A los ojos imprevistos, Uruguay podría parecer un páramo tranquilo a pocas semanas de dirimir la disputa electoral, alejado de la proliferación excesiva de desinformación y deep fakes. Durante el último mes, sin embargo, se sucedieron una serie de publicaciones que simulan ser información difundida a través de medios de comunicación tradicionales, pero que son copias burdas. Y, pese a que eran de mala factura y parecían haber sido diseñadas con poca dedicación, tuvieron bastante viralidad. Ya han sido profusamente desmentidas por la diaria Verifica, AFP Factual e incluso en algunas ocasiones por los medios que estas placas apócrifas intentaban imitar.
Al margen de esta última oleada de desinformaciones, que circuló especialmente entre un grupo de cuentas afines que han sabido replicar otras desinformaciones previas, ya se había observado durante todo el año actividad de cuentas que actúan como trolls y hostigan sistemáticamente a los distintos actores políticos (especialmente de la oposición) con agravios y, de tanto en tanto, desinformación. Son, algunas de ellas, cuentas que actúan simulando ser medios de comunicación y construyen una narrativa que es amplificada por intermedio de cuentas organizadas, bots y una serie de cuentas reales y comunidades de militantes de alta intensidad.
La cuenta preponderante, en este caso, es la que utiliza el usuario @ElInformante_1, que es replicada por decenas de otras cuentas –algunas del mismo usuario– y también en Facebook, Instagram y Tik Tok, entre otras redes sociales y servicios de mensajería. Pese a que tiene poco más de 7.000 seguidores, la cuenta logra activar toda otra serie de cuentas que coordinadamente sostienen algunas conversaciones y, de tanto en tanto, impulsar una agenda con desinformaciones.
A la vez, se observa una llamativa interacción con actores institucionales de la política local que amplifican y dan un aura de legitimación a estas cuentas y narrativas: senadores, diputados y referentes de opinión pública o exfuncionarios son algunos de los que, ocasionalmente, replican a estas cuentas que hostilizan y construyen discursos de odio en torno a quien definen como rival político. La forma en que han interactuado en algunas ocasiones da cuenta de cierto nivel de coordinación.
Este año hubo, al menos, dos momentos en los que este grupo operó con fuerza. En marzo, se produjo la denuncia que Paula Díaz –instigada por Romina Celeste– hizo sobre el candidato presidencial del Frente Amplio (FA), Yamandú Orsi, y entonces se publicaron orgánicamente cerca de 45.000 tuits sobre el tema (entre el 7 de marzo y el 30 de mayo). De ese gran número, las cuentas que identificamos como parte de este mecanismo coordinado representaron cerca del 5% del contenido: casi 3.000 tuits. La búsqueda se llevó a cabo entre el 1° de marzo y el 31 de mayo con palabras claves que incluían los nombres y apellidos de los involucrados, así como algunas formas en que se referían a ellos en redes sociales.
Durante ese mes, algunos consultores y actores cercanos al FA intentaron atribuir una campaña de ruido social orquestada desde México y Estados Unidos, pero al menos en la delimitación que pudimos establecer sólo unos 1.000 posteos de los señalados provinieron de cuentas que se identifican con esos países. Si bien los usuarios pueden mentir sobre su ubicación, no deja de ser algo llamativo.
En otras conversaciones de mucho menor caudal, como las denuncias y acusaciones que se vertieron sobre María Fernanda Souza (cerca de 3.000 posteos en total), hija de la exconductora periodística y actual candidata a senadora por el Movimiento de Participación Popular Blanca Rodríguez, estos actores fueron los mayores dinamizadores de la desinformación (junto con algunos actores políticos, como el edil nacionalista Diego Rodríguez). Fueron responsables de aproximadamente el 35% de los posteos sobre el tema, con una acción importante de El Informante, que fue el que más activó la conversación y realizó 42 posteos desde que empezó el tema, entre principios de agosto y la primera semana de setiembre. En este caso, la búsqueda se hizo con la misma mecánica: a partir de palabras claves que incluyera los nombres o modos de nombrar a los implicados, añadiendo además algunas referencias extra como “intendencia” y algunas otras formas de referirse al tema que observamos en redes durante ese período (como el uso de la palabra “ñoqui” para referirse a la supuesta contratada).
La explosión de la conversación sobre la hija de Blanca Rodríguez se dio inmediatamente después de que se anunciara su ingreso al FA: uno de los elementos destacados fue que el 3 de setiembre se produjeron casi 500 menciones directas en menos de 24 horas en X.
Los desinformantes
Además, otro conjunto de cuentas participa activamente en la réplica de desinformación que, si bien es orgánica, sistemáticamente posicionan contenido desinformador, fenómeno que se intensificó en el último tramo de la campaña. Ana Grimbaum, @LahitteCarlos, @BlancoDeAPie, @Alma49008929 y @BinestarY son algunos de los usuarios que participan de la difusión.
Una de sus publicaciones más famosas fue una placa falsa atribuida al diario El Observador en la que se sostenía que la candidata a la vicepresidencia por el FA, Carolina Cosse, promovía aumentar impuestos para financiar políticas de diversidad. Sólo en setiembre fue subida más de 20 veces por estas cuentas, aun luego de haber sido verificada por diferentes medios. Algunos actúan como difusores y otros, como la cuenta @BinestarY, que simula ser un servicio de Bienestar y Nutrición, llega a replicar las placas o posteos de estos mismos supuestos medios y usuarios decenas de veces en un día.
