El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) fue el más votado en las elecciones de ayer en España, en las que reunió 29% de respaldo y conquistó 123 de las 350 bancas que tiene el Congreso, según los datos oficiales divulgados anoche. Los socialistas lograron así su primera victoria electoral en 11 años y se quedaron con 36 escaños más que los obtenidos en los comicios de 2016.
Mucho más abajo se posicionó el Partido Popular (PP), que registró el peor resultado de su historia: apenas alcanzó 17% de los votos y perdió más de la mitad de las bancas al pasar de 137 a 66. La contracara de la caída del PP fue el crecimiento del derechista Ciudadanos, que pasó de 32 escaños a 57, y la fuerte irrupción del ultraderechista Vox, que se quedó con 24 bancas y logró, en su tercer intento, entrar al Congreso español. A su vez, la coalición de izquierda Unidas Podemos, que fue respaldada por 12% de los votantes, cayó de 71 a 42 escaños.
Los resultados de los comicios plantean un panorama especialmente fragmentado y consolidan de manera definitiva el fin del bipartidismo en el país. También configuran un período poselectoral que estará marcado por los pactos partidarios tanto en la izquierda como en la derecha.
El PSOE es, en cualquier caso, el que está mejor parado para llegar al gobierno y a partir de hoy deberá dedicarse a las negociaciones con otras organizaciones políticas. Quedó a 53 escaños de conseguir una mayoría parlamentaria que le permita investir como presidente del gobierno a su líder, Pedro Sánchez, que actualmente ocupa ese cargo.
En este escenario, y considerando las pistas que el propio Sánchez lanzó en cuentagotas antes de las elecciones, el PSOE tendrá que elegir entre dos opciones de gobierno: la alianza con los partidos de izquierda o un inédito –aunque no inesperado– pacto con Ciudadanos. Si se decantara por la primera alternativa, al PSOE no le alcanzaría con sumar únicamente a Unidas Podemos –que ya mostró su disposición para ser socio de gobierno–. Para conseguir los 11 votos que faltan, necesitaría el apoyo del Partido Nacionalista Vasco y otras pequeñas formaciones regionales, como el valenciano Compromís, Coalición Canaria o Coalición por Melilla. Contra los pronósticos, el PSOE no dependería entonces de los partidos independentistas catalanes, cuyo apoyo fue clave en otras ocasiones, pero hoy parece difícil de acordar porque sólo se daría a cambio de condiciones a las que Sánchez ya puso freno.
Un pacto con Ciudadanos sería más fácil para el PSOE, porque ya no necesitaría más respaldos: entre las dos organizaciones políticas suman 180 escaños, cuatro más que los necesarios para alcanzar la mayoría absoluta. Sin embargo, no está claro todavía si el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, accedería a formar esta inédita alianza, ya que los dos partidos tienen diferencias irreconciliables en muchas cuestiones. Esta opción de gobierno, además, le costaría al PSOE la pérdida de confianza de toda la izquierda española.
Un tercer escenario, una alianza de los tres partidos de derecha –PP, Ciudadanos y Vox–, tiene menos chances de prosperar, ya que sumaría 147 escaños y se quedaría a 29 de la mayoría.
Las elecciones celebradas ayer pasarán a la historia de España porque significaron el desembarco de la extrema derecha en el Congreso y la estrepitosa caída del PP, pero también por haber registrado una de las tasas más altas de participación. Según las cifras oficiales, 76% de los habilitados para votar acudió a las urnas, casi nueve puntos porcentuales más que el porcentaje registrado en las elecciones de 2016. Los analistas políticos evalúan que la alta participación aseguró en parte la victoria del PSOE, que en el último tramo de la campaña multiplicó los pedidos a los españoles para que fueran a votar. El PSOE sólo ha gobernado cuando la participación fue superior a 69%.
