No le gusta la palabra moderación porque no sabe lo que significa. Prefiere definirse como una persona “respetuosa de las opiniones distintas” y capaz de buscar acuerdos para resolver temas de Estado. Se sintió halagado por los elogios que recibió en la sesión parlamentaria en la que presentó su renuncia, el martes 15 de noviembre, y a la que no asistió personalmente, porque todavía restringe al mínimo sus contactos personales para cuidar su salud tras el quebranto que sufrió en 2020. la diaria le pidió un balance de su trayectoria a una figura central de los tres gobiernos del Frente Amplio (FA), de los que fue vicepresidente (2010-2015) y dos veces ministro de Economía (2005-2008 y 2015-2020), y también una reflexión sobre los desafíos del FA y de su sector de cara al futuro.
¿Cuál dirías que fue el principal logro de tu carrera política?
Creo que el Ministerio de Economía [MEF] y todo el tiempo que le dediqué durante los gobiernos del FA constituye el aspecto más importante. Yo traté de aprovechar la experiencia tanto en el Senado como en la vicepresidencia y en el ministerio, pero si tengo que elegir, aclarando que en todos esos ámbitos aprendí muchas cosas, elijo el MEF.
¿Qué te parece que le aportaste al FA desde el MEF? Algunos integrantes del actual oficialismo, en la sesión parlamentaria en la que presentaste tu renuncia, destacaron que fuiste una garantía de estabilidad y certeza en materia de política económica.
Bueno, empiezo por lo primero, incluso cronológicamente hablando. Lo primero que hicimos al llegar al MEF fue el Plan de Emergencia. Mucha gente identifica, por razones históricas y por razones de memoria también, al MEF con cambios como la reforma tributaria, la estabilidad financiera, la evolución de los ingresos de la población en términos reales, entendiendo por tales salarios y pasividades, y está bien. Pero lo primero que hicimos fue un plan de emergencia que insumió unos 200 millones de dólares. En la primera negociación con acreedores, que fue con el Fondo Monetario Internacional [FMI], apenas llegamos; éramos el segundo deudor del mundo con el FMI en términos relativos. Y lo primero que hicimos fue asumir ese plan de emergencia y decirle al FMI que estábamos dispuestos a renegociar la deuda, pero que el plan no se tocaba, era nuestra prioridad absoluta, porque veníamos de una crisis muy profunda, en la que había sufrido mucha gente y seguía sufriendo mucha gente cuando asumimos el ministerio. Esa negociación salió bien, eliminamos en 2006, al año siguiente de haber asumido, la deuda con el FMI, la cancelamos y el país terminó una historia que empezó en 1959 y que fue de dependencia continua respecto al fondo.
En 2006, nos independizamos del FMI y ya no tuvimos que hacer una política económica condicionada por los rasgos que este imponía. Entonces, volviendo atrás, yo te digo que podríamos recordar muchas cosas, pero así empezamos. Y luego tratamos de construir un país equilibrado económicamente, que incrementara la actividad, fomentara el crecimiento pero el crecimiento inclusivo, el que va distribuyendo los frutos que genera equitativamente a medida que se procesa. Y logramos que el salario y las pasividades crecieran en términos reales en una proporción muy importante.
Más allá de todos los logros que estás mencionando, ¿considerás que podría haberse hecho más en materia de redistribución de la riqueza para que la transformación hubiese sido más profunda y difícil de revertir?
