Fabricio (monteador): “No hay que dramatizar este tipo de cosas. A mí se me murieron solamente dos perros y un abuelo”.

Pocho (jubilado): “Me tienen podrido. El otro día estaba hablando con mi hija del calor que hacía y el boludo de mi nieto me dice: ‘Se re nota que sos team invierno, abuelo’. Me fui al puertito a caminar”.

Mariela (cosmetóloga): “En mi época ni nos enterábamos de estas cosas porque no había termómetros. Éramos mucho más felices”.

Luna (tarotista vegana): “Personalmente no creo en la existencia del ‘calor’, pero está bueno cuestionarse por qué desde chicas nos enseñan a ser las acaloradas, mientras los machitos siempre sienten unos cinco grados menos”.

Sofi (escribana): “Está claro que el pelotudo de Gustavo Basso se olvidó de cerrar la puerta del Infierno”.

Julia (carnavalera): “Entre el calor y la llegada del comunismo al poder, estamos cada vez más cerca de Venezuela”.

Mario (cajero): “Me compré un aire acondicionado inteligente, pero creo que fue un error, porque ahora me siento observado y juzgado las 24 horas”.

Carlos (armador de barcos): “Es una vergüenza cómo se equivocan los meteorólogos. ¿No se supone que los ponen ahí porque nacieron con poderes adivinatorios?”.

Vera (becaria): “¿Vamos a normalizar tener que trabajar con este calor? Es cierto que acá, en el ministerio, tenemos aire acondicionado, pero los quiero ver saliendo al pasillo para ir al baño o a comprar comida. El trabajo es esclavitud”.