La organización civil Memorial trabaja desde 1987 por los derechos humanos en Rusia y es una de las mayores del país. En 2022 recibió el premio Nobel de la Paz, compartido con el activista bielorruso Ales Bialiatski y la organización ucraniana Centro para las Libertades Civiles.
Uno de los integrantes de la junta directiva de Memorial, Pavel Andreyev, visitó Uruguay, en el marco de una gira por la región promovida por la Unión Europea, y participó en el Palacio Legislativo en el encuentro “Diálogos con los premios Nobel de la Paz”.
Antes de continuar su gira por Argentina, Brasil y Chile, Andreyev conversó con la diaria sobre la situación de los derechos humanos en Rusia, el impacto que tuvo la guerra en Ucrania para la sociedad civil y lo que significó recibir el Nobel en tiempos de conflicto.
El año pasado un tribunal dispuso la expropiación de la sede de Memorial. ¿La organización ha podido continuar trabajando en Rusia?
Sí, continúa. Son tiempos muy difíciles para la sociedad civil en general y también para nuestra organización, desafortunadamente. Cuando comenzamos con nuestro trabajo, Memorial era un movimiento muy grande, tal vez uno de los movimientos más importantes durante la perestroika y los primeros años de la era de la Rusia moderna, después del colapso de la Unión Soviética, y muchos miles de personas participaron en sus actividades. Por ejemplo, el expresidente Boris Yeltsin estuvo involucrado en las actividades de Memorial. Pero el tiempo de cercanía entre Memorial como movimiento independiente y el gobierno de Rusia se terminó muy rápido. Desde mediados de la década de 1990 hemos sido críticos con el gobierno, como pensamos que deben serlo las organizaciones de derechos humanos. Y todavía estamos trabajando. No puedo decirle que trabajamos en buenas condiciones, pero seguimos trabajando. Desafortunadamente hace diez años el gobierno empezó una campaña contra la sociedad civil independiente y nos enfrentamos a muchos problemas. Por ejemplo, el año pasado el gobierno decidió liquidar a dos organizaciones con el nombre de Memorial. Una se llamaba International Memorial y la otra, Human Rights Center Memorial. Eran dos organizaciones importantes del movimiento Memorial.
¿Eran parte de Memorial?
Sí. Tenemos una estructura difícil. No somos una sola organización, somos un movimiento y una comunidad de docenas de organizaciones. Algunas son muy pequeñas, de tres o cinco personas, y en algunas ciudades grandes tenemos cientos o incluso miles de participantes. Algunas son regionales y otras están más enfocadas en la creación de redes para unir a la gente en las diferentes partes del país o en distintos países. Porque Memorial no trabaja solamente en Rusia, también trabaja en Ucrania, Francia, Alemania, Italia. Es un movimiento grande. Pero las dos organizaciones más importantes fueron liquidadas por lo que consideramos un fallo ilegal. Y una vez que se supo que habíamos ganado el Premio Nobel, el año pasado, el mismo día, los tribunales de Moscú decidieron robarnos la sede central que se había comprado hace unos 15 años con donaciones de mucha gente y organizaciones. La sede no incluía sólo las oficinas, sino que albergaba el archivo enorme que tenemos, con miles de documentos en memoria del Gulag: cartas, libros, ropa, diferentes objetos de los prisioneros del Gulag.
Además, debido a la guerra que comenzó el año pasado muchas personas decidieron dejar el país. Hubo mucha gente de la sociedad civil que lo hizo porque estaba desilusionada con lo que estaba haciendo el gobierno y también, por supuesto, por el alto grado de represión. Algo así como 200 activistas o empleados de Memorial decidieron irse del país. Ese fue otro desafío para la organización.
Pero incluso después de esto podemos decir que Memorial sigue con su trabajo en los principales campos que tenemos. Continuamos la investigación histórica sobre la represión, tuvimos la oportunidad de rescatar el archivo y guardarlo en un lugar seguro, y también trabajamos en materia de derechos humanos. Tenemos abogados dentro de Rusia que proporcionan asistencia en derechos humanos a las personas, que preparan documentos y análisis sobre las violaciones a esos derechos.