Bueno, yo creo que aumentar los salarios y las pasividades en 50% en términos reales no es poca cosa. Porque simultáneamente había que equilibrar el funcionamiento de la economía. No olvidar que veníamos de una crisis muy profunda, donde había desequilibrios extraordinariamente importantes que le impidieron al país seguir avanzando y logrando resultados más importantes que los que se lograron efectivamente. Pero esos resultados, que podrían haber sido más altos o mejores, comprometían la base fundamental que también estuvo presente desde el primer día del gobierno del FA, que es la búsqueda de equilibrar sobre bases sostenibles las variables fundamentales de la economía, de modo de no frustrar los objetivos fundamentales, uno de los cuales, el primero diría yo, era el crecimiento inclusivo. Se inició una época de 17 años consecutivos de crecimiento, cosa que el país no conoció en toda su historia contemporánea hasta que llegó el FA al gobierno. Y en cuanto al gobierno actual, está practicando una política totalmente diferente y, por lo tanto, produce resultados diferentes, y que significan, algunos de ellos, retrocesos respecto a lo que habíamos logrado obtener durante los gobiernos del FA.
Mencionaste la reforma tributaria. Con el diario del lunes, ¿te parece que quedó algo pendiente en esa reforma, o algún aspecto que si pudieras volver atrás lo implementarías de otra manera?
La verdad es que teniendo en cuenta las condiciones de la necesidad de crecer inclusivamente, de asentar ese crecimiento sobre equilibrios que lo hicieran sostenible, por ejemplo, en materia fiscal, monetaria, de ingresos... considerando todo eso, yo, si estuviera las condiciones de 2006 nuevamente, mantendría el eje fundamental de la reforma, que son los tres objetivos más importantes: equidad para que cada uno contribuya en función de su capacidad, eficiencia para reducir el número de impuestos y que estos sean lo suficientemente importantes para sostener la búsqueda de un equilibrio fiscal, y mejora de la administración tributaria, que es un objetivo permanente. Esos objetivos tienen que mantenerse incluso hoy. Ahora, yo no me opongo a que haya un análisis más profundo del sistema tributario actual y que hagamos las correcciones que entendamos necesario realizar, pero me sigo basando en los objetivos fundamentales o fundacionales del nuevo sistema tributario y creo que siguen siendo válidos.
¿Cuál considerás que fue el mayor fracaso de tu carrera política?
Bueno, no puedo hacer un ranking de los fracasos, pero creo que fue el que refiere al papel que debimos haber jugado –y que no fue posible jugar por diversas razones– en el apoyo a otros cambios estructurales que necesita el país. Y voy a mencionar aspectos que no son directamente de economía, pero que están fuertemente interrelacionados. A mí me hubiera gustado mucho poder sostener un avance más grande en materia de seguridad, de salud, de vivienda, de educación, que el país tiene todavía pendiente. Sé que estoy mencionando materias que no eran de mi ministerio, pero el problema es que el MEF era condicionante de esas posibilidades de transformación, y la verdad es que fueron materias que quedaron pendientes; algunas de ellas todavía precisan trabajos muy importantes, y ojalá en un futuro gobierno del FA podamos apoyar financieramente y desde el punto de vista de los equilibrios económicos reformas estructurales tan importantes como las que mencioné.
“Yo no sé cuál es la transformación educativa. Busco, leo, releo, y la verdad es que no encuentro la sustancia sobre la que se apoya la reforma educativa”.
Te referiste al tema de la educación, ¿cómo ves la denominada “transformación educativa” que impulsa el gobierno actual?
Es que no la veo, porque yo no sé cuál es la transformación educativa. Busco, leo, releo, y la verdad es que no encuentro la sustancia sobre la que se apoya la reforma educativa. Yo creo que aquí tenemos que partir de la base de que no hay educación sin educadores. Hay que formar educadores, y yo no veo claro que esta reforma educativa esté utilizando apropiadamente instrumentos para la formación de educadores. No hay educación sin currículum, muy asociado a los temas de la realidad del país, y me parece bien que haya asignaturas y además análisis de competencias para lograr que esas asignaturas se entrelacen con las competencias, pero no veo cuáles podrían ser las materias entrelazadas con competencias y cómo podrían jugar en una educación nueva para Uruguay. Sé que los centros María Espínola para la gente más humilde constituyen una buena noticia, de acuerdo, pero la reforma educativa no son los centros María Espínola, tiene que ser un conjunto de aspectos que involucren materias, competencias, atención a los sectores de mayor necesidad, pero también tiene que tener formación de profesores, revisión de contenidos tanto de materias como de competencias.