Otra cuenta que suele simular informar, pero arroja desinformaciones y sobre todo narrativas de odio contra sectores vinculados a derechos humanos, es Se Tiene que Saber Uruguay, que opera en X y en Facebook. Uno de los casos emblemáticos de su posicionamiento negacionista de los crímenes de la última dictadura en Uruguay y Argentina fue la defensa del cura Javier Olivera, hijo del represor argentino Jorge Olivera, que en estos meses cobró notoriedad pública en Argentina por haber organizado una visita de diputados oficialistas de ese país a genocidas condenados y detenidos por la última dictadura cívico militar.
Desde esa cuenta también suelen compartir otras desinformaciones, como cuando hizo estimaciones de dinero que recibía el exministro de Economía Danilo Astori por parte del Estado y sin trabajar, lo cual fue verificado y desmentido por la diaria Verifica junto a datos falsos sobre supuestos cobros de familiares del exfuncionario frenteamplista.
Estas cuentas, que tienen entre 5.000 y 10.000 seguidores, suelen alcanzar cientos de miles de visualizaciones a partir de la réplica de otros actores políticos e institucionales que los legitiman. Es el caso de la diputada Inés Monzillo, quien replicó la denuncia sobre la hija de Blanca Rodríguez, aunque no fue la única. También se sumó la excandidata del Partido Nacional –actualmente en el Partido Colorado– y exfiscal del caso Astesiano Gabriela Fossati.
La segunda cuenta que simula informar es la principal difusora de mensajes de defensa de la última dictadura militar, en contra de los “subversivos” y en favor de la liberación de los dictadores presos. A su vez, suele compartir discursos de odio contra sectores defensores de los derechos humanos.
Entre los ejemplos de desinformación o narrativa hostil que promueven estas comunidades a partir de dichas cuentas y que son replicadas luego por actores institucionales, como la senadora del Partido Nacional Graciela Bianchi, tercera en la línea sucesoria presidencial, también se encuentra el posteo en el que se vinculaba al senador del FA Óscar Andrade –además, principal promotor del plebiscito contra la reforma de la seguridad social– con frases falsas sobre el gobierno de Venezuela.
Esta publicación de Bianchi fue, hasta el momento, la que más debate público y polémica política ha suscitado. Al punto de que sus propios compañeros de coalición de gobierno salieron a desmarcarse de la actitud de la senadora. Fue una novedad, dado que en los cuatro años previos de gobierno habían defendido a la principal legisladora de la coalición en forma explícita o bien haciendo silencio. En diversas entrevistas, Bianchi expresó que no recibía comentarios ni reprimendas del presidente ni de sus allegados, por lo que interpretaba que la apoyaban.
Luego de publicar esta desinformación, la senadora ya había advertido que se disculpaba en caso de que no fuera cierta. Luego pasó al ataque con una posición más agresiva y dijo que lo hacía por las dudas, “porque podía ser cierta”. También afirmó que no la tomaran de tonta, que sabía que era falso, pero que mostraba un punto posible y el supuesto apoyo del FA a Maduro. Finalmente, grabó un video en el que dijo que pretendían censurarla e insistió en que sabía perfectamente de qué se trataba, pero que la sola idea de que podría permitir alertar sobre algo posible, aunque falso, validaba su posición. Una postura novedosa.
Esta incidencia en la circulación y validación de discursos hostiles y de desinformación en el ecosistema informativo local no es tan nueva. Hubo otros posteos de Bianchi que replicaron mensajes desinformantes o discursos de odio de los actores analizados, en los que suelen abordar temas de derechos humanos con información parcial o descontextualizada.
Otro de los casos en los que estos medios y las cuentas que orbitan a su alrededor operaron en forma coordinada fue cuando en agosto comenzaron a difundir la versión de que Florencia Astori, hija del exministro de Economía, cobraba un salario como asesora en la Intendencia de Montevideo (gobernada en ese momento por Cosse). Esta desinformación organizada y difundida por esta comunidad de cuentas, también fue replicada por la misma senadora Bianchi. En la mayor parte de los casos suele decir: “Si no es así, pido disculpas”, pero en ningún caso elimina las publicaciones. En este caso particular, que fue desmentido y verificado, tampoco bajó su posteo.
La legitimación y articulación comunitaria en redes es un trabajo lento y, a veces, requiere de adulaciones cruzadas. No siempre se trata de mensajes desinformantes. En ocasiones, los supuestos medios, como Se Tiene que Saber o El Informante, que en las últimas semanas sumó un canal de Youtube, aprovechan las muchas presencias mediáticas o apariciones públicas de legisladores y actores políticos del oficialismo para subir recortes en sus redes sociales y obtener, a partir de arrobarlos y destacar sus participaciones, interacción, engagement y legitimación. Son otros ejemplos de esta legitimación cruzada: legisladores que comparten al supuesto medio que, a su vez, destaca a estos legisladores.
Este mecanismo no es casual ni es inocuo. La legitimación y amplificación de desinformación y narrativas por parte de las élites y dirigencias es destacada por especialistas de renombre mundial. En un artículo muy difundido este año, Rasmus Kleis Nielsen, investigador y exdirector del Instituto Reuters de la Universidad de Oxford, señaló el impacto que tiene que actores institucionales de la élite política participen de este ecosistema desinformante. Alertado por el panorama electoral de los Estados Unidos, especialmente, marcó algo que ya se vislumbra también en Uruguay: que la vinculación de dirigentes con desinformación tiene efectos fuertes en las comunidades y sectores alineados con estos dirigentes. Y que es un riesgo.
Esta investigación fue realizada gracias al soporte del Consorcio para Apoyar el Periodismo Independiente en la Región de América Latina, un proyecto liderado por el Institute for War and Peace Reporting. También contó con el apoyo de CLIP.