Sánchez abre la puerta del gobierno a “todos”
Pasada la medianoche, unos minutos después de finalizado el recuento de votos y cuando los resultados ya eran irreversibles, Sánchez proclamó la victoria de su partido ante una multitud que lo acompañó en las puertas de la sede del PSOE en Madrid. “Ha ganado el futuro y ha perdido el pasado”, dijo el político que preside el gobierno español desde hace diez meses.
A la hora de hablar sobre las alianzas poselectorales, el líder del PSOE, una vez más, fue poco preciso y se mostró dispuesto a pactar con “todos los grupos para gobernar dentro de la Constitución”. Mientras pronunciaba estas palabras, sus seguidores rechazaban la posibilidad de una alianza con Ciudadanos, con gritos como “Con Rivera no”. Sánchez les respondió: “Creo que ha quedado bastante claro”. El público insistió al unísono con la expresión “No pasarán”, en este caso en alusión a los tres partidos de derecha de España.
“Los españoles quieren claramente que el Partido Socialista Obrero Español gobierne y lidere el país durante los próximos cuatro años”, dijo Sánchez, y anunció que eso es lo que hará, “en defensa de la democracia” y “de los derechos y libertades” logrados “en los últimos 40 años”. Sin mencionar a nadie en particular, agregó que esa es la única fórmula para combatir “el autoritarismo y la involución”.
Un poco antes, el candidato de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, reconoció en una conferencia de prensa que la coalición buscaba “mejores resultados”, pero dijo que los que obtuvo “son suficientes para frenar a la extrema derecha y construir un gobierno de coalición de izquierdas”. De esta forma, le volvió a tender la mano a Sánchez, a quien llamó por teléfono para transmitirle las felicitaciones apenas se dieron a conocer los resultados definitivos. Ante las preguntas de la prensa sobre cuáles serán los siguientes pasos para llegar a un acuerdo, Iglesias contestó: “Nos reuniremos con brevedad. Les pedimos que sean pacientes”.
En una línea similar, el número dos de Unidas Podemos, Alberto Garzón, insistió en que la coalición logró romper con las “previsiones más nefastas” sobre los resultados. “Tenemos la buena noticia de que no han triunfado la radicalización y el mensaje de odio de la derecha. Nos hubiera gustado que fueran mejores, pero son suficientes. Felicitamos a Sánchez, pero debe evitar la tentación naranja”, agregó, esto último en referencia al color con el que se identifica Ciudadanos.
Lejos de mostrarse dispuesto a tenderle la mano a Sánchez, Rivera asumió la derrota, dijo que la victoria del PSOE y Podemos es una “mala noticia” y aseguró que su partido estará del lado de la oposición. “Sánchez e Iglesias van a formar gobierno con los nacionalistas”, dijo ante sus seguidores, a quienes les prometió que “más pronto que tarde” Ciudadanos, que “se erige como la esperanza y la ilusión del futuro de España”, llegará al gobierno.
El líder del PP, Pablo Casado, reconoció que el resultado de su partido fue “muy malo” en una conferencia de prensa en la que no permitió preguntas. Pero prometió que trabajará a partir de hoy “con ilusión y responsabilidad” para recuperar apoyos. El dirigente dijo que el fracaso del PP se debe a “la fragmentación del voto” conservador por la aparición de Vox y Ciudadanos, e instó a reflexionar si “valió la pena” que la derecha “se enfrentara” durante la campaña. Por eso, Casado instó a estos dos partidos a unirse en el futuro, especialmente para las elecciones regionales, municipales y europeas que se celebrarán a finales de mayo.
Más tarde, en un tono menos conciliador, el líder de Vox, Santiago Abascal, celebró los resultados que obtuvo su partido y criticó a Ciudadanos y al PP: “Quiero lanzar una advertencia a quienes quieren culparnos de su incapacidad. La única responsabilidad la tienen quienes tuvieron 186 escaños y no fueron capaces de oponerse a la izquierda. Quienes entregaron las televisiones y los medios de comunicación y la educación a la izquierda progre”. Y agregó: “Hoy España está peor que ayer, pero Vox entra con 24 diputados”.
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