El lunes, el Instituo Nacional de Estadística (INE) dio a conocer los indicadores de pobreza del país, y si bien en un primer momento el dato destacado fue que los números no habían empeorado (se decía que el aumento estaba dentro del margen de error), una mirada más analítica abría lugar al pesimismo.

Mientras que el índice general se ubica en 10%, la incidencia de la pobreza llega al doble entre los menores de seis años, y también supera el promedio en los demás tramos de la infancia.

En un panorama de crecimiento económico moderado, la proporción y el aumento de la pobreza infantil parecen indicar que en los últimos años aumenta la tendencia a la desigualdad, según la interpretación del economista Mauricio de Rosa. También el Instituto Cuesta Duarte extrajo conclusiones preocupantes del informe del INE, y en su caso se apunta a la insuficiencia de las políticas públicas para mitigar el impacto de la pandemia como factor central.

Lógicamente, este panorama proyecta oscuridad y habla mal de la gestión de los actuales gobernantes, por lo que se está instalando como tema de campaña entre quienes aspiran a sucederlos. De hecho, la discusión por la magnitud de la pobreza infantil ya había sido objeto de intercambios entre la precandidata frenteamplista Carolina Cosse y el nacionalista Martín Lema, extitular del Ministerio de Desarrollo Social.

La historia de una olla popular que surgió en la pandemia y se mantiene contra viento y marea (y sin apoyo estatal) es otra forma de acercarse a las consecuencias de un problema impostergable.

Luto por Peña

El jueves de noche murió en un accidente automovilístico el senador colorado Adrián Peña. La noticia llenó de tristeza a un entorno muy amplio, debido no sólo a su personalidad afable, su espíritu dialoguista y su juventud (tenía 48 años), sino porque todo hace suponer que el choque fatal estuvo vinculado a las exigencias físicas de la campaña electoral.

Dirigentes de todos los partidos destacaron las cualidades del hombre que tuvo que hacerse cargo del sector Ciudadanos tras la retirada abrupta de Ernesto Talvi, y lo despidieron con pesar. Su partida supuso un alto en la competencia electoral que se inició hace unas semanas.

Aunque no es este el espacio para abusar de la primera persona, tal vez sea el momento de reconocer que fui injusto con él cuando tuve que comentar –durante una suplencia en la columna Apuntes del Día– su extraña salida del Ministerio de Ambiente, del que fue titular. Cuando, pocos días después, resultó que había sido víctima de un enredo burocrático infantil, se negó a volver al cargo.

El último proyecto que había emprendido como parlamentario concitó mucha atención y fracasó hace pocos días. Peña impulsaba una ley que buscaba transparentar los ingresos de funcionarios a las intendencias departamentales. Logró amplios acuerdos, pero fue rechazado con argumentos erróneos por todos los legisladores del Partido Nacional, y no se aprobó. Uno de ellos lo acusó de “centralismo colorado” y Peña, que siempre estuvo cerca de su San Bautista natal, lo tomó como un elogio: durante el siglo XX, muchos de los grandes logros del batllismo fueron atacados con frases similares. Pero, aunque haya retrocesos puntuales, el caudillismo y el clientelismo serán, tarde o temprano, fenómenos anacrónicos. “No me doy por vencido ni aun vencido”, dijo Peña cuando se supo que su ley naufragaba. Se fue del lado correcto de la historia.

Seis meses de guerra en Gaza