Sin precisar fecha ni lugar del suceso, la Fundación Brigitte Bardot informó a la agencia AFP en la mañana del domingo francés sobre la muerte de su presidenta, “una actriz y cantante de renombre internacional, que decidió abandonar su prestigiosa carrera para dedicar su vida y energía al bienestar animal”.
En efecto, Bardot, que tenía 91 años en el momento de su fallecimiento, había dejado su trabajo en cine cinco décadas atrás, en 1973, para recluirse en Saint-Tropez y dedicarse al activismo animalista. También en ese balneario se había filmado la película que le dio notoriedad en su país y todo el planeta. Y Dios creó a la mujer, estrenada en 1956, la tenía como protagonista de una historia en la que una sensual muchacha joven alteraba a una serie de hombres que la querían por pareja. El efecto saltó de la pantalla al resto del mundo: el filme franco-italiano fue un éxito en Estados Unidos, lo que volvió a Bardot un sex symbol internacional.
El director de la película, Roger Vadim, había conocido a Bardot cuando ella tenía 16 años, por lo que tuvo que aguardar dos, hasta que cumpliera la mayoría de edad, para casarse con ella. A los 15 años, ya iniciada su carrera como modelo, había sido tapa de la revista Elle, tras formarse como bailarina. Había nacido en el seno de una familia católica parisina, y su padre fue un empresario industrial.
Tras el éxito de la película de Vadim, explotó la actividad de Bardot como personalidad pública y como actriz. Entre las decenas que películas que realizó por esos años, El desprecio (1963), que protagonizó junto a Michel Piccoli bajo la dirección de Jean-Luc Godard, marcó un hito no solo porque la acercó a los creadores de vanguardia, sino porque también mostró su capacidad de adoptar perspectivas actorales complejas.
Bardot capturó una imaginación occidental que estaba dando un giro hacia la cultura juvenil, así como el sentimiento nacionalista francés, abocado a su propia reconstrucción, bajo la guía del consevador general Charles De Gaulle. La actriz cautivó tanto a la gente como a los intelectuales. Simone de Beauvoir argumentó, en su ensayo “El síndrome Lolita”, que Bardot era “la mujer más liberada de Francia” debido a la voluntad con la que cambiaba de pareja y a su negativa a tener hijos. Fue admirada y deseada por multitudes, impuso modas y tendencias –el “rubio BB” no deja de recomendarse– y conquistó a creadores de distintas procedencias.
Por caso, el compositor y cantante Serge Gainsbourg grabó junto a ella la versión original de “Je t’aime moi non plus” en 1968, pero Bardot, que todavía estaba en una relación matrimonial con Gunter Sachs (con quien tuvo su único hijo), solicitó que no se diera difusión masiva al erótico tema. “Je t’aime moi non plus” se volvería un polémico éxito al año siguiente, con la actriz Jane Birkin en reemplazo de Bardot, tanto en la voz como en el vínculo con Gainsbourg.
Bardot evitó ese posible escándalo en 1969, y ese mismo año se convirtió en una especie de símbolo nacional oficial: fue la primera persona en prestar su rostro para representar a Marianne, la mujer que simboliza la República Francesa desde los días de la Revolución de 1789. Durante una década, el escultor Alain Aslan realizó bustos basados en los rasgos de Bardot, que aún se encuentran en centenas de organismos y espacios públicos, como la Plaza de la República.
Sobre el final de esa década, Bardot realizó varios filmes en Estados Unidos, hasta su retiro de las pantallas, a los 39 años, agotada de la vida como estrella de cine, según declararía años después. Comenzó entonces su trayecto como defensora de los derechos de los animales, enfocado tanto en políticas generales como en casos de amenazas a fauna específica.
Entre sus manifestaciones públicas no fueron infrecuentes las de apoyo al ultraderechista Frente Nacional, fundado por Jean-Marie Le Pen en 1972, y especialmente a sus posturas de rechazo a la inmigración de creyentes musulmanes, y continuó en estrecha relación con el partido hasta su muerte. Distanciada del feminismo, durante el apogeo de la campaña ##MeToo realizó declaraciones que relativizaban los reclamos de algunas actrices por acoso sexual en la industria del cine.
Tras la noticia del fallecimiento, el presidente de Francia, Emanuel Macron, escribió en las redes: “Sus películas, su voz, su gloria deslumbrante, sus iniciales, sus penas, su generosa pasión por los animales, su rostro convertido en Marianne; Brigitte Bardot encarnaba una vida de libertad. Existencia francesa, brillo universal. Nos conmovía. Lloramos a una leyenda del siglo”.