La “agenda fantástica” de la que hablábamos la semana pasada aterrizó en Asunción y en la Cumbre del Mercosur nuestro país planteó su deseo de avanzar en un acuerdo de libre comercio con China, más allá de lo que piense el resto del bloque.

Para calentar la previa hubo un cruce entre los cancilleres de Argentina y Uruguay, que luego continuaron los presidentes Alberto Fernández y Luis Lacalle. El nuestro anunció su intención de ser vanguardia en la negociación con China, y también, malla oro al fin, la de desprenderse del pelotón si no lo siguen de cerca. Fernández no sorprendió con la idea opuesta: es mejor andar todos juntos en tiempos complicados.

En estas páginas, Marcelo Pereira amplió el mapa, y lo que se ve cuando aparecen a jugar Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica con Argentina no es muy auspicioso para una maniobra disruptora del Mercosur.

La otra mala noticia para la aventura china provino de exploradores del propio gobierno: no hay premura en Catay por el acuerdo con Uruguay (hemos rimado), y, en caso de concretarse, no sería durante la gestión de Lacalle. En cualquier caso, sería deseable que hubiera información y acuerdos internos en nuestro país antes de salir a negociar.

Pero hubo una buena noticia sobre esto para el presidente: la unión comercial con China cuenta con respaldo popular en Uruguay, según la Usina de Percepción Ciudadana.

Si me permiten un poquito más de asociación libre mercosureña, recordemos que Julio María Sanguinetti y el padre del actual presidente, Luis Alberto Lacalle Herrera, suelen disputarse la iniciativa del ingreso de Uruguay al bloque regional (más allá de lo formal, que ocurrió durante el gobierno del segundo). El viernes, ambos expresidentes volvieron a ser noticia, pero no por ese motivo, sino porque fueron consultados por su responsabilidad en el espionaje de militares a miles de ciudadanos durante la restauración democrática.

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