Alrededor de 400 muertos en Irán, unos 15 en Israel, centenares de heridos en ambos países, decenas y decenas de construcciones destruidas y una escalada bélica que crece cada día en intensidad son el saldo de los enfrentamientos entre ambos países, que comenzaron en las primeras horas del viernes con los ataques israelíes sobre Teherán y otras localidades iraníes.

Lo que menos se sabe en estos momentos es la eficacia real de los golpes que se dan a estructuras militares y estratégicas. La censura imperante sobre los daños propios y la exageración propagandística de los daños causados al adversario son una característica esencial de las informaciones de los voceros oficiales y los muchos periodistas oficiosos que sirven a las fuerzas armadas y los servicios de seguridad de ambos países. Por lo tanto, es difícil saber qué tan exitoso realmente fue el sorpresivo ataque inicial israelí y en qué medida Irán tiene la capacidad para arrastrar a Israel a una guerra prolongada.

Israel mató a varios generales iraníes integrantes de la Guardia Revolucionaria, destruyó parte de las capacidades de defensa aérea de la república islámica y causó daño a plantas nucleares y también a al menos una gran reserva de producción de gas.

Irán, a su vez, lanzó varias oleadas de misiles sobre Israel y, si bien muchos fueron detenidos por los sistemas de defensa de Israel y Estados Unidos dispuestos en territorio israelí, varios, al menos diez de ellos, impactaron en Israel, algunos en lugares habitados por población civil y otros en instalaciones militares.

Pero es preciso detenerse a pensar las razones que llevaron a la situación actual. ¿Por qué y para qué Israel atacó a Irán en medio de las negociaciones entre este último y Estados Unidos?

La explicación oficial que ofrece el gobierno de Israel, que encabeza el primer ministro Benjamin Netanyahu, es que se busca evitar que Irán culmine su proceso de tener armas nucleares. Sin embargo, eso se estaba negociando en los últimos dos meses entre Irán y Estados Unidos y ninguno de los dos se había levantado de la mesa y dado por perdidas las tratativas que se estaban desarrollando, principalmente en Omán. Por otra parte, todos los expertos militares israelíes coinciden en que Israel no puede, exclusivamente con sus medios militares, evitar la carrera iraní de obtener armas nucleares.

Irán posee un territorio demasiado grande y tiene sus plantas atómicas protegidas bajo tierra, por ello es que Israel únicamente puede causar daños que retrasen el proceso, pero no evitarlo, a no ser que intervenga Estados Unidos. Entonces, ¿el ataque israelí fue sólo un detonante para arrastrar a Estados Unidos a una guerra regional? No lo sabemos en este momento. Sin embargo, hay algo adicional a tomar en cuenta. Israel nunca hubiera iniciado un ataque así contra la voluntad de Estados Unidos, de quien depende absolutamente para defenderse.

Si bien Israel tiene una tremenda capacidad de ataque, no puede llevar a cabo una guerra prolongada sin recibir municiones de Washington, porque no tiene ni la capacidad de producción ni la profundidad estratégica para soportarlo. Y parece que el presidente estadounidense, Donald Trump, fue partícipe de una trama para hacer creer que vetaba el plan de agresión israelí a Irán.

Recién la semana pasada, voceros de la Casa Blanca anunciaron a los periodistas que Trump le había dicho en una conversación telefónica a Netanyahu que no atacara mientras se negociaba. Pero ahora Trump se ufana de los resultados del ataque israelí. ¿Será que el presidente estadounidense quiere iniciar un gran conflicto regional, o no se da cuenta de que el ataque israelí puede derivar rápidamente en una gran guerra cuyas derivaciones son impredecibles?

Los otros posibles motivos de Israel

En las rondas previas de ataques mutuos que se dieron el año pasado, Irán había respondido muy moderadamente a los ataques y atentados israelíes. ¿Habrá interpretado Netanyahu la prudencia como debilidad? Es una pregunta difícil de responder, entre otras cosas, porque las capacidades de guerra de Irán están aún por verse.

El viernes, en su primera respuesta con misiles a los ataques iniciales lanzados por Israel, por lo menos siete de ellos penetraron la defensa antimisiles israelí y causaron daños y heridos en Tel Aviv y la vecina ciudad de Ramat Gan, en el centro del país, mientras que otros misiles, por lo visto, impactaron en zonas militares en el sur, sin que la censura en Israel permita dar detalles al respecto.

Esto recién empieza y no sabemos qué más tienen preparado las partes. Pero se puede decir con certeza que iniciar una guerra con Irán también responde a otros intereses de Netanyahu y su gobierno. Primero, acallar a la mayoría de la oposición, que en estas circunstancias se alinea con las fuerzas armadas, y desmovilizar las protestas que continúan por el abandono de los rehenes en la Franja de Gaza, por la continuidad de las operaciones militares genocidas sobre el territorio palestino y por la crisis generalizada que se siente en la sociedad israelí.

En primera instancia, esa táctica parece exitosa. Casi todos los políticos opositores de derecha y centro se han parado firmes ante el ataque a Irán. Sin embargo, en las redes sociales y en las conversaciones de la gente en distintos ámbitos se nota que no hay en Israel el consenso nacional que había tras el ataque de Hamas el 7 de octubre de 2023.

Mucha gente se expresa en contra, otros ironizan sobre las posibles motivaciones de Netanyahu, muchos más expresan dudas, muy pocos le creen realmente. Porque, además, hace que escribamos y hablemos sobre la guerra con Irán, y eso viabiliza que pueda seguir adelante el genocidio en la Franja de Gaza. De hecho, en las últimas horas medios israelíes informaron que al menos 65 palestinos fueron asesinados en las últimas 24 horas mientras intentaban acceder a alimentos en los centros de distribución de ayuda humanitaria manejados por empresas privadas estadounidenses en la zona sur del enclave.

Un día antes del ataque a Irán, la inmensa mayoría de los países en la Asamblea General de las Naciones Unidas votaron a favor del ingreso inmediato e irrestricto de ayuda humanitaria a Gaza, por la liberación negociada de rehenes y prisioneros y por el alto al fuego. ¿Qué significado tiene una votación así si al día siguiente Israel decide reabrir otro frente de guerra? Esa ha sido la táctica de Netanyahu ante cada coyuntura difícil a lo largo de todo el año pasado. Si de Netanyahu dependiera, la guerra sería eterna.

Cada vez que las presiones internas o externas amenazaron la continuidad del estado bélico (y, por ende, la continuidad de su gobierno), Netanyahu encontró otro enemigo a quien golpear para invitarlo a esa danza macabra o por territorios adicionales a los cuales expandir el accionar de su ejército.

Ante el alevoso ataque en medio de una negociación y pese a las resoluciones de las Naciones Unidas que Netanyahu y Trump abiertamente anuncian que no van a cumplir, ¿qué queda por hacer? ¿Habrá llegado la hora de una intervención decidida de la comunidad internacional para frenar el genocidio en Gaza? ¿Habrá llegado la hora de una intervención decidida de la comunidad internacional para frenar la agresión de Israel a Irán? ¿Habrá llegado la hora de que se tomen medidas prácticas contra gobiernos que violan todas las normas internacionales más elementales, rompiendo ceses de fuego en medio de negociaciones (con Hamas por los rehenes a mediados de marzo y entre Estados Unidos e Irán ahora)?

Hablarán los hechos y no sólo las palabras de quienes votaron hace pocos días por la paz y la vida en la sede de las Naciones Unidas.