Las dos cámaras del Parlamento tuvieron protagonismo en estos días. El martes los diputados aprobaron, por amplia mayoría, el proyecto de ley de eutanasia.

Se trata de un proyecto de raigambre liberal –su impulsor inicial fue el colorado Ope Pasquet, que hoy ya no ocupa banca alguna, y luego fue modificado principalmente por el frenteamplista Luis Gallo– y la izquierda lo votó en bloque, mientras que los representantes de centro y de derecha dividieron sus preferencias.

Aunque el debate entre los diputados no fue todo lo claro que podría haber sido, la posibilidad de enfrentar una muerte digna amplía la expansión de derechos que tuvo un pico en la década pasada.

El miércoles comenzó la interpelación al ministro de Ganadería, Alfredo Fratti, por la compra de la estancia María Dolores para destinarla a emprendimientos de lechería con apoyo estatal. Aunque la discusión rozó el problema de fondo –la prolongada resistencia de vastos sectores del Partido Nacional a la existencia del Instituto Nacional de Colonización, creado por los batllistas de la década de 1940–, la sesión no tuvo un cierre formal, ya que debió ser interrumpida tras el desorden generado por un ataque verbal homofóbico del senador interpelante, el nacionalista Sebastián da Silva, al su par frenteamplista Nicolás Viera.

Las consecuencias prácticas de la interpelación no incluyeron modificaciones en la política del gobierno, pero sí dos instancias “judiciales”: la oposición propuso formar una comisión investigadora sobre la compra de la estancia y el oficialismo llegó a considerar iniciar el proceso para sancionar a Da Silva.

Nuestro editorial habla de la calidad de las discusiones en el Senado.

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