosse.2 En los relevamientos de opinión pública esta distancia tuvo dos características. Primero, fue oscilante: se achicó en abril y mayo y volvió a abrirse en junio. Segundo, fue dependiente del universo considerado: si bien todas las encuestadoras planteaban una victoria de Orsi, mostraban distintos escenarios con distancias que iban desde 21% a 6%. El resumen analítico que acordaban –y que en el artículo modelizábamos grandilocuentemente como “la función de distancia Orsi-Cosse”– estipulaba que una votación chica implicaba una distancia corta, y una votación grande una distancia larga.

Confieso que, con base en estas consideraciones, yo esperaba una distancia menor entre los precandidatos frenteamplistas, máxime cuando la Corte Electoral anunció antes de las 20.00 que habíamos tenido la menor votación interna de la historia. La proyección de escrutinio se empeñaba en mostrar, en los monitores de los estadísticos, una diferencia importante entre ambos candidatos, que no se reducía con el ingreso de los votos. Los datos no cerraban en mi cabeza: la función de distancia Orsi-Cosse trastabillaba y me miraba asustada.

Inmediatamente otra estimación salió al paso para dar coherencia al conjunto de datos y sostener las grandes nociones que los relevamientos de opinión pública sugerían. Lo ya mencionado: tras el magro 36% de votación general se ocultaba una votación muy alta del Frente Amplio. Votación alta, distancia grande. La función de distancia Orsi-Cosse me miraba aliviada y sobrevivía al domingo.3

La inesperada y primera violación de la ley del 15%

En un artículo de mayo se presentaba una regularidad empírica fascinante cumplida en todas las elecciones internas.4 Cuando la distancia entre el primero y el segundo fue menor a 15%, siempre la fórmula se conformó entre ellos dos; cuando la distancia fue mayor a 15%, siempre el primero eligió a alguien diferente para acompañarlo. El artículo cerraba planteando que el domingo 30 de junio “comprobaremos finalmente si la ley del 15% sobrevive a su sexta elección interna”.

Y finalmente, la sexta fue la vencida. Esta regularidad empírica, que en el artículo se nombraba como “la ley del 15%” –y que a posteriori politólogos amigos me dijeron que en el mundillo politológico uruguayo se la conoce como “ley Buquet”–, salió derrotada y magullada en este 2024.

Sí se cumplió para el caso del Partido Nacional, en donde la distancia entre Delgado y Raffo fue de 55% y la fórmula que se terminó anunciando fue con Valeria Ripoll como vicepresidenta. Pero fue violada en el caso del Frente Amplio, donde la distancia de 22% entre Orsi y Cosse no impidió que la fórmula fuera conformada entre ellos, y también en el Partido Colorado, donde la distancia de 17% entre Ojeda y Silva tampoco evitó su proclamación. Una pena para quienes, como yo, son amantes de las regularidades empíricas.

Las sombras platónicas y el mundo real: el esperado acierto de las encuestadoras

A mediados de junio, con el objetivo de entender qué tanto acertaban las encuestas, comparamos los resultados de las últimas tres internas con las encuestas finales.5 La performance de las encuestadoras en elecciones internas podría resumirse, a grandes rasgos, en que nueve de cada diez veces acertaron a los ganadores, sobre todo cuando la distancia entre los precandidatos tenía una magnitud relevante.

Las internas de 2024 confirmaron lo predicho por las encuestadoras, estirando su serie de aciertos. Todas plantearon como ganadores a Orsi, Delgado y Ojeda, lo que se terminó verificando.

Sin embargo, estos aciertos que hinchan el pecho de los encuestadores no deberían esconder un pendiente sobre el que sería conveniente profundizar. Como nunca antes, en este 2024 acertar un ganador estuvo íntimamente relacionado con cuánta gente efectivamente votaba. La realización de escenarios fue una forma de mitigar este problema, pero una proyección completamente satisfactoria debería incorporar no sólo estimaciones sobre la distribución partidaria interna de los votos, sino también sobre la votación total de cada partido.

El dato más importante del domingo

Las internas del domingo nos dejaron confirmaciones y sorpresas, alegrías y tristezas, aciertos y errores. Disipada la espuma de lo anecdótico –que si Fulano y Mengana comparten el mate, que si Zutana sabe la Marcha de Tres Árboles, que si Perengana escribió o borró tal tuit–, un elemento se eleva como el dato más importante del final de junio, con la fuerza irrecusable de los grandes números. En estas elecciones internas posaron en la misma foto un pico histórico de votación del Frente Amplio y las peores elecciones del Partido Nacional y el Partido Colorado.

¿Permiten estos valores inferir resultados hacia octubre? Es difícil hacer afirmaciones categóricas. La votación en las elecciones internas tiene que ver con los potenciales electorales de los partidos, pero también con otras variables como el grado de competencia entre los precandidatos presidenciales, las dinámicas locales o la condición de ser oficialismo u oposición. Pero sin dudas dan cuenta de un clima particular, para nada evidente antes del domingo 30 de junio, que mostró a un Frente Amplio bien posicionado en este hito electoral, el primero de un largo camino que tendrá sus momentos fundamentales en octubre y noviembre, y finalizará en mayo del año que viene.

Fernando Esponda es economista.


  1. “Remontadas en elecciones internas: el temor del primero y la esperanza del segundo”, 2 de marzo de 2024. 

  2. “El enigma de las internas: la distancia entre Orsi y Cosse”, 1º de junio de 2024. 

  3. Dejo aquí un comentario nerd que no amerita estar en el cuerpo del artículo pero quisiera dejar en el pie de nota. En el análisis de encuestas un dato llamaba la atención: la alta cantidad de personas que decían que iban a votar en la interna. Muchos señalaron que este alto porcentaje se debía fundamentalmente a la “deseabilidad social”, que implica que la gente dice lo que queda bien decir y no lo que realmente hará. O sea, que miente. Sin embargo, hay otra explicación para este alto porcentaje, que pone el énfasis en un sesgo de las encuestas: quienes responden son personas más interesadas en la política que el promedio. Estas dos explicaciones son bien distintas, y su tratamiento y ponderación derivan en estimaciones diferentes. En términos de la función Orsi-Cosse, la hipótesis de la “deseabilidad social” implica movimientos sobre la función, mientras que la hipótesis del sesgo hacia personas más politizadas involucra movimientos de la función. 

  4. “La ley del 15% para la fórmula presidencial”, 18 de mayo de 2024. 

  5. “Las sombras platónicas y el mundo real: ¿cuánto aciertan las encuestas?”, 17 de junio de 2024.