Ya se están presentando revisiones curriculares, de hecho, algunas han generado polémica, como las de los programas de Historia.
Claro, ahí hay cosas polémicas, discutibles, pero no veo una visión global de la reforma educativa. Veo algunas afirmaciones, incluyendo lo que mencionabas, sobre aspectos parciales de la reforma educativa, pero un cambio global, armónicamente establecido, con coherencia entre sus componentes, hasta ahora no lo he visto.
¿Hay alguna acción política de la que te arrepientas personalmente?
Yo traté de actuar siempre en función de mis convicciones, y no en función de mis ambiciones personales. Creo que modestamente lo he logrado, he tratado de no poner por encima de las necesidades y de las convicciones el afán por alcanzar determinadas jerarquías. Ahora, distingamos eso de otra cosa que es parecida pero no es igual, que es el hecho de que sobre aspectos diversos de la realidad una posición puede ir cambiando cuando surgen elementos que fundamenten la necesidad del cambio. Ser coherente con lo que uno piensa no significa que lo que uno piensa quede estático e inmóvil en el tiempo sin cambiar con el acceso de nuevos aportes, de nuevas condiciones de la realidad que fundamentan la necesidad de cambiar de opinión.
Ese proceso, ¿lo catalogarías, como muchas veces se hace, como un proceso de “moderación”? ¿Te volviste más moderado con el tiempo, o no lo definirías así?
No me gusta la palabra moderación porque en realidad no sé lo que significa estrictamente, porque la usa mucha gente, y la usa con diferentes finalidades y sentidos. A mí me gusta más identificar corrientes de pensamiento que buscan hacer compatibles la diversidad con la unidad. Es el caso típico del FA, y yo creo que el FA necesita que muchos de nosotros juguemos el papel de asegurar ese equilibrio entre diversidad y unidad, respetando al que piensa distinto, buscando la parte de verdad que puede tener, sometiendo nuestras propias opiniones al análisis de los demás. Todo eso es equilibrio, y no lo quiero llamar moderación, lo quiero llamar “vamos todos juntos y tratemos de sumar esfuerzos importantes”.
“Yo me considero un integrante de lo que algunos llaman fuerzas moderadas, y para mí no es un adjetivo o calificación que me satisfaga, porque no sé lo que es ser ‘moderado’”.
La pregunta no refería tanto al FA como partido o a sectores del FA sino a vos personalmente, a tu trayectoria y a tus ideas políticas.
Es que la respuesta anterior te la di pensando en mí también. Yo me considero un integrante de lo que algunos llaman fuerzas moderadas, y para mí no es un adjetivo o calificación que me satisfaga, porque no sé lo que es ser “moderado”. Sé lo que es ser respetuoso de las opiniones distintas, sé lo que es ser hospitalario de ideas que uno no profesa ni nunca defendió, sé lo que es buscar acuerdos entre quienes piensan diferente y resolver temas estructurales y de Estado por esa vía. El otro día, en la sesión del Senado, donde tanta gente emitió juicios positivos que me halagaron mucho –yo soy un ser humano y me siento bien con un juicio positivo, por supuesto–, traté de ver algo más por detrás de los elogios que me importa mucho. Porque detrás de cada juicio positivo había un concepto. Por ejemplo, se recordaba mi papel en la crisis de 2002, pero ahí, además del elogio, está en la base el concepto: estaba hablando gente de todos los partidos y de todos los sectores, quiere decir que Uruguay, más allá de elogios personales, tiene conceptos en los cuales coincide. Y tengo el sueño, la ilusión, la esperanza de que Uruguay pueda generar por esta vía acuerdos que no eliminen disidencias, vamos a entendernos, pero que sí acumulen fuerzas para cambiar el país, aumentar el bienestar y, sobre todo, trabajar por los humildes como prioridad y por el bienestar colectivo.
