Creemos que la gestión cultural tiene un rol muy importante en momentos como este, cuando la humanidad atraviesa una pandemia como antesala de algo que podría llegar a significar un cambio de era.

Reflexionar en medio de la crisis a veces es difícil; sin embargo, en medio de esta emergencia cultural reunimos virtualmente a muchos colegas profesores de la Tecnicatura en Gestión Cultural de la Universidad Claeh y generamos dos foros que nos llenaron de esperanza. Es importante generar estos ámbitos para reflexionar y pensarnos de nuevo.

Estos foros impulsaron también algunos artículos de análisis y opinión, a partir de las ponencias, y creemos que son un aporte muy interesante para compartir. Agradecemos especialmente a la diaria que los está publicando como una serie, y ahora nos disponemos a reunirlos en una publicación que creemos que resultará un importante aporte para pensar la salida de la pandemia o los paradigmas de esta nueva era. Y, sobre todo, será un impulso a gestores culturales y profesionales de la cultura a repensarse y proponer a la sociedad nuevos modos de vivir juntos y de interpretar nuestro tiempo.

Al final, todo se trata de construir modos de vivir juntos, de significar nuestras vidas e interpretar y darle sentido a nuestro tiempo. En estos tiempos tan turbulentos, necesitamos además aceptar que son diversas las interpretaciones, las sensibilidades y necesidades que hacen más complejas y desafiantes a las distintas y ricas realidades que hay que cuidar, abrazar, cobijar, visibilizar y sostener.

En primer lugar, creo que hay una emergencia cultural que atender. Cuidar a nuestra gente de la cultura; gente sufrida, artistas, técnicos, gestores, promotores, productores… y los servicios de las externalidades como boleteros, fleteros, carpinteros, que con voluntad vienen resistiendo. Algunos afortunados “comiéndose los ahorros”, otros –la mayoría– sufriendo una crisis que les lleva a situaciones límite, al tiempo que distintos sectores han organizado la solidaridad de un modo ejemplar mediante las ollas populares, o repartos de canastas de gestión comunitaria.

Esto nos enseña una primera pista que salió cruzada en todas las ponencias: esa inteligencia organizada y solidaria, que es una de las características más notables de nuestra sociedad. Una de las dimensiones más nobles que hay que visibilizar, porque allí hay algunos diamantes que nos enseñan a vivir de otra manera, a cuidarnos de otro modo, a sostener la dignidad humana al margen de las cámaras y de los egos exaltados de algunos.

Igualmente, no podemos dejar de hablar de emergencia cultural, porque nuestra gente de la cultura, en especial la más talentosa, empieza a reconvertirse, a buscar otros modos de sobrevivir, y esto implica una pérdida, un vacío.

Esta emergencia se extiende a los cientos, miles de instituciones y micro, pequeñas y medianas empresas vinculadas al sector de la cultura y el turismo. Es fundamental y estratégico que pensemos nuestro futuro construyendo políticas públicas que cuiden a los sectores que queremos que sobrevivan, que alcancen la excelencia y que nos proyecten al futuro. Hoy, si miramos para otro lado y dejamos que “el mercado resuelva”, nos llenaremos de pobreza y mediocridad.

Todo está a la vista si logramos mirar sin prejuicios. Y en estos foros logramos rescatar múltiples miradas. Por eso creemos que son valiosos aportes a la reflexión para la construcción cultural del futuro.

Como parte de estas reflexiones publicadas en la diaria, Ana Agostino nos invita a pensarlo todo, a visibilizar otros modos, a cuestionar el concepto que tenemos de “desarrollo”. Después, Roberto Elissalde nos pide que prestemos atención a la distribución del dinero, a luchar por una porción más grande para la cultura, y presagia la vuelta feroz del capitalismo que ha de “enhebrar” de vuelta. Fernando Ordóñez nos propone pensar desde la filosofía y nos pone frente al miedo al otro y el distanciamiento físico. Luis Mardones le da una dimensión política y mira las posibles evoluciones... o mejores, disrupciones. Érika Hoffmann busca pensar los relatos de la pandemia que construyen modos de ver el mundo y de interpretar nuestro tiempo. Diego Gómez nos invita a celebrar la valoración de otras dimensiones y a abandonar las megagrandísimas aglomeraciones de todo, desde el modo de criar pollos hasta los megaeventos. Y luego vendrán otros artículos de Andrea Fantonia y Mariné Villalba.

