El sindicalismo uruguayo se mantiene a la altura de sus ricos antecedentes. Ha demostrado madurez y responsabilidad ante la crisis sanitaria y social, así como ante la delicada situación en que lo ubican las debilidades de la oposición política.
La ideología derechista asume que al rico no hay necesidad de pedirle contraprestaciones cuando recibe grandes beneficios tributarios u otras facilidades, porque ya ha demostrado su capacidad de salir adelante, mientras que el pobre tiene pendiente demostrarla.
Cuando hay guerra y es preciso refugiarse, a ningún gobernante se le puede tolerar la idea de que el Estado tiene prioridades más importantes que la de proveer lo necesario para que la gente ‒toda la gente‒ sobreviva segura durante la emergencia.
Personas como Montagno están dispuestos a ser implacables con “el enemigo” y también, si consideran que llegó el momento, con sus actuales compañeros de ruta en el oficialismo. Lacalle Pou paga un alto precio por los votos de Cabildo Abierto que le permitieron ganar el balotaje y contar con mayoría parlamentaria.
Debería preocuparnos que el oficialismo falte a la verdad con respecto a los datos económicos, a las intenciones electorales y a otras, más profundas, que surgen de la ideología y de los intereses que se defienden.