Hasta el domingo pasado, la campaña electoral parecía marchar en cámara lenta; después de las elecciones de ese día, todo se ha acelerado.

Hubo velocidad esa noche, sobre todo en el Frente Amplio, que tras conocer los resultados –una vez más, la Usina de Percepción Ciudadana los proyectó con exactitud desde la diaria– rápidamente confirmó la fórmula Orsi-Cosse para las elecciones de octubre.

El Partido Nacional también actuó con relativa premura, ya que igualmente dio a conocer el mismo domingo quién acompañaría a Álvaro Delgado como candidata a vice, pero lo hizo unas cuantas horas después que la competencia por izquierda. Hoy, a la luz de lo que ha venido pasando, puede entenderse que la demora se debió a una decisión difícil. Dos mandatos la complicaron, y, paradójicamente, ambos fueron instalados por el actual presidente Luis Lacalle Pou, quien en 2019 anunció en la noche de la elección interna quién sería su acompañante y que esa persona sería una mujer.

Los precedentes de inmediatez y paridad, entre otros factores, parecen haber apurado la opción por la exsindicalista y exfrenteamplista Valeria Ripoll como postulante a la vicepresidencia, que desató una tormenta en el Partido Nacional y en la coalición de gobierno. Desde el despertar de viejos mitos caudilistas a las acusaciones de ingratitud hacia la precandidata Laura Raffo, la resistencia a Ripoll puede convertirse en un problema durante la convención que debe proclamarla. Además, entre otras cosas, provocó “el pase” de una figura nacionalista extravagante hacia el Partido Colorado.

En las próximas semanas, pero a otro ritmo, iremos descubriendo si la opción de la cúpula neoherrerista fue una jugada maestra o un gesto desesperado, pero ya es claro el contraste con la calma con la que se viene preparando la campaña del Frente Amplio.

Como si faltaran novedades, el miércoles la Corte Electoral confirmó que habrá plebiscito por la reforma de la seguridad social, lo que instala –no de manera sorprendente, pero sí ineludible– un segundo eje en la campaña electoral.

Mientras el Frente Amplio buscará reducir su incidencia, dadas las diferencias entre sus sectores, desde la coalición gubernista ya hubo movimientos en sentido contrario.

En todo caso, el frenteamplismo tiene motivos para mirar a octubre con moderado optimismo: superó el piso de 400.000 votos impuesto por su presidente, Fernando Pereira, casi duplicando su anterior registro en internas, mientras que los partidos tradicionales bajaron sensiblemente su convocatoria en unas elecciones que no son obligatorias y en las que la concurrencia general volvió a descender, aunque levemente.

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