En octubre, cientos de dispensarios, tiendas estatales y licenciatarios comenzarán a vender marihuana en Canadá. El cambio normativo fue posible gracias a la firme voluntad del primer ministro Justin Trudeau y su gabinete, no sólo en este asunto, sino en unos cuantos que encresparon el cuello de Donald Trump.
Si Uruguay tuvo el uno, Canadá ya tiene el dos, y muy mejorado. Una de las promesas en la campaña electoral del primer ministro canadiense, el liberal Justin Trudeau, había sido “regular” la marihuana. No fue la única propuesta electoral jugada de este hombre sin canas que luce elegante, tanto para desfilar en las marchas del orgullo gay como para responder a Donald Trump con aplomo ejemplar.
Justin, de 46 años, es hijo de Pierre Trudeau, a su vez descendiente de un linaje de políticos liberales y uno de los prime ministers que estuvo más tiempo en el poder. El Trudeau de hoy se calzó el sayo de la paridad de género, los derechos de las minorías, el aborto legal y el matrimonio entre personas del mismo sexo. También se ocupó, como senador, de generar reglas claras para el control en los gastos de los servidores públicos mediante la apertura del acceso a la información.
La prensa hegemónica y los conservadores (dos grupos con grandes coincidencias) no lo perdonan. Pero el hombre no se deja amedrentar. Su último gran episodio global tuvo lugar en la reunión del G7. Trudeau anunció que Canadá cobraría los mismos aranceles que Estados Unidos planea gravar sobre su hierro y aluminio. Un Trump cuello rojo se subió al Air Force 1 haciendo sus habituales berrinches antes de que terminara la cumbre. Lejos de la pelea infantil que busca Trump, Trudeau dijo que seguirán trabajando juntos para hacerle entender al vecino del sur que las economías de ambos países están “fuertemente conectadas y que el impacto en Canadá tendrá un impacto en Estados Unidos”.
Católico de turbante
El ministro canadiense de Innovación, Ciencia y Tecnología luce un turbante rojo en la cabeza y una barba sonriente atada por una impecable corbata. En la página web del gabinete, el ministro de Defensa también calza un turbante musulmán, pero azul. Días después del episodio del G7, Trudeau retuiteó un mensaje de un líder islamista de su país, en solidaridad con la comunidad de una mezquita atacada en el pequeño pueblo de Edson, Alberta, a menos de 400 kilómetros de la frontera del Pacífico con Estados Unidos.
Trudeau, católico (fue a un colegio jesuita) y líder de su partido, el Liberal, entiende que todas las religiones tienen un principio bondadoso común. Lo ofusca la sinrazón. Son los “dogmas del catolicismo los que combato, particularmente la idea de que alguien que no hace una práctica sincera del catolicismo no pueda entrar al cielo”, escribió en sus memorias.
Para el líder canadiense, cuyo padre fue amigo del cantautor Leonard Cohen, ser liberal es dejar de lado lo propio y mirar el conjunto. “Las creencias personales deben ser valoradas y respetadas, pero son esencialmente diferentes a la tarea pública”.
Parece que su receta funciona. Canadá es la economía más pujante del G7 y tiene los menores índices de desempleo. Su gabinete está poniendo a caminar un plan para estabilizar económicamente, con trabajo, a la clase media. De hecho, durante primavera y verano recorrerá el país para escuchar lo que tienen para decir al respecto sus ciudadanos y elaborará un informe con recomendaciones.
Trump, al escabullirse de la cumbre del G7, dijo que el prime minister vecino era deshonesto. Pero Trudeau todavía no da señales de faltar a su palabra.
Regular el cannabis fue una promesa de campaña que el primer ministro también cumplió. Sin medias tintas. La ley que ratificó el Senado de la monarquía constitucional canadiense esta semana será refrendada y se espera que el sistema de venta al público esté funcionando para octubre.
Los estados reglamentarán la forma de acceso. Habrá licenciatarios pero no registro de usuarios. Algunos estados canadienses tendrán sus plantas de cultivo y cosecha, monopolizarán la distribución y hasta la venta al público final. En otros casos, el mercado lo hará a su manera, siempre bajo una estricta vigilancia estatal. Cada hogar, no importa si viven una o 15 personas, podrá cultivar hasta cuatro plantas de marihuana en flor. Los menores de 18 años tendrán que esperar la mayoría de edad para comprarla.
El gabinete de Trudeau y el parlamento dan amplias potestades a su población. La confianza en los ciudadanos prevalece sobre el paternalismo del Estado pediátrico que embebe la aplicación de la regulación uruguaya.
“Confiamos que los canadienses que eligen cultivar cannabis en su casa lo van a hacer de manera segura. [...] Muchos ciudadanos tienen alcohol o medicamentos en sus casas. Creemos que los canadienses van a cuidar el cannabis en sus hogares. No debería ser diferente de alguien que haga vino en el hogar o que cultive su propio tabaco. Tenemos que confiar en que la ciudadanía lo hará responsablemente”, dijo el jueves la honorable ministra de Salud Pública, Ginette Petitpas Taylor, integrante del grupo de trabajo para regular el cannabis que empezó a funcionar en 2015.
En la misma conferencia de prensa del jueves, en Ottawa, la ministra de Justicia y fiscal general del país, Jody Wilson-Raybould, dijo que la votación de la propuesta C-45 es “transformadora”. También asumió el fracaso de “la prohibición”: “Es un modelo que ha hecho rico al crimen organizado y deja a los jóvenes vulnerables”, opinó. Wilson-Raybould dijo que la normativa pretende alejar a los usuarios de entornos peligrosos en la búsqueda de marihuana y quitar las ganancias económicas a los grupos clandestinos que se hacen de las utilidades.
En otra conferencia de prensa, el prime minister dijo que las demoras en la puesta en funcionamiento del marco legal se deben a que los estados pidieron tiempo para ajustar la maquinaria burocrática. “Tendremos un estricto sistema de regulación de cannabis. [...] uno que mantendrá alejado del cannabis a nuestros chicos”, aventuró.
El primer ministro adelantó que el 17 de octubre el sistema estará en marcha. Canadá tiene el dos,pero parece el uno.