¿De qué dirigente te sentiste más cercano en tu trayectoria política?
Excluyentemente, de Liber Seregni. Excluyentemente en el sentido positivo. No hay otro como Seregni.
Tuviste la oportunidad de trabajar en el gobierno con Tabaré Vázquez y con José Mujica, ¿de quién te sentiste más cercano, con quién te sentiste más cómodo?
Por razones de personalidad, incluso, y de actuación, de carrera realizada juntos, me sentí muy bien con Tabaré, sin duda. Yo con Tabaré trabajé desde 1989 en adelante sin parar, junto a Seregni, y eso para mí fue una experiencia extraordinariamente valiosa. Después vinieron los años de gobierno que confirmaron nuestra sintonía personal y política, y si tuviera que mencionar a alguien después de Liber Seregni, menciono a Tabaré Vázquez.
Desafíos y dilemas partidarios
¿Qué tenés planificado para esta nueva etapa política?
Voy a seguir empezando por casa, encabezando Asamblea Uruguay, que está buscando hoy formas de mejorar su organización para ser más eficaces en nuestra conducta política. También voy a trabajar en Convocatoria (Seregnista Progresistas), junto con otros sectores, y las vías por las cuales haré política no se limitan a hacer tareas de organización y militancia, sino que trataré de estar públicamente, en la medida de lo posible, opinando, aportando elementos para la reflexión, haciendo política en contacto con la gente, que es lo que el FA está precisando con más intensidad.
¿Te parece adecuado el camino que emprendió Convocatoria de presentar una precandidatura propia en las internas?
Fue muy prudente la propuesta de Convocatoria. No se habló de candidaturas en términos de personas, que fue nuestra propuesta y fue respetada por todos. Se aceptó que fuéramos evolucionando y analizando las condiciones cambiantes de la realidad nacional para ir enfocando los temas electorales, y al mismo tiempo lo que se dijo fue: “Trabajar por una precandidatura propia a la Presidencia de la República”. Veremos qué pasa con esas condiciones, cómo es la evolución futura, y si es posible tener esa precandidatura propia a la Presidencia de la República.
¿Estás diciendo que se evaluarán las condiciones, y que si eventualmente se llega a la conclusión de que una precandidatura propia no es conveniente, podrían sumar su apoyo a otra?
No quiero hacer futurología, no quiero optar por una de las dos opciones.
Pero no está definido que se vaya a presentar una precandidatura propia.
No, no es algo definido.
Carolina Cosse y Yamandú Orsi son las figuras que mejor están marcando en las encuestas de opinión pública, ¿qué te parecen como posibles candidatos?
Son compañeros muy valiosos. No quiero empezar a detallar características de ambos porque es entrar en la puja electoral, que yo creo que no debe ser alimentada en este momento ni por el FA ni por los demás partidos, porque provoca desunión, enfrentamientos, lentitud en la acción política y, por lo tanto, en sus resultados. Quiero limitarme a decir que son dos compañeros que respeto muchísimo, que están haciendo buenas tareas en sus respectivas responsabilidades, y hay que apoyarlos, precisamente para que esa gestión que están realizando al frente de las intendencias sea en beneficio de montevideanos y canarios.
¿Cómo evaluás la presidencia de Fernando Pereira en el FA?
Muy buena hasta ahora, con una gran dedicación, con un gran esfuerzo para encabezar un mayor acercamiento de la gente con el FA, superando lo que a mi juicio ha sido una de las causas de la derrota partidaria que hemos tenido en las últimas elecciones, y con mucho despliegue de fuerza y de esfuerzo. Así que tengo un balance muy positivo de todo el trabajo que está haciendo. Además, la cercanía con el pueblo frenteamplista y con el que no lo es también, porque ha pensado mecanismos para acercarse al pueblo uruguayo y, sobre todo, al interior del país. El Frente te Escucha es una gran iniciativa, en la que él tiene una gran responsabilidad. Así que también tengo un juicio muy positivo sobre Fernando.