En los últimos tiempos, el debate entre el gobierno y la oposición ha estado concentrado en la confrontación de dos visiones muy distintas sobre nuestro país. En ese contexto, quiero hoy aportar un perfil que puede ser útil cuando se discute una propuesta que tiende a reducir en todo lo que sea posible el papel del Estado y las llamadas políticas públicas, y otra que pretende demostrar que ese papel y esas políticas son imprescindibles no sólo para asegurar la vigencia del respeto a derechos humanos fundamentales, sino también para reactivar el mundo del trabajo y la producción.

He señalado reiteradamente que la política es la actividad humana que practicamos quienes queremos cambiar la realidad en un sentido y con una intensidad predeterminados. Para tomar decisiones de cambio como las mencionadas hay un requisito previo imprescindible si no se quiere caer en la ideología pura sin el apoyo de evidencia alguna y en el fracaso del intento de cambio. Es preciso conocer lo que se desea cambiar y para acumular ese conocimiento hay diversas perspectivas y enfoques por los que puede optar el analista. Es que la realidad social –porque de ella se trata– puede ser abordada en un punto ubicado en el tiempo, excluyendo de la observación lo que ocurrió antes y también las posibles consecuencias que generaran en el futuro las decisiones que se han adoptado en dicho punto. Esta es la visión estática del análisis de la realidad. Pero hay un enfoque dinámico, que a diferencia del estático se ocupa del contexto previo y procura anticipar lo que vendrá en las instancias futuras.

Entiéndase bien: este no es un fundamento a favor de alguno de los enfoques señalados. Es más, hay realidades sociales que pueden llevar a colocarse en las dos perspectivas y utilizarlas complementariamente para conocer mejor el objeto de análisis. En la historia del pensamiento económico consta la solución intermedia que algunos autores han sugerido al respecto y que denominaron estática comparativa, seleccionando previamente los puntos en el tiempo que serán observados para caracterizar una trayectoria.

La actitud oficial no sólo revela una perspectiva estática de la realidad, ya que además de ignorar los antecedentes de los tiempos que nacieron en marzo de este año, también quedan fuera del análisis las consecuencias positivas que podría traer al país la aplicación de acciones más comprometidas con el papel a cumplir por el sector público.

¿Qué tienen que ver estas reflexiones con la discusión que hoy está planteada entre el gobierno y la oposición? Creo que mucho, especialmente si tomamos como punto de referencia el eje del debate sobre política económica, o sea, la necesidad de darle al gasto público un protagonismo acorde con la realidad económica, sanitaria y social del país y la actitud del gobierno que niega, una y otra vez, la posibilidad de seguir este camino.

En mi opinión, esta actitud oficial no sólo revela una perspectiva estática de la realidad, ya que además de ignorar los antecedentes de los tiempos que nacieron en marzo de este año, también quedan fuera del análisis las consecuencias positivas que podría traer al país la aplicación de acciones más comprometidas con el papel a cumplir por el sector público.

Es más, en el caso de los antecedentes no hay sólo ignorancia. Hay deformación con intenciones partidarias y electorales. Si se me permite acudir a la heterodoxia, se trata de una visión estática agravada. Y en cuanto a las consecuencias, se renuncia a comprobar que lo que se aduce hoy como dificultades financieras y fiscales para intentar poner en práctica medidas de estímulo al trabajo y la actividad puede originar en el futuro un incremento de los recursos que posibilitarían esas medidas de estímulo.

Este enfoque o perspectiva, que es la que llamamos dinámica, es la que ha adoptado la oposición para ubicarse en el debate. Y está claro que, en el acuerdo o la discrepancia acerca de las propuestas de acción que se presentan, la perspectiva dinámica permite mucho mejor conocimiento sobre la realidad que la estática. Por lo tanto, la información acumulable por esta vía será mayor y mejor que la obtenible a través del enfoque estático, con lo que las posibilidades de cambio que propone el oficialismo serán muy pobres.

