Para prolongar la hegemonía de su país, el gobierno de Estados Unidos cuenta con armas literales –lo saben bien las poblaciones de Palestina, que las padecen a diario, y Ucrania, a quienes se las retacea intermitentemente– y también con el poder que le confiere su capacidad de compra. Por eso, desde hace meses el presidente Donald Trump inició una “guerra comercial” en la que, mediante la aplicación de tarifas a las importaciones, busca no sólo equilibrar cuentas, sino también generar relaciones de subordinación a nivel internacional.
Tras aplicar esa estrategia al Estado que percibe como rival por el control global –China–, a los vecinos México y Canadá y a varios países europeos, a quienes además impuso nuevas reglas para seguir contando con protección militar, la semana pasada Trump decidió “castigar” a Brasil.
Además de la cercanía con nuestro país, lo novedoso de la decisión estadounidense es que no presenta sólo excusas comerciales, sino también estrictamente políticas: para Trump, el expresidente brasileño Jair Bolsonaro está siendo objeto de un ataque arbitrario por parte de la Justicia de su país, que él, desde el exterior, busca enmendar.
El presidente de Brasil, Lula da Silva, respondió de dos maneras. Por un lado, al igual que otros países que fueron alcanzados anteriormente por las maniobras de Trump, anunció que se aplicarían aranceles recíprocos a los productos estadounidenses. Por otra parte, difundió un texto en el que aboga por el fortalecimiento del multilateralismo y condena “la ley del más fuerte”.
El texto fue publicado simultáneamente por varios medios internacionales y resultó novedoso como reacción al anuncio de Trump, pero en esencia reitera lo que Lula da Siva había dicho en el discurso de cierre de la cumbre de los BRICS la semana anterior. Que Brasil fuera anfitrión de ese encuentro, en el que se busca replantear las reglas del comercio y la gobernanza mundial, no pasó inadvertido en Washington. Mientras líderes de Rusia, India, China y Sudáfrica, entre otros países, (con Uruguay como invitado especial) estaban reunidos en Río de Janeiro, Trump amenazó con aumentar los aranceles a quienes “se alineen con políticas antiestadounidenses”. “No queremos un emperador. Somos países soberanos”, había respondido Lula entonces.
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