La diversidad y riqueza cultural de nuestro país es un elemento fundamental para alumbrar el camino, para no perder el rumbo. Esto va mucho más allá de los partidos políticos, de los períodos de gobierno. Los mejores momentos de nuestra historia fueron cuando el ambiente cultural fue intenso e influyente. Grandes artistas e intelectuales. La gente de la cultura tiene una gran responsabilidad en estos momentos de crisis, pero al mismo tiempo es la gente más golpeada por esta crisis. El encierro, el distanciamiento físico, junto a la crisis económica que sufre el sector, nos ponen en una situación de emergencia como nunca antes habíamos vivido.

Esto, al tiempo de interpelar al sistema político, también expone o exalta viejas ortodoxias y dogmatismos. Y el sistema político no está reaccionando de modo innovador sino que, por el contrario, al hablar de “nuevas normalidades” está mirando para el costado y dejando pasar responsabilidades y oportunidades, y dejando que se vayan apagando algunas de las personas, instituciones y pequeñas empresas más valiosas que tiene la sociedad. Las administraciones locales, departamentales y nacionales no están dando respuestas a la altura de lo que necesitamos, porque no están prestando la atención necesaria a estos temas.

Desde hace décadas repetimos una de las definiciones más básicas: “La cultura no es un gasto. Es una inversión”. La cultura es el cuarto pilar del desarrollo sostenible. Hace a cómo logramos vivir juntos, a la forma de vida en la que las personas son la prioridad. La cultura, en sus diversas expresiones, es un elemento esencial del estilo y la calidad de vida de la gente.

Organizamos los Foros de Gestión Cultural abiertos a todos, porque nos parece necesario e importante reflexionar y crear un estado de opinión; instalar un diálogo que ponga en un lugar relevante el papel de las artes y la cultura en la construcción de políticas públicas como un eje central de convivencia en paz y seguridad, democracia, defensa y ejercicio de los derechos humanos.

Estamos convencidos de que la cultura es un factor estratégico para superar la crisis de la covid-19 pero, sobre todo, de futuro ante este cambio de era que vivimos más allá de la pandemia. Tal vez la pandemia es parte de este cambio y sea una manifestación más de los errores y horrores que como especie venimos haciendo, que dañan el ambiente y el planeta. Tal vez esta pandemia es una expresión más del cambio climático y una señal que la humanidad debe tomar.

Sintámonos responsables de lo que estamos generando. Si lo miramos bien y está a la vista, el cambio de era es ahora y la cultura juega un papel estratégico en la construcción de los modos de convivencia, de desarrollo sostenible y sustentable. Define cómo serán esos nuevos modos civilizatorios, qué cosas haremos como colectivos humanos, cómo vamos a vivir juntos.

Teatros, centros culturales, editoriales, bibliotecas, museos, cines, salas de espectáculos y de baile, festivales, ferias, circos, carnaval, manifestaciones populares y todo tipo de expresiones y proyectos culturales han sufrido el cierre o la parálisis durante meses. Algunos ahora reiniciaron algo de actividad sin poder encontrar una economía sostenible que amenaza la continuidad de los artistas, creadores, gestores culturales, profesionales, empresas e instituciones más importantes y afectará gravemente el futuro inmediato de los vínculos y el acceso cultural.

Es necesario poner en marcha algunas políticas de emergencia para superar los efectos de la crisis de la covid-19. Hay que superar debilidades que quedaron a la vista y dar un nuevo impulso a las políticas públicas en cultura en nuestro país.

Por eso, proponemos al sistema político que consolide todos los instrumentos ya creados y que empiece a trabajar en un nuevo proceso de desarrollo de mecanismos de financiación y apoyo, incorporando con más fuerza el carácter estratégico de la cultura en nuestro proyecto de país.

Tal vez esta crisis provocada por la pandemia nos permita descubrir el potencial real de la cultura en el desarrollo estratégico del modelo social, económico, turístico y territorial.

En cada una de las ponencias transformadas en artículos surgen más preguntas que respuestas. ¿Cómo van a ser nuestras ciudades? ¿Nuestros teatros? ¿Cómo cuidamos a nuestros artistas? ¿Cómo organizar la inteligencia para salir al futuro? ¿Cuáles serán los relatos de la pandemia? ¿Cómo garantizamos el ejercicio de los derechos culturales durante y después de esta crisis? ¿Qué rol jugará la cultura en el cambio de era? ¿Cómo construimos juntos ese futuro? Es que de eso se trata, de seguir haciéndonos preguntas y comenzar a construir colectivamente algunas respuestas.

Se trata de mantener una conversación relevante, que tenga resultados prácticos y nos haga a todos mejores. Hemos hecho una experiencia extremadamente interesante con estos foros, y queremos invitarlos a reflexionar y compartir estos artículos que publicaremos en un libro digital de la Facultad en noviembre.