La escena podía desconcertar a cualquiera que el sábado por la noche pasara por la esquina de Andes y Mercedes. El auditorio principal del Sodre volvía a recibir -después de mucho tiempo- público para una función, aunque en la previa el espectáculo estuvo afuera: en la calle protestaba colectivos de artistas, que denuncian la dificultad para aplicar el procedimiento del “pase responsable” en espectáculos corrientes, y también había una manifestación de un grupo antivacunas liderado por el exprecandidato presidencial, Gustavo Salle, que se hizo sentir a fuerza de megáfonos, tambores y bombas sonoras.
Adentro del Sodre la situación no era mucho más corriente. A los 100 invitados a la primera prueba del “pase responsable” que quiere instalar el gobierno como mecanismo para abrir salas y ampliar los aforos, nos tomaron la temperatura el ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira y el presidente del Sodre, Martín Inthamoussú, ya que, como explicó después el secretario de Estado, los trabajadores decidieron no entrar en contacto con el público que no hubiera sido testeado.
Detrás del ministro y el presidente del Sodre la situación tampoco volvía a la normalidad. Diez boxes, con su correspondiente personal de la salud, esperaban en el hall principal del auditorio para que los invitados se hicieran un hisopado –la experiencia más incómoda de la noche–; la prueba fue el test de antígenos, que, aunque tiene un resultado menos fiable que otros, permite saber si la persona tiene covid-19 en unos 20 minutos. Ese fue el tiempo que los invitados esperamos en un espacio diferente, en sillas prolijamente colocadas a un metro de distancia unas de otras.
Después de un rato, un médico nos iba llamando a cada uno por el apellido –flashback a un examen liceal de febrero– y comunicaba en forma individual si la prueba había sido positiva o negativa. Con la aprobación médica, dábamos la vuelta al hall para presentar el código QR mandado por correo electrónico, y recién después de todos esos pasos podíamos ingresar a la sala Hugo Balzo, que tiene capacidad para unas 280 personas.
Ya sentados, con un asiento vacío de por medio, los invitados tuvimos que esperar mucho más de lo normal para que empezara el espectáculo. La invitación indicaba que había que estar en la puerta a las 18.30, para una función que comenzó pasadas las 20.00 y duró menos de una hora.
Después de las palabras de la directora del Ballet Nacional del Sodre, María Noel Riccetto, que explicó a los presentes que lo que estábamos a punto de ver eran tres coreografías de un ciclo de cinco que –si el coronavirus lo permite– se presentará a finales de julio, se apagaron las luces y se abrió el telón. Si no tenemos en cuenta que los integrantes del cuerpo de baile nunca se sacaron el tapaboca, por un momento, todo volvió a la normalidad.
Mientras algunos invitados seguían esperando el resultado de su hisopado, el ministro habló con los medios, que ocupaban buena parte del aforo. Según dijo, el evento es “un paso importante” y no implica que próximamente vaya a cambiar la situación de la cultura en el país, sino que se hizo una prueba “para poner a punto una herramienta” con el objetivo de que apenas haya condiciones sanitarias para hacerlo se puedan reabrir las salas y aumentar el aforo, que actualmente es de 30% de la capacidad máxima de cada sala.
Aseguró que se evaluarán los resultados de esta prueba antes de decidir si se realizarán otras. De todas formas, ya adelantó que la organización del evento “ha funcionado muy bien”. Según comentó, si este mecanismo tiene éxito, en un futuro –no se sabe cuándo– los organizadores de eventos podrán decidir si pedirles a los invitados que lleguen con una prueba negativa o asumir los costos de los hisopados en el momento.
Realizar esta prueba en medio de un escenario crítico de la pandemia -mientras el ministro hablaba, el informe del Sistema Nacional de Emergencia reportaba 67 fallecidos y 4.228 nuevos casos de coronavirus- le costó al gobierno varias críticas, incluyendo la de los legisladores del Frente Amplio, que rechazaron la invitación por entender que no era el momento de poner a prueba el mecanismo. Consultado por la diaria sobre por qué el gobierno opina otra cosa, Da Silveira se limitó a decir: “Estamos en democracia, cada uno evalúa las situaciones en función de sus propios criterios, elige libremente y no tengo comentarios que hacer al respecto”.
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Sobre las manifestaciones del sector cultural que seguían sonado afuera del Sodre, Da Silveira comentó que en su juventud, a la salida de la dictadura, “peleaba para que hubiera libertad de manifestarse en este país”, por lo tanto, aseguró, “cuando veo estas cosas me encanta, me parece muy bien, siento que ganamos los que en esa época peleamos por la libertad”. Con respecto a las soluciones que puede darles a los artistas afectados, dijo que esta prueba “es una respuesta para los músicos. Cuáles son las razones por las que ellos se manifiestan al lado de los militantes antivacunas pregúnteselo a ellos”.