Es que en lo que refiere a los antecedentes, la aplicación del enfoque dinámico no sólo permite corregir las deformaciones, las tergiversaciones y las falsedades del enfoque que hemos llamado estático agravado, sino que –habida cuenta de una larga y rica experiencia global, regional y vecinal– se percibe que realizar un ajuste fiscal de las características planteadas hoy por el gobierno no sólo no permite esperar una reactivación del trabajo y la actividad, sino que conduciría a una profundización de su contexto deprimente actual. Hoy mismo crece rápidamente la coincidencia existente al respecto a lo largo y ancho del planeta.

También es cierto que el debate entre el gobierno y la oposición no puede reducirse totalmente a la confrontación en los terrenos fiscal y presupuestal. Hay aspectos de nuestra realidad acerca de los cuales las diferencias entre los enfoques estático y dinámico no desaparecen, aunque son algo más tenues. Me refiero en particular a los necesarios incrementos que debemos lograr en los niveles de productividad y competitividad del país.

Analizaremos el tema en una próxima nota, pero desde ya vayamos adelantando que, además de las visiones definidas antes, hay en juego dos aproximaciones con efectos diversos sobre la realidad. Una de ellas consiste en encarar el problema desde la evolución de los precios, como por ejemplo el tipo de cambio. Ello desencadena un análisis acerca de la posible contradicción con otras decisiones tomadas acerca de esta materia. Basta pensar en la que existiría entre ese precio y la inflación. No hay que olvidar que el gobierno pidió ser medido en términos de déficit fiscal e inflación.

La otra es la de poner en juego factores estructurales y de mayor duración, como por ejemplo la educación, la explotación de la revolución digital, el cuidado ambiental, todo lo cual exigiría una apelación y –por lo tanto– un apoyo al desarrollo de la ciencia y el conocimiento, así como a su presencia creciente en los resultados del mundo del trabajo y la actividad productiva.

Una vez más hay que decir que el enfoque dinámico aporta más información que el estático. Reitero que las diferencias no son tan agudas como cuando se considera la gran orientación de las visiones en juego. Es que unos y otros saben bien que las acciones en la materia no pueden limitarse a los precios, sino que resulta imposible eludir la consideración y el cambio de factores estructurales fundamentales como los mencionados antes. No obstante, los anuncios realizados el jueves para estimular el trabajo y el crecimiento en uno de los sectores productivos y exportadores más importantes del país, como es el turismo, demuestra la voluntad de realizar un esfuerzo fiscal que atenúa la distancia que mantienen gobierno y oposición en cuanto al contenido y el rumbo que debería tener la política económica que el país necesita en las actuales circunstancias.

En cualquier caso, no es posible ignorar que –hasta ahora– el apoyo oficial a una mayor presencia de la ciencia y la tecnología en el trabajo y en la actividad nacional es prácticamente inexistente. En una excelente nota publicada por la diaria en su edición de 27 de octubre pasado, Daniel Prieto, investigador posdoctoral del Departamento de Biología de Neurodesarrollo del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, nos plantea que por los aciertos que ha tenido Uruguay en la lucha contra el coronavirus tenemos la oportunidad de construir un liderazgo sólido en la materia. Y suma una afirmación absolutamente compartible: “La ciencia y la política son inseparables”. Además, agrega que “las decisiones y acciones de los políticos afectan la financiación y las prioridades de las políticas de investigación. Al mismo tiempo, la ciencia y la investigación informan y dan forma a un espectro de políticas públicas, desde la protección del ambiente hasta la ética de los datos”.

Cualquiera sea la postura que se adopte al respecto, el diseño de una política de calidad acerca de esta materia requiere conocimiento previo de la realidad correspondiente. Cuando se leen o escuchan los planteos vinculados a la consideración de la ley de urgente consideración o del Presupuesto, se comprueba que no parece haber muchos actores convencidos acerca de la necesidad de este requisito.