También hay mucha gente en Memorial que participa en la asistencia a los refugiados. Después de que empezó este conflicto hubo miles de ucranianos que no tenían más dinero. Hubo muchos voluntarios que trabajaron con ellos para ayudarlos con alimento, documentos, asistencia para llegar a las ciudades dentro o fuera de Rusia. A pesar de los problemas, Memorial sigue funcionando. Por supuesto que en Rusia es más difícil, tenemos menos proyectos, pero gracias a Memorial en Francia, en República Checa, en Alemania o en Italia estamos aumentando el número de trabajadores.
¿Después de que empezó la guerra empeoró la situación para las organizaciones sociales en Rusia?
Sí, tenemos varios problemas vinculados con eso. El primero es la total desmotivación de la gente, porque lo que sucede no es solamente que se destruye un país vecino, sino que es como disparar contra el futuro de Rusia, contra las ideas y los valores de la gente que quiere vivir en un mundo en paz y que pensaba que la guerra era una parte terrible de la historia, no del presente. Es por eso que muchas personas están muy deprimidas y no siguen trabajando. El segundo punto importante es que hay muchas personas, cerca de un millón, que decidieron irse del país, y entre ellas muchos voluntarios o donantes de las organizaciones civiles. Entonces vemos una falta de voluntarios y donantes en este momento. Hay muchas organizaciones que fueron cerradas. Y lo tercero, que está conectado con este problema, es que vemos una falta de dinero para los problemas sociales. Tenemos un problema en la economía porque hay mucha gente que se fue, que tiene que ocuparse de su propia vida, de la emigración, de vivir en el extranjero. Además, las sanciones contra Rusia tienen como efecto secundario que es muy difícil recaudar dinero desde el exterior, por ejemplo con tarjetas de crédito internacionales, porque no funcionan en Rusia, y estamos aislados en ese sentido. Otro problema es que el gobierno ha instaurado varias leyes que limitan a los defensores de derechos humanos de hablar en público. Se enfrentan a muchos años de cárcel. Entonces hay un ambiente de miedo.
Días atrás se publicó la noticia de que se abrieron causas penales contra integrantes de Memorial.
Leí acerca de esto cuando estaba en vuelo hacia Uruguay, pero todavía no conocemos los detalles. Se abrió una investigación penal contra personal o voluntarios de Memorial por falsificación de la historia. La falsificación de la historia se ha convertido en un delito desde hace algunos años, y en Memorial hemos sido muy críticos hacia el pasado. Si bien hay una política estatal para proteger a las víctimas de la represión de [Iósif] Stalin, desafortunadamente el gobierno decidió que sólo el propio gobierno puede decidir quiénes eran las víctimas y quiénes no, y todas las investigaciones independientes y las críticas pueden ser consideradas ilegales. Lo que quieren es que todos en Memorial sientan miedo.
El gobierno, en su momento, les recomendó que no aceptaran el Nobel, les dijo que estaba politizado y que si querían preservar su imagen les convenía no aceptar. ¿Ustedes creen que en alguna medida fue un premio político?
Creo que no lo dijo el gobierno, sí algunos líderes del partido del gobierno, como un comentario informal. Porque lo que vemos después de haber recibido el Nobel es que el gobierno trata de mantenerlo en silencio. Después de la frase que usted citaba, no recibimos ninguna reacción al premio Nobel. Antes, Memorial había sufrido ataques propagandísticos, pero ahora no. Nada que nos vinculara con el premio Nobel.
Creo que una estrategia de la propaganda política rusa es decirles a todos que todo el mundo odia a Rusia y al pueblo ruso. Esa es la narrativa. Por eso, que el premio Nobel se le haya dado a una organización con raíces rusas y que funciona sobre todo para Rusia era un símbolo. Y como el premio nos unió con otros activistas de Bielorrusia y una organización de derechos humanos de Ucrania, era un símbolo de que por lo menos el Comité del Nobel entendía que la sociedad rusa era muy diversa y que hay muchas opiniones en el país. Y muestra que hay muchas personas en Occidente que pueden ayudar a los rusos que están abiertos al mundo y que quieren construir situaciones de paz. Vemos que eso es muy simbólico y que esos ejemplos de una cooperación potencial de organizaciones independientes es algo que funciona en contra de la narrativa de la propaganda política que se refiere al aislamiento de Rusia.
En cuanto a la politización del Premio Nobel, Memorial ha estado trabajando desde hace más de 30 años y fue nominada al Nobel muchas veces, la primera hace más de diez años. Yo, personalmente, trabajo desde hace unos 15 años en la organización y vi cuán importante era este trabajo. Muchos de mis colegas que murieron antes de que recibiéramos este premio hicieron mucho por los derechos humanos. Entonces considero que Memorial merecía este premio. Pero entiendo que tal vez no lo habríamos recibido si no hubiéramos tenido este conflicto entre Rusia y Ucrania, porque esta es una tragedia que toca los sentimientos de la gente, y sé que hay mucha gente en todo el mundo que quiere detener el conflicto y quiere proteger a las víctimas de esta guerra y también darles una mano a aquellos que quieren detener el conflicto. Tal vez quieren minimizar los efectos terribles de lo que está ocurriendo. Así que mucha gente dentro de Memorial pensó, respecto del premio, que no hicimos lo suficiente.
El 3 de marzo otro de los ganadores del Nobel de la Paz de 2022, Ales Bialiatski, fue condenado a diez años de prisión, acusado de ayudar a financiar protestas contra el gobierno de Bielorrusia. ¿Qué opinión tiene usted de esa situación?
Es terrible. Es un hombre muy respetable y muy valiente. Fue detenido hace varios años y estuvo varios años en la cárcel. Después lo liberaron y tuvo oportunidad de irse a Europa, y le aconsejaban que lo hiciera, pero él decidió permanecer en el país porque cree verdaderamente que el suyo merece ser un país libre, y corrió ese riesgo. Lamentablemente, ahora está en la cárcel y potencialmente va a estar varios años. Yo me había reunido con él en una feria del libro en Suecia y era un hombre muy modesto, un señor anciano, muy inteligente y con principios muy fuertes. Cuando uno lo ve no puede pensar que sea una amenaza para nadie, y ahora lo consideran una amenaza para el gobierno.
¿Cuáles son hoy las principales amenazas para los derechos humanos en Rusia?
No sabemos exactamente el número de personas que han muerto durante este conflicto, que son miles. Vemos que según algunos números son 200.000 personas de ambos lados. En cuanto a la censura en los medios de comunicación, vemos que hay más de 300 medios rusos que han sido cerrados, equipos de periodistas a los que expulsaron del país o que están presos. No puedo decir que los rusos no tienen acceso a los medios de comunicación, lo tienen, pero la mayor parte de los medios que antes se declaraban independientes están trabajando desde el exterior. Afortunadamente, internet permite recibir información, y para los periodistas esto es bueno.
Debido a la guerra se aprobaron nuevas leyes que limitan la acción de los periodistas. ¿Qué impacto ha tenido esto?
Hubo leyes que afectaron al periodismo que hicieron que muchos medios dejaran el país. Hay dos leyes principales. La primera se puede llamar ley de censura directa, que tiene formalmente otro nombre pero de hecho lo que hace es ilegalizar que los periodistas o cualquier otra persona se refiera a lo que está ocurriendo entre Rusia y Ucrania con la palabra “guerra”. Hay que llamarlo “operaciones militares especiales” y solamente se puede citar fuentes oficiales, de los servicios informativos militares. Hoy de mañana recibimos la noticia de que un moderador de un canal de estudiantes de Telegram fue condenado a ocho años de prisión porque habló del conflicto en marzo o abril del año pasado. Tenemos varios de esos casos. Y lo segundo es una nueva versión de la ley de agentes extranjeros. Esta ley fue desarrollada en 2012, pero el año pasado la modificaron. Es difícil explicar en inglés lo que es la ley de agentes extranjeros, pero créame que en ruso esto es sinónimo de traición a la sociedad. Esto nos retrotrae a la época soviética, y el gobierno puede decir que cualquiera es un agente extranjero y que tiene influencia del exterior si postea algo en internet, donde sea.
Nadie sabe cuál es la influencia del exterior, así que podría venir de cualquier lado. Si uno mira Netflix, está recibiendo influencia extranjera. Varios cientos de personas, no sólo periodistas sino también cantantes de rap populares de Rusia, por ejemplo, podían criticar la agresión, pero si lo hacían los calificaban de agentes extranjeros. ¿Qué significa esto para la gente? Para empezar, cada vez que uno le habla al público debe poner un largo disclaimer, un aviso diciendo que uno es agente extranjero. Si uno no lo pone, le pueden aplicar una multa muy grande. Por ejemplo, en Memorial pagamos 100.000 dólares en multas porque no se puso ese disclaimer. Nosotros somos una organización muy grande y pagamos esa multa con la ayuda de mucha gente, pero si uno es un periodista es imposible pagar esas multas. Si uno es un cantante independiente no puede hacer conciertos en Rusia, se le prohíbe entrar a diferentes servicios de web, de streaming. Los popstars más conocidos huyeron del país porque eran calificados como agentes extranjeros.
Además de la libertad de expresión, ¿hay otros derechos en riesgo?
Creo que el riesgo principal es para las personas LGTBI, porque eso se ha convertido en un delito. Se han aprobado varias leyes por las cuales si uno quiere declarar que ser LGTBI es normal, eso va en contra de los valores tradicionales y puede ser castigado con multas o incluso ser arrestado. Si uno publica libros extranjeros, en muchos casos se censuran y se cambia el contenido. Pero si en el libro se hace alguna mención al mundo de las relaciones lésbicas o gays va a estar totalmente prohibido. Y lo que sucede es que no se publica, porque las editoriales tienen miedo. Esto ya ha ocurrido en otras regiones, como Chechenia. A veces lo que sucede es que a las personas las secuestran e incluso las asesinan. Desde hace varios años, Memorial y otras organizaciones han ayudado a rescatar a más de 100 personas de la República de Chechenia que tuvieron que salir porque las iban a castigar y matar.
Hasta el año pasado yo trabajaba para un medio local independiente y cubríamos proyectos locales y actividades de los defensores civiles, y entre ellas, cubríamos pequeñas protestas de colectivos como el LGTBI que reclamaban ciertos derechos. Teníamos cientos de publicaciones con artículos breves. Hace dos años la oficina del fiscal abrió diez casos contra nosotros simplemente porque cubríamos esto, porque decían que lo promovíamos. Nosotros ganamos esos diez casos, pero nos llevó mucha atención, tuvimos que contratar abogados de alto nivel. Eso instala la autocensura para el futuro, porque si uno publica una pequeña noticia y tiene que pasarse horas y horas en los tribunales defendiendo su caso, esto tiene un costo enorme. La censura funciona para construir un ambiente de miedo.
Desde la perspectiva de Memorial, ¿qué se puede esperar del conflicto en Ucrania?¿Puede haber una resolución pronto?
Bueno, esa es mi esperanza, pero no lo puedo saber. Tres días antes de que empezara el conflicto mis familiares me preguntaban al respecto y yo les dije: no creo que vaya a haber ningún conflicto. Pero me equivoqué. Desafortunadamente, no creo que vaya a haber una decisión, pero desde mi perspectiva, creo que tenemos que ayudar al mayor número de personas posible. Yo no puedo predecir el futuro, pero hay una potencialidad de que esto dure mucho tiempo. Creo que por eso es importante que la sociedad internacional enfoque la atención en este caso y muestre que esto no es aceptable en el mundo.