Nacional
Garitos sin veda
Basta haber caminado esta ciudad y sentido su frío cojonudo o su brisa veraniega y de alivio por las noches, para entender una poética o una necesidad que definitivamente están peleadas con cualquier normativa: el placer de beber en las calles y pagar poco por esa mínima libertad que en los últimos años nos han expropiado. Solo o con amigos, con promitente amante, en una plaza, en el cordón de una vereda, despacito por las piedras o de cuatro buches largos y profundos como para ahogar las penas o